Lightning [Nay]

Ya que sé por lo que me dijo Nay que no va a poder elegir un buen celular basándose sólo en las características, le digo que lo escoja por apariencia. Así le gustará, aunque hay unas chicas que ya están en plan molestoso porque sí, mi comentario sonó muy gay, pero para lo que me importa. Lo que se ve, no se juzga y yo soy un experto en doblar la verdad y escupirla a la cara de los incautos. Alabo la elección de Nay porque efectivamente es un celular elegante y de buen ver y le hago un guiño antes de revisar lo que hace y pagar. En un arranque, pido qu lo envuelvan para regalo, aunque el verdadero regalo en esto radica en la envidia con la que me alimentarán las chicas chismosas de más allá. Pago, le doy la bolsita de regalo a Nay y suelto mi comentario de que no soy tan gay. Lo peor es que todo es cierto y veo con agrado que ella me sigue el juego, así que lo empeoro. Hago puchero.

- ¿Un beso en la mejilla? ¿Qué tengo que comprarte para que me des uno en los labios, una computadora?

Ahora ando haciendo un escándalo fingido de novios... A veces sí que soy genial. Claro que como no va en serio, sigo como si nada con el plan de la comida.

- Pues... hay un restaurante de comida japonesa muy elegante. No venden onigiri ni mochi y los odio por eso, pero está bastante bien.

Me divertía bastante, más aún porque Nay-chan me sigue el juego y molestamos de lo lindo a las chicas que ya la habían criticado.

- Entonces... ¿si te compro un auto me puedo acostar contigo?

Salimos de ahí y le recomiendo un restaurante que tiene dos fallos muy importantes. Bueno, más en realidad, pero la idea se entiende y es que no venden comida de la más sencilla. Yo amo la comida japonesa desde lo sencillo hasta lo sofistifcado.

- Son gaijin, no hay que pedirles mucho. A la próxima cocinamos nosotros.

Camino con ella del brazo hasta llegar al restaurante y pido una mesa para dos, algo alejada. El lugar es elegante, intenta aparentar que estamos dentro de un jardín japonés. Tomamos asiento y la maguita reclama su lección. Sonrío divertido.

- Dame la caja...

Saco el cargador y le muestro cómo conectarlo al teléfono.

- Lo conectas al enchufe de luz y esperas bastantes horas... pero hoy vine yo.

toco el enchufe y libero una descarga controlada más fuerte de lo que envía la luz para poder cargar la batería al instante. Desconecto el cable.

- Ahora, lo prendes apretando este botón.

Pongo el teléfono sobre la mesa y le explico que tiene un menú y puede acceder si toca la pantalla.

- Si tocas aquí, te aparecen los números. Marcas el que quieras y luego este botón y listo, llamas por teléfono.

Frunzo los labios y hago puchero mientras las chicas están a punto de matarla a ella por no ceder si le doy un auto y matarme a mí por sugerir que uno puede comprar a alguien.

- Hidoio! Bueno, sabes que no te niego nada... Pero sólo porque eres tú.

Le hago un guiño y luego ya, dejo en paz el asunto. Creo que la gente es capaz de matarnos y saberlo me hace sentir genial. Criticamos el restaurant en cuanto entramos le propongo que a la próxima, cocinemos nosotros mismos.

- ¿Tu casa o la mía? Di cuando y yo voy.

Comienzo con las lecciones del teléfono y hasta le cargo la batería. Le enseño lo básico y eso incluye llamar por teléfono, pero ella me dice que no tiene a quién llamar. Le apunto un número y lo marco. Saco mi celular y apunto el número sin contestar la llamada. Ingreso el número con mi nombre y se lo regreso.

- Ya tienes a alguien a quien llamar. Y... puedes bajar juegos, escuchar música, ver videos...

En eso llega el mesero y le hablo en japonés porque se nota que él no lo habla. Pongo los ojos en blanco y dejo que se vaya en cuanto nos deja el menú.

Una vez en el restaurante, criticamos de lo lindo. Porque, ¿qué sería de esta vida sin poder criticar? Además, los humanos, tan imperfectos y estúpidos son muy fáciles de criticar. Invito a la maguita a cocinar y sonrío divertido con eso de aparecer "mágicamente".

- Busca un lugar lindo para ti. Pero puedo darte mi dirección, sin problemas. Tengo un apartamento bastante genial. Mientras no me aburra, ahí seguiré.

Le enseño lo básico del celular y le doy incluso mi número. Algo que en realidad no le doy a cualquiera, al menos no mi número privado, pero ella me agrada. Y además, en realidad la envidiarán por tener el número de la Envidia.

Molesto al mesero y pongo los ojos en blanco en cuanto se marcha tras dejarnos la carta.

- Los otakus creen que por saber decir "hai" y "arigatou" ya hablan japonés. Aunque al menos algo hablan, este pobre que se mate.

Continuamos la conversación como si nada y Nay me pregunta si en serio este pequeño aparatito es tan milagroso.

- Con un programa como los de las computadoras. No es magia de verdad, pero a veces lo parece. No te dejes engañar. Tienes que bajar las cosas que te gusten, y te lo explico. Mira... Si te cuesta, piensa cómo qué quisieras que hiciera y a la próxima que nos veamos, yo te las paso.

Le explico entonces dónde debe tocar la pantalla y cómo navegar para buscar aplicaciones.

Nay acepta mi propuesta de ir a mi apartamento a cocinar, después de que le aconseje que se consiga un lugar bonito donde vivir. Yo estuve igual que ella, viviendo felizmente en un hotel de lujo, pero la verdad es que una casa o apartamento son mejores lugares.

- Tentador suena a que serás tú la que me compre el auto...

Nos burlamos del mesero aún cuando se marcha y nos deja la carta. Río divertido y pienso que en verdad, la maguita tiene razón.

- Hasta podríamos inventar... Le diré algo en chakobsa a ver qué me dice. Es capaz de creer que es coreano, el muy idiota.

Volvemos al asunto del celular y le explico que aunque sí es bastante maravilloso, la verdad es que tienes que bajar las aplicaciones o no hace absolutamente nada, así que le enseño cómo hacerlo. Me sorprende que me pida algo que me parece en realidad bastante fácil de lograr.

- Por supuesto que puedes. De hecho es bastante fácil y las guarda en la memoria. Así, entras al programa de música para escucharlas.

Tras enseñarle esto, entonces sí le presto atención al menú para ordenar algo.

- ¿Tú qué pedirás? Estoy indeciso...

Le hago un guiño coqueto y luego río con la insinuación de que será ella la que pague por mi cuerpo con algo material. Eso sí que estaría bueno, por un auto me vuelvo hetero hasta un fin de semana completo, cómo no.

Volvemos a burlarnos del camarero simplemente porque podemos y porque es divertido.

- Seguro, creerá que soy un klingon y tendré que golpearlo por confundir las series.

Le enseño a Nay cómo descargar música, que la verdad es quizá la cosa más fácil de hacer con un celular. Y luego volvemos al menú. Como siempre, no sé qué pedir. A veces quiero todo y no me decido. Arrojo el menú sobre la mesa.

- ¡Ya está! Pediré pollo teriyaki. Y si pides el ramen, también lo pediré.

Me paso un dedo por los labios, consciente de todas las posibilidades que implica quemar a un mortal.

- No puedo hacer fuego, pero puedo electrocutarlo...

Me aclaro la garganta y decido no insistir, porque parece que Nay lo decía en broma, a diferencia de mí que voy muy en serio. Soy un demonio, destrozar gente es lo mío.

Reviso el menú, pero honestamente, no sé qué pedir, así que le pregunto a Nay por lo que pedirá. Mi razón es muy simple: pediré lo mismo para no envidiarla. Mirar a mi alrededor no me ayuda mucho y prefiero no tener que envidiarla a ella porque está justo a mí lado, así que decido pedir lo mismo. Ella propone incluso que pidamos ambas cosas.

- Perfecto, así probamos más.

Levanto la mano para llamar al mesero.

- ¿Y de beber, Nay?

Yo pido sake y en cuanto el mesero toma los menús, le lanzo un pequeño rayo. El muy ingenuo cree que fue una corriente eléctrica... si ni hay metal en el menú.

