Alimentándome (Adam Crow)

Después de imaginármelo tantas veces en mi cabeza y de soñar innumerables veces con él, al fin estaba pasando de verdad. Había besado a Markus, y él me había correspondido, diciendo que podíamos tener algo porque también sentía algo por mi. Además, tenía miedo de que me pasase algo y me perdiera antes de tiempo, que no soportaría perderme. Eso era lo más bonito que me habían dicho en mucho tiempo. El que fuera un vampiro y más con su mentalidad hacía que nuestra relación fuera complicada. Pero eso no nos iba a detener. Lo que sentíamos era mucho más fuerte que todo eso, e íbamos a salir adelante y demostrarles a todos que podíamos estar juntos, sin importar la diferencia de edad, de raza y por ser del mismo sexo.

Nos comportamos como dos críos cuando nos cogemos de la mano y nos besamos, pero llevaba tanto tiempo deseando esto que me daba igual comportarme como un adolescente. Me gustaba más de lo que nadie se podía imaginar, y por fin ahora estábamos juntos y él no me había rechazado. Iba a demostrarle que un hombre podía hacerle igual de feliz que una mujer. Además, conocía a su hija de haberla cuidado un par de veces cuando era más pequeña, y me tenía algo de cariño. Espero que no me mire con distintos ojos cuando sepa que voy a se el novio de su padre.

Sentirle cerca era muy raro porque, aunque por la situación era cálida, tanto sus manos como sus labios estaba fríos, debido a que era un vampiro, es decir, que estaba muerto. Pero no me importaba. Era algo nuevo para mi, pero me acostumbraría a todo esto. Había conseguido tener a Markus, lo demás era menos importante que todo eso. Ahora solo iba a disfrutar de todos los momentos a su lado...y de ayudarle en todo lo que pudiera. Yo sabía que él me haría feliz a mi, de eso no había duda. Pero iríamos despacio y sin prisa, para que cada cosa llegase a su tiempo.

- Ya me estás ayudando. Contigo en una noche he descubierto más cosas que un mes aprendiendo de mis abuelos. Espero poder devolverte el favor enseñándote a ti otras cosas - dije, besando con delicadeza su cuello. - Y créeme cuando te digo que lo único que quiero es estar tan cerca de ti como me sea posible. Pero puede que llegue un momento en el que no me pueda controlar - dije, guiñándole un ojo y volviendo a caminar abrazándolo por la cintura desde su espalda.

Pero entonces nos ponemos cariñosos y pasionales, y sin poderlo evitar comenzamos a besarnos apoyados en un árbol. Pensaba que se iba a quedar ahí cuando, de repente, nuestras lenguas empiezan a juguetear dentro de nuestras bocas, haciendo que nos abracemos mientras nos besamos, sintiendo nuestros cuerpos totalmente juntos, excitándonos cada vez más. Empezó a acariciar mi musculada espalda, haciendo que me viese obligado a gemir del placer que me estaba produciendo que, unido a que su otra mano acariciaba mi cabello, me vi obligado a levantarle la suya y acariciar su moldeado torso. Como no parásemos ahora mismo no sabía que iba a pasar. Por suerte, después de un par de besos y un mordisco en la oreja, paramos.

- Para no haber estado antes con hombres sabes muy bien como darme placer. Y tienes razón, no deberíamos estar más por aquí. Si quieres puedes acompañarme a casa y quedarte conmigo. Si quieres, claro. No quiero obligarte - dije, recolocándome la ropa después de lo que acababa de pasar.

Hacía tiempo que no me sentía como me estaba sintiendo ahora. Era como si hubiese vuelto a esa primera vez que me llegué a enamorar, cuando era tan solo un adolescente de aquella chica de los cabellos de fuego. Tan solo con verla, sentía como si miles de mariposas batiesen sus alas, creando una especie de cosquilleo. Mi cara se entornaba en una sonrisa estúpida y mis mejillas se ponían sonrosadas al escuchar sus palabras o al ver su figura. Era una chica perfecta ante mis ojos. Para los ojos de los demás era una extraña, un ser huraño. Mi padre, siempre me decía que era una bruja o una hechicera oscura, que llevaba como marca sus cabellos de fuego. De fuego por hablar con el demonio. Pobre, no sabía cuánto se estaba equivocando con aquella historia. No es que fuese una hechicera que había hecho un pacto con el demonio, aunque si en algún momento supieron que era una vampiresa…supongo que fue peor todavía.

Ahora todos aquellos recuerdos y mi forma de ser delante de aquella mujer, había vuelto a mí ser. Todo aquello me lo estaba haciendo sentir Adam. Una persona que siempre había sido especial en mi vida, pero que ambos habíamos decidido llevarlo un paso más allá. No podíamos seguir ocultando aquello que sentíamos el uno por el otro. Era demasiado obvio lo que sentíamos por el otro. Supongo que la gente se habrá dado cuenta antes que nosotros, de que acabaríamos juntos. O por lo menos que lo intentaríamos durante un tiempo. Solo espero que todo aquello salga bien, según dicen mis amigos me merezco ser feliz ¿no? Pues creo que con esto puedo empezar a serlo, con una nueva vida.

- Bueno, supongo que lo que has hecho antes ha sido por verme en una situación…peliaguda, peligrosa. – digo asintiendo con la cabeza. – Dicen que en casos de grave peligro de un ser querido, la gente es capaz de hacer cosas imposibles. Tal vez haya que hacer algo de eso otra vez, para ver cómo te transformas en cualquier animal ¿no crees? – sonrío sacando un poco mi lengua.

Aquella imagen que estábamos manteniendo apoyando en el árbol, era un poco… infantil por decirlo de alguna manera. Parecíamos dos críos, que se enamoran por primera vez en la vida y que no tiene ningún sitio donde poder estar a solas y poder mantener una relación más normal, sin tener que estar pendiente de lo que pueda aparecer a la vuelta de la esquina. Ya no porque alguien pueda vernos, sino porque otros seres decidan salir de su escondite para volver a atacarnos. Ambos estamos un poco agotados y bajos de fuerzas como para volver a pelear. Espero que si sale algo de entre las sombras, le demos pena y nos deje en paz. Al final y al cabo solo somos una pareja que demuestra su amor.

- ¡Cállate, que me sonrojas! – digo retirando a Adam con un pequeño empujón, aunque hecho con delicadeza. Después vuelvo a cogerle de nuevo su nuca, y dando un leve beso en sus labios. Me separo de nuevo y comienzo a andar. – Vamos a coger mi moto, he traído otro casco. Te acerco a tú casa y… -digo mirando el reloj. – A lo mejor me quedo un rato. – señalo con mi cabeza el lugar donde está mi moto y tiendo mi mano de nuevo a Adam.

Estaba viviendo uno de los mejores momentos de mi vida y no quería que se terminase por nada del mundo. Pero debía de ir más despacio, por el bien de Markus y de nuestra relación. Esto era totalmente nuevo para mi y, aunque no fuera el primer hombre con el que estaba. Markus era distinto a todos los que había conocido. No solo por ser un vampiro inmortal, sino porque realmente me gustaba, más de lo que nunca me había gustado nadie, y no iba a fastidiarlo por muchas ganas que tuviera de hacer locuras con él.

Durante un buen rato seguimos besándonos dulce y cariñosamente. Cuando nos separamos, le besé en la mejilla y le abrace con fuerza, sabiendo que el abrazo no duraría para siempre. Pero sabía que, a partir de ahora, podría abrazarlo siempre que quisiera. Estaba tan a gusto con él en este momento que no me preocupaba por nadie más, ni siquiera el hecho de que podría aparecer cualquier otra criatura, vampiro incluido, y hacer algo contra nosotros. Dejamos de abrazarnos pero nuestras manos no se separaron.

- No iba a permitir que te enfrentaras tu solo a esas cosas. Eres...eras mi amigo y no iba a permitir que te pasara nada. Ahora mismo, y en realidad desde que te conocí, sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de que no te pasara nada. No eres el primer vampiro que muere por confiar en su inmortalidad. Y en cuanto a descubrir qué animal es el mio, espero que puedas ayudarme a hacerlo.

Comenzamos a andar hasta su moto, que es bastante chula la verdad y le daba cierto aire de macarra que le hacía ser más sexy de lo que ya era. Dijo que me llevaría en moto a casa pues era demasiado peligroso volver andando después de la pelea. Acepté que me llevase porque llevaba otro casco y porque, además, accedió a quedarse un rato conmigo. Nos montamos y puso rumbo hacia mi casa...en la que cualquier cosa podía pasar.

Llegamos en seguida a mi hogar, una casa normal y corriente en la que vivía yo solo tras la muerte de mis padres. Normalmente estaría mi hermana, pero ella aun estaba con nuestros abuelos aprendiendo más sobre nuestra condición. Me quité el casco y se lo di. Esperé hasta que se bajo de la moto y, abrazándole por detrás, entramos en mi casa, dejando nuestras cosas en la entrada.

- Bueno, bienvenido a mi casa. ¿Te pongo algo de beber o de comer? Ponte cómodo, por favor. En seguida vengo - dije, dándole un suave beso en los labios, y me dirigí al dormitorio a cambiarme.