Un último baile {Daichi}

Detestaba estar embarazado, mi personalidad cambiaba cada cinco minutos y me sentía triste, alegre e histérico al mismo tiempo. Mis pies estaban hinchados y nada me quedaba. Quería llorar durante horas encerrado en mi habitación sin tener que gritarle a Jonte, me desesperaba que mi humor fuera tan cambiante, le hacía daño ser así.

-Jonte no quiero ir.-dije tumbado en la cama arrupado por una manta.-Prefiero quedarme en casa, necesito dormir un poco.-tan sólo estaba feliz dormido, soñaba con los niños y mi cintura de siempre.-Estoy horrible, parezco un balón de playa y para colmo no me siento bien. Aún tengo náuseas, sólo en unos pocos embarazos siguen las náuseas tantos meses y yo estoy que parezco montado en un bote.-me giré para verlo con las mantas hasta la nariz.-Me siento incómodo.

Deseaba volver a mi caracter frío aunque dulce con él, quería volver a ser quien fui y no parecía volver a estar bien desde que me embaracé.

-Jonte.-estiré mis brazos hacia él con los ojos llenos de lágrimas.

-Jonte sólo quiero parir ya.-dije llorando en silencio.

Las lágrimas se escapaban solas. No podía evitarlo. Me sentía lleno de dolor y angustia. Temblaba de solo pensar que debía estar así más tiempo.

-No tengo ropa que me valga.

Había pedido a una tienda varias prendas nuevas, las cuales me vendrían bien para los siguientes meses, pero no habían llegado aún. Tenía prendas hermosas pero minúsculas ahora para mi enorme vientre. Tenía incluso venas violáceas rodeando mi cintura. Los niños no dejaban de golpearme y las hormonas se subían y se bajaban.

-Iremos si me prometes que al regresar me ayudarás a darme un poco de crema en las piernas.-susurré antes de rozar sus labios.-Te amo Jonte.

Aquello era enorme, demasiado grande. Yo quería mi cintura bien marcada y mis caderas anchas bien definidas. Ahora era un caderón obeso que buscaba no lamentarse demasiado. Miré a Jonte y en silencio tomé el traje vistiéndome. Mis cabellos quedaron sueltos cubriendo toda mi espalda. Mi piel clara y aquella oscuridad me daban un aspecto tétrico, sin embargo mis mejillas se sonrojaron cuando lo miré ya con la ropa ceñida al cuerpo.

-¿Se nota mucho?-pregunté acariciando mi vientre de cinco meses.-Dime.-esperaba que dijera que no era así, que aún así estaba delgado y bonito.

Me mantuve frío mirando mi vientre, acariciándolo lentamente, para intentar imaginar bien qué ocurría allí dentro.

-¿No podemos ir con un hechizo?-pregunté acariciando mi vientre.-Puedo hacer uno con mi libro, uno de desplazamiento y apuntar el de regreso.-no solía usarlo mucho, tan sólo en ciertas ocasiones.

Me agradaba caminar, viajar por mar o aire, y no consideraba jamás esa posibilidad que tenía. Era mucho más divertido para mi ir así que aparecer en pocos segundos. Sin embargo, para ciertos animales de cuantioso valor o tamaño debía hacerlo de esa forma.

-Deja, veo.-estaba rojo por todos sus comentarios, aunque no me atrevía a decir demasiado. De nuevo estaba frío aunque era una frialdad menos cruel que la típica con el resto del mundo.

Me apoyé en la mesa y busqué en mi gran libro un hechizo de desplazamiento, recordaba la página pero no las palabras exactas.

Noté como se resignaba y sabía porque era. Mi dulce Jonte se sentía acobardado. Quería hacer algo por mi, para hacerme feliz, y por mucho que yo lo sabía me sentía mal. Suspiré pesado acariciando su rostro.

-No quiero hacerte daño, pero mis cambios de humor no los controlo. En realidad es la personalidad de tus hijos la que aflora en cada instante. Cuando nazcan te pediré que cuides de ellos, que me enseñes, porque yo no sabré y los primeros meses temeré hacerles daño. Creo que siempre temeré dañarlos.-mi frialdad cortante, mi siseo continuo como si fuera una serpiente y mi maldad era mayor que las suyas. Disfrutaba cuando alguien se llevaba un animal y sabía que rompería las reglas, eso se sentía cuando su aura tomaba su elección. Saboreaba la muerte de todo aquel que destrozaba la vida, Jonte sólo era un pobre ángel caído que ni idea tenía de la crueldad salvo por incendiar iglesias y tener un sexo demasiado desenfrenado. Ni siquiera me conocía bien, pero me amaba.-Esta vez te dejo hacerlo.-susurré antes de sonreír de forma dulce.-Anda, llévame tú

-No te haran caso, no hacen caso. Tienen multiple personalidad y luchan por ser los predominantes... hice mal en dejarlos reducidos en dos cuerpos, pero cuando crezcan buscaré cuerpos para cada uno de ellos.-no se lo había dicho aún, esperaba que no le molestara.-No quiero a mis hijos encerrados eternamente en el cuerpo de sus hermanos... lo he hecho para protegerlos. Seis sería un problema, dos es más fácil de vigilar.

Éramos dos, uno él y otro yo. No había problema y esperaba que no. El día estaba fresco, aunque en el mar en primavera siempre se estaba agradable. Mis pies en la arena se sentían muy bien, como si esta se moviera subiéndose por encima de estos mientras se hundían.

-Tengo sueño, quiero dormir un poco en la orilla.-estaba agotado por culpa de ellos, necesitaba sentir el agua en mis piernas refrescándolas y un poco de tranquilidad.

Recosté mi cabeza en su hombro cerrando los ojos, estaba tan agotado y deseaba tantísimo poder descansar un poco. No podía dormir en las noches por el calor, la incomodidad del vientre y porque Jonte estaba nervioso. Podía sentir que lo estaba y aunque no me lo dijera.

-Jonte.-era buen momento así que lo preguntaría.-¿Estás preocupado por