Decidimos ordenar dos cosas y en mi mudno, eso es genial. Es lo que quería ella y así no empezaré a odiar lo que pedí y desear lo suyo como me pasa todo el tiempo. Llamo al mesero y ordeno. Me quedo pensando un poco y decido pedir naranjada tanto para ella como para mí, además del sake. Es dulce y rica. Luego hago mi travesura y miro divertido al mesero hasta que se marcha y entonces Nay vuelve a preguntarme por el celular. Lo tomo y me recorro hasta quedar justo a su lado.

- Seguro que puede, mira.

Me toma muy poco encontrar la forma rápida y fácil de tomar fotos. Extiendo el celular frente a nosotros y nos tomo una foto.

- Las guarda automático, pero también puedes alterarlas y que queden mejor.

Empiezo a enseñarle y en eso llegan primero nuestras bebidas y después la comida. Le devuelvo entonces el celular.

- ¿Más dudas? Aprovecha a tu sensei.

En cierto modo me parece de lo más tierno que Nay me pida que le enseñe a hacer cosas de lo más sencillas. Así que para festejar el momento y tener una foto genial para trabajar, nos tomo una. Ella parece bastante contenta con la clase, así que mejor. Me agrada saber que soy bueno enseñando tecnología y no solo otras cosas.

La comida llega pero dejo abierta la posibilidad de que Nay me pregunte más cosas. Después de todo, soy su sensei y aunque dije que la oferta sólo era por hoy o alguna cosa parecida, lo cierto es que no. Ya somos amigos y puede preguntarme lo que quiera, cuando quiera. Tomo los palillos y repito lo mismo.

- Itadakimasu...

Ciertamente, ambos somos japoneses.

- El orgullo patriótico a flor de piel... ¿Quieres que hagamos algo después de comer?

La siguiente muestra de mi orgullo patriótico es que sorbo mi ramen sin preocuparme porque los occidentales lo consideren de mala educación.

Sonrío divertido y empiezo a comer, sorbiendo el ramen como de hecho, debe hacerse. Los estúpidos occidentales a mi alrededor me miran, me señalan, se cuchichean y cuando medio me hartan, le hago un gesto obsceno a la mujer que me queda más cerca, y cuando escandalizada, va por el marido para que me mire mal, le hago un guiño y le lanzo un beso. Para lo que me importan, pero divertirme a su costa es más que divertido.

Vuelvo mi atención a Nay y quiere un hechizo de invocación. Dejo el ramen, los palillos dentro y entrelazo las manos en mi mejor pose de demonio. Es algo que quiere y va a envidiarme porque puedo conseguirlo... No es por ella, es casi un reflejo automático.

- ¿Qué piensas darme a cambio?

Pregunto si quiere hacer algo y me da algunas opciones.

- ¿Qué tal si te invito al cine? Son sexies... O podemos ir de compras. Quizá no un auto, pero ¿qué tal ropa o algo así? Aprovechando que voy a tirar a la basura esta tarjeta.

Sonrío encantador y divertido porque en realidad tiene toda la razón del mundo.

- Soy un demonio, no doy nada gratis. Deberías saberlo, o imaginarlo... En eso creo que nos parecemos.

Pienso un poco en qué puedo querer a cambio...

- Uno de tus secretos más oscuros... sólo para mí.

Vuelvo a comer y le propongo que hagamos algo. Doy algunas sugerencias porque la verdad es que no estoy listo para irme a casa a aburrirme. La tarde es joven y Nay es divertida, quizá justamente porque tiene un toque de inocencia que yo jamás he tenido.

- Me sorprende que no seas fanática de las compras... Creí que era algo de chicas y de gays, pero está bien. Cine entonces. Yo a veces voy si en verdad me llama la atención la película.

En cuanto terminamos de comer, pido otra vez la carta.

- ¿Postre?

Oh cielos, así que Nay lo que quiere son palillos. Había que ver las cosas que alguien podía valorar. Continúo comiendo sólo para provocarle envidia porque yo tengo palillos y ella prefiere unos mejores.

- Depende de qué tanto valgan para ti... No tienes que contarme EL gran secreto pero al menos tiene que ser uno tan bueno que si lo divulgo, te de aprensión.

La invito de compras, pero ya que no le agradan tanto, lo cambio por ir al cine.

- Nop, no lo es... Y creo que no sabes negociar, bonita, porque ni me das lo que pedí, ni me das algo equiparable a cambio.

Termino de comer y pido de nuevo la carta. La hojeo.

- ¿Occidental u oriental?