Back in Blood

Ladeó la cabeza en un principio,creyendo que le hablaba a él, peor al darse cuenta de con quién hablaba puso los ojos en blanco y suspiro. Observó su espalda, detallando cada detalle de ella y acabó sonriendo un poco - choca un poco, pero me gusta como te ves ahora también.

Y sin más fue a la cama, tumbandose en ella, mirando al techo. Realmente chocaba su nuevo aspecto, se veía muy diferente pero seguía siendo él. Sus ojos seguían siendo los mismos, seguía siendo el mismo aunque se viera diferente.

Me metí en la ducha sin pensarlo ni una vez. El agua caliente recorría mi piel apartándome los pequeños hilos que quedaban de aquel capullo donde había estado, mis manos se notaban más ásperas y mi cuerpo reaccionaba de una forma más necesitada, como la de un viejo guerrero tomándose su tiempo.

No sólo mi cuerpo parecía haber cambiado, mi actitud salvaje había tomado otro punto de vista hacia el mundo. Ahora sabía que morir no era algo exclusivo de lycans y humanos, también de vampiros que no cuidaban bien sus espaldas.

Salí con una toalla en la cadera y el pelo chorreando. Buscaba mi presa, quería tenerlo desnudo bajo mi cuerpo. Todo aquello me había dado ganas de tenerlo, aunque no fuera sexo y sólo pudiera acariciarlo una vez más.

-Killian.-dije goteando agua para caer sobre él besando su boca, deborándola.

Estaba perdido en su pensamiento, dándole vueltas a como podria agradecerselo a D cuando volviera, pensando cuants días habrían pasado, que habría pasado con Román y con la organización. El lider no estaba y su "segunda mano", Amaury, tampoco, se preguntaba si se habrían enterad del incidente o no y esperaba, sinceramente, que no se hubiera formado ningún caos ni lucha de poder.

Así que no le prestó atención hasta oír su nombre, le miró a los ojos y no se negó a ese beso sino que lo respondió y con ganas. Abrazandose a él, arañaba leve su espalda y gemía ahogado en su boca, con las mejilla levemente rojas, feliz de tenerlo encima suya, feliz de que estuviera vivo y bien. - No vuelvas a darme un susto así, por favor - susurró contra sus labios, abriendo los ojos para clavaros en los suyos.

-No lo haré.-susurré rozando su boca con la mía, deseando fundirme en él haciéndole notar que seguía siendo el mismo, porque así quería verlo yo también.-Tenemos que irnos.

Me levanté de la cama, apartándome de él sin desearlo, para buscar mi ropa. Estaba limpia y planchada sobre una silla. Me quedaba algo corta, pero seguía valiéndome, al menos el pantalón, pero lo que era la camisa y la chupa no. Mi espalda había desarrollado tanta musculatura que era imposible. Incluso el pantalón me quedaba demasiado ajustado.

"Tenía previsto eso"

Rezaba una nota junto a un montón de tela negra. Era una capa como de monje capuchino gruesa y con una capucha amplia. Me coloqué aquello, inclusive la capucha, para los pies sólo estaban mis antiquisimas botas militares, mi pie no había cambiado.

-Las tenía él.-murmuré antes de alzarlas.-¡Dioses! ¡Eran mías! ¡Las encontré en un cubo de basura!

Me las calcé y me sentí como en los viejos tiempos.

- No esperaremos a que vuelva D? - preguntó despegandose de él sin muchas ganas, quería sentir su piel contra la suya, más áspera de lo que la recordaba. Se sentó en la cama viendo como se vestía.

- Yo tendré que salir así... mi ropa está inservible y la sangre no sale por mucho que se lave - metiendose en el baño para salir con sus ropas en las manos - y huelen mal... Crees que a D le importará si le devuelvo la yutaka mañana? - alzando la vista a él, viendolo con esa capa rió suave - pareces un personaje siniestro con esa capa con capucha.

-¿No lo soy?-pregunté usando mi tono más tétrico, el serio.-No podemos quedarnos, necesito saber cómo está mi organización.-dije acomodando mi ropa antes de acercarme a él.-Tiene cientos, dudo incluso que eche de menos esa ropa. Además, viéndola bien creo que ha sido un regalo.

No era de la talla de D, pues Daichi era mucho más bajo que él y aquella yukata se la hubiera pisado. A él le quedaba como un guante, hecha a medida sin duda.

-Vamos.-susurré antes de encaminarme a la salida.

El aire frío me hizo recordar que seguía vivo de milagro, buscaría venganza... matar a todos aquellos esa noche no me sirvió, quería mayor derramamiento de sangre.

- A ratos - contestó con una risilla, antes de ponerse serio y asentir - tu crees? de todas formas se la traeré de vuelta, por si caso solo. - Entonces se calzó sus zapatos saliendo de la tienda de D tras él.

Se arropó en el yukata, sintiendo frió en comparación con el calor de la habitación. - Precisamente en eso estaba pensando, en que habrá pasado en tu ausencia, si sabrán algo y estén esperando o si se habrá formado un caos por saber quién llevará las riendas. - Se pegó un poco a su espalda como buscando calor - que frío joder, las yukatas no están pensadas para este frío ni de lejos.

-En Japón usan algo más, unos abrigos parecidos a las yukatas por encima.-dije notando como me abrazaba buscando calor.-Buscas calor en un vampiro, lo tuyo es de lógica.-me eché a reír a pura carcajada.

Me giré tomándolo en brazos, pegándolo a mí y cubriéndolo de alguna forma con las mangas enormes de aquel abrigo. Mis ojos brillaban peligrosos bajo la capucha, pero estaba seguro que él podía ver un brillo distinto.

Mis brazos lo rodeaban con cuidado, mientras mis pasos se movían rápidos y firmes. No estaba lejos la sede de mi poder, el lugar donde debía regresar de inmediato. Podía notar como vampiros, y seres de toda especie y poder, se acercaban al lugar.

Cuando llegué estaba uno de los vampiros más ancianos intentando sosegar los ánimos, querían saber donde estaba Amaury y qué sucedía con el líder, deseaban saber si aquello que decían varias organizaciones enemigas era cierto.

-¡Callaos malditas perras!-exclamé dejando en el suelo a Killian.

Todos se giraron, pude leer el pensamiento de muchos de ellos al escuchar la voz de Amaury, de aquel chupatintas, bajo aquella mole que había transportado al hechicero predilecto, no sólo por su dominio de las artes sino también por el sexo que me regalaba, todos lo sabían porque había llegado el rumor como el de nuestra desaparición.

Todos hicieron silencio cuando las pequeñas piedras, así como losas, comenzaron a temblar al notarse la emanación de mi poder. Varios edificios cercanos mostraron grietas, no así el mío pues estaba reconstruido desde los cimentos no hacía demasiados años. Uno de ellos terminó cayendo, el cual estaba vacío desde hacía un par de años.

Mi voz comenzó a sonar como un huracán, todos comenzaron a temblar mientras me sacaba la capucha. Algunos se alzaron en coro, los más antiguos, porque recordaban aquella canción mientras despedazaba a cientos en el campo de batalla. El "Sobreviviré" se volvió un clamor.

-Ahora, pedazo de bastardos sólo os diré algo.-comenté antes de girarme hacia ellos.-Quiero venganza, casi muero en una emboscada tras drogarme en un bar de sangre... el cual se suponía territorio neutro. Quiero ese bar en llamas ¡ya!-exclamé lanzándoles a varios la dirección a sus mentes.-Los Lycan quiero que afiléis vuestros colmillos, os quiero despedazando a varios híbridos ahora mismo.-lancé a su mente rostros de aquellos que podían matar como respuesta a mi ataque.-Los vampiros, ya sabéis vía libre con ellos.

En minutos aquello estuvo vacío, salvo algunos hechiceros y humanos a mi servicio. Caminé entre ellos notando como varias de mis amantes me reconocieron como Amaury, había sido el líder todo ese tiempo y ellas no lo habían notado. Todas sin excepción se acercaron a mí.

-Quiero ropa de mi talla, en mi despacho mañana en la noche.-dije caminando hacia el edificio.-Le diré a mi secretaria mi talla, vosotras seréis informadas... ah, Killian tú cumplirás una mejor misión esta noche.-comenté sin girarme.-Eres mi consorte, como tal debes complacerme.
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- No busco calor, es que estando detrás tuyo me da menos viento - se quejó inflando los mofletes, aferrandose a él cuando le abrazó. Aunque él no diera el calor de un humano tampoco estaba helado.

No tardaron mucho en llegar, casi toda la organización estaba allí reunida, la tensión podía olerse practicamente. Sus pies volvieron a estar en el suelo y dio un pequeño paso atrás, quedando a espaldas del castaño, su estilo no era llamar la atención y suficiente la había llamado al llegar así.

Los hombres se dispersaron y el grupo se redució, las furcias había tardado mas que él pero también reconocieron a Amaury en aquel nuevo cuerpo, les falto tiempo para rodearle, ofreciendose como si estuvieran en celo... Prácticamente estaba sopesando el volver a su casa cuando oyó su nombre, quedandose boquiabierto por lo demás. Notó miradas envenenadas clavadas en él así que prefirió moverse y seguir al castaño - a partir de hoy me queda más claro que nunca que las mujeres me dan miedo - murmuró caminando un pequeño paso tras él. Intentando ignorar las miradas que estaban clavadas a su espalda mientras él la clavaba en el suelo, algo sonrojado al pensar que le había llamado consorte.

Notaba las miradas de todas esas lagartas, todas las que me había tirado en algun momento. Muchas eran hechiceras, otras lycan y un par de vampiras. Agarréa Killian de la cintura cuando dijo que las temía, sin importarme que aún nos miraran lo besé sacándole el aliento.

-Ellas deberían temerme a mí, si te hacen algo mi venganza será peor que ir al infierno.-todas se disiparon, aunque muchas creían que podían ganarse nuevamente mis favores.

Acariciaba sus caderas mientras llegaba donde la secretaria. Lo único que hice fue quitarme la ropa que traía y entregársela, quedando desnudo al completo.

-Quiero ropa de esta talla, cuero y demás... trajes también.-ella estaba atónita por todo, mi cambio y mi desnudez.-Ah, también botas militares y unos buenos zapatos deportivos negros que sean cómodos... zapatos de los otros y demás... un par de tallas más que los habituales.-seguía asintiendo sin tener idea de como había regresado de esa forma.

Pulsé el ascensor empujando a Killian dentro nada más abrirse las puertas, ya dentro me pegué a él abriendo sus piernas mientras le besaba con ansiedad. Las puertas se cerraron mientras algunas aún nos contemplaban. ¿Envidia? Sí, pero también excitación al verme de esa forma aunque no fuera con ellas.

-Malditas pervertidas.-susurré riendo bajo.-¿No es lo que querías? que todos supieran que yo estaba contigo... ¿no era eso?-abrí su yukata y paré el ascensor entre las plantas, para después hacer que la prenda cediera del todo.

Se sorprendió bastante al verse pegado a él, se coloreó más aún y jadeó cuando le quitó el aliento con ese beso... estaba siendo demasiado tnto que se empezaba a pregunta si tdo era real. Notaba las caricias a su cadera a traver de la fina tela de la yutaka, asistiendo a la incredulidad de la secretaria al verle así. Amaury debía de aprender algo de decoro, no le vendría mal.

Por el pasillo les siguieron mirando, sus mejillas estaban ya más que rojas y el color le llegó a las orejas al verse empujad y arrinconado en el ascensor. Contestó al beso aferrandole con un leve temblor. - Tu eres el pervertido - sintiendole entre sus piernas y aferrandole bien le miraba avergonzado pero no arrepentido. - Creí que tu no lo querías - susurró, viendo sus intenciones - en el ascensor? - el pensarlo le avergonzaba, pero notaba como la excitación crecía en el también - quieres que todo el mundo lo escuche?

-Ya no importa.-dije antes de girarlo para contemplar su rostro sonrojado en el espejo.-Y veo que a ti tampoco.-murmuré acariciando sus muslos, llevando una de mis manos entre sus nalgas para comenzar a introducir uno de mis dedos.-Muéstrame como te pones duro sólo de pensar que lo haremos.-susurré en su oído, mordisqueando su cuello.-Piensa que este espectáculo nos marca a ambos.

Había aprendido algo y es que él era importante, así como mi vida y mi poder. No dejaría que se fuera de las instalaciones, tendría que habilitar el otro habitáculo cercano a mi dormitorio para él en la mañana, así podría convivir con Román en vez de en los fríos pasillos de la media planta.

-Te quiero Killian.-susurré en su oído antes de hundir un segundo dedo.

Le clavó la mirada a través del espejo, sintiendole pegado a su espalda, cuando notó ese dedo en su interior jadeó apoyando las manos en el cristal. Estremeciendose por la excitación, la anticipación y la vergüenza, por que le avergonzaba que le oyeran pero a la vez le excitaba, así esas sabrían que él era especial por que si conseguía arrancar gruñidos y sonidos de los labios del castaño cuando tenían sexo.

No pudo detenerlo y gimió al escuchar esas palabras, le sonaron sinceras, y eso unido a los dos dedos le hacían estar deseoso de notarle en su interior. - Ama - jadeó mordiendose los abios para ahogar un gemido, moviendo un poco su cadera para tener más de esas dedos mientras los suyos se clavaban en el espejo. Escuchar ese te quiero era mejor recompensa que ninguna otra, le calentaba el corazón desde dentro haciendolo bombear más rápido y fuerte - te quiero - contestó mirandole a los ojos por el espejo.

Esas palabras se veían tan reales que casi podía decir que tenían forma y color, era como si mis poderes pudieran leer atraves de sus ojos, justo en su alma, esas palabras repetidas una y otra vez como los códigos binarios de un ordenador.

-Killian.-jadeé hundiendo dos de mis dedos entre sus nalgas, buscando ensanchar su entrada para poder hacérselo de forma algo brusca, pero con el cariño sincero que le tenía, luego se lo haría más calmado... si eso.

La mano que tenía libre pellizcaba sus pezones y mi boca mordisqueaba su cuello, saboreaba su piel como si fuera un caramelo. Mi lengua se paseaba por encima de sus venas, con cierta peligrosidad por los colmillos que mostraba en el espejo, sin embargo no se los clavaría. Me mostraba agresivo, dominante, pero jamás le haría daño.

Siguió mirandole a través del espejo, con la respiración ya totalmente convertida en jadeo. Se sentía totalmente dominado y, aunque le desconcertaba, le gustaba, por que algo en su interior le decía que a pesar de ese aire de dominación y peligrosidad el castaño no sería capaz de hacerle daño. Era su forma de decirle "eres mio" que en su idioma cavernícola significaba "te quiero".

Su aliento chocaba contra e espejo empañandolo un poco, y terminó cerrando los ojos, agachando un poco la cabeza para gemir, ya totalmente erecto y deseando sentirle. - Ya, házmelo ya - mandó más que pidió

Gruñía como bestia salvaje, moviendo mis dedos dentro de él y notando como cada vez estaba más caliente. Incluso yo estaba caliente a pesar de no haber bebido más que sangre embotellada. Saqué mis dedos de él lamiendo su cuello, mordisqueando su oreja y tirando leve de su pelo con la mano que tenía libre.

-Sí, te lo haré ya.-dije antes de girarlo abriendo sus piernas, levantándolo prácticamente del suelo de aquel ascensor para entrar en él.

Su espalda estaba pegada al espejo, mis brazos rodeándole y mis manos estaban ancladas de forma contraria a sus caderas, levantando un poco sus nalgas. Permitía que se enredara a mí, que me mordiera o arañara.. que hiciera lo que quisiera.

-¡Joder!-grité creando un eco en todo el conducto del ascensor, así como en todo el edificio.-Te follaría toda la vida.-y eso para un vampiro era demasiado.

Abrió los ojos para verle cuando le tiró del pelo, aún siendo un gesto brusco no le hizo daño. Entonces se vio de golpe girado, de cara a él y son solo las puntas de los dedos tocando el suelo, tampoco es que prestara mucha atención ya que gritó un gemido al notarle en su interior.

Enrredó las piernas en sus caderas y paso los brazos por sus hombros, buscando más sujeción que la que el espejo a su espalda le daba. Rió suave y jadeoso al oírle, tirandole un poco del pelo para poder que echara la cabeza hacia atrás y mirarle bien - bestia - murmuró, mordisqueandole los labios, solto sus cabellos para acariciarle la cara con una de las manos. - Empieza follandome ahora y ya veremos que pasa el resto de tu vida - con un gesto pícaro, era un pique, por que él también quería estar a su lado toda su vida aunque fuera bastante más corta que la del castaño.

Comencé a moverme después de aquel tirón de pelo, no iba a dejar eso así. Provocaría que gritara de una forma que pareciera que le estaba matando, pero que fuera de placer y que no pudiera resistirse jamás a mis encantos. Me movía como poseído. Parecía un loco desenfrenado.

Mis movimientos eran rápidos, certeros y sobretodo llenos de algo que no le daba a nadie, llenos de sentimientos y estos se materializaban en mis estocadas, en mis mordidas y mis caricias. Mis manos ásperas acariciaban sus costados mientras le sostenía.

-¡Killian!-gruñí abofeteando de esa forma a todos aquellos que me escuchaban, era un gruñido terrible como el de un Dios molesto, pero todos sabían que estaba lleno de matices.-¡Killian!-se notaba que disfrutaba.-¡Eres mío! ¡Sólo mío!-gruñí pegándolo de forma contraria al espejo, hacia las puertas, para comenzar a embestirle de forma más desesperada, candenciosa y sobretodo profunda.

Todos allá fuera estaban atónitos, jamás habían escuchado un sexo tan escandaloso, ni lo habían vivido. No sé si lo que sentía era rabia o envidia, pero fuera lo que fuese... esos sentimientos me ponían aún más duro.

El aumento de los gemidos no fue progresivo, sino que casi en el acto comenzó a gritarlos. Le arañaba la espalda y tiraba de sus cabellos enrredando los dedos en el, abrazandole las caderas con las piernas y moviendo la cadera de forma contraria. Era demasiado y tenía la sensación de que iba a matarle de placer, todo su cuerpo se estremecía y su mente no hilaba pensamientos, demasiado colmada de placer como para pensar.

- Ama, ama - gemía y se arqueó echando la cabeza hacía atrás cuando le empotró contra la puerta, gritando su nombre, o más bien el apodo por el que le llamaba, sin pensar que los otros lo oía. Antes de que pudiera darse cuenta estaba llorando y no de dolor precisamente.

Lamí sus lágrimas al pasar la punta de mi lengua por sus mejillas, eran lágrimas de placer que yo le arrancaba y no quería desperdiciarlas. Era mi mérito, no el de otro y sólo mío. Todos iban a saber que era mío y que si se tocaba morirían. No sería mi talón de Aquiles, más bien le daía sentido a mi lucha.

Me movía de forma desenfrenada, no tenía límite en mi forma de embestir contra su punto de placer y podía notar como sus piernas temblaban. Creo que todo el temblaba como gelatina. Me acordé de la gelatina que comía cuando era un adolescente en la casa de mis viejos amigos, realmente tenía un color rojo por el sofoco que le daba ese punto... sí, parecía gelatina de fresa, algo muy goloso y deseable.

Su rostro seguía siendo el de un ángel, uno de esos que al fin conocían el sexo y no le importaba caer en los infiernos. Sus manos sin embargo eran garras, notaba como me arañaba y también como llevaba a dejar caricias.

-¡Quiero que lo escuchen todos! ¡Quiero que lo sepan todos! ¡Eres mío!-grité golpeando con una de mis manos la puerta del ascensor, provocando que se esconchara abultándose hacia fuera.-¡Mío!

Empezaba a notar como le ardía la garganta, demasiados gritos y poco coger aire, seguramente al día siguiente estaría afónico pero no le importaba, ahora mismo solo quería sentir más. Más placer y escuchar más veces esas palabras de labios del castaño, le gustaba sentirse marcado pero no se lo reconocería.

- Ama, no, no puedo yo... - murmuraba, no pudo decir mucho más, su mente no estaba suficientemente lúcida como para decir una frase completa y coherente. Clavandole las uñas y arqueandose, pegó su pecho al de él y con un último gemido, alto y sensual, se corrió, estremeciendose de pies a cabeza cuando sus músculos volvieron a relajarse.

Con ese último gemidito y apretón de sus nalgas me vine. Fue algo que no pude controlar. Un fuerte gruñido, semejante al de un león en celo o a un demonio surgiendo de los infiernos, salió de mi garganta mientras mis colmillos se veían más amenazantes que nunca. Era mío, lo estaba marcando ante todos como de mi propiedad.

El resto estaba atónito tras las puertas de aquel ascensor que ni subía ni bajaba. Lo estaba porque jamás se habían imaginado que yo actuara de esa forma, además era el líder y aún no daban crédito a mi cambio de cuerpo, así como que yo era aquel que había matado a demonios y bebido de ellos como si fueran un Daikiri.

-Rubio.-jadeé antes de besarlo intentando guardar mis colmillos.-Rubito, eres mío.-murmuré antes de dejar pequeños besos en su cuello saliendo de él, dejando que sus piernas se apoyaran de nuevo en el suelo, aunque imaginaba que no podría mantenerse de pie.

Le siguió el beso, lento y algo jadeante para luego aferrarse bien a él, las piernas le temblaron cuando tocó el suelo, cosa que le hizo reír suave. - No me sueltes, no siento las piernas - murmuró, acariciandole el pelo, atrajo su boca a su cuello - puedes morder si quieres... pero no te acostumbres.

No le gustaba demasiado, no por la sensación del mordisco, sino por el olor de la sangre. Pero esta vez quería que lo hiciera, quería sentirse parte de él, y así lo sentiría al saber que algo de su sangre estaba en su nuevo cuerpo.

Mi brazo izquierdo rodeaba su cintura pegándolo a mí, evitando de esa forma que cayera al suelo como si no tuviera huesos. Mi mano derecha acariciaba su mejilla mientras mi boca buscaba la suya, besándolo lentamente saboreándolo. Sus labios tenían cierto gusto a mí, a sudor y a él mismo, por supuesto.

-Claro, será sólo una vez.-susurré antes de ladear su cuello hacia la derecha, apartando sus cabellos y olfateando su piel.-Una vez.-repetí antes de clavar mis colmillos bebiendo con deseo, pero controlándome.

Sólo fue un trago, el suficiente para poder sentir su sabor en mis dientes, lengua y paladar.

Un jadeo salió de sus labios cuando le clavó los colmillo. abrazandole con algo más de fuerza y sin dejar de tocarle el pelo, le siguió un bajo gemido. - No es el mordisco, es el olor de la sangre lo que me molesta - murmuró - de vez en cuando puedes hacerlo, pero no siempre.

Entonces se pegó más a él, acariciandole la nuca, Amaury y había dejado de beber. - Te quiero - le susurró - y empiezo a tener frío - con una risa suave. Se sentía adolorido pero satisfecho, ahora tenía ganas de tumbarse en una cómoda y mullida cama, si podía ser con el castaño al lado mejor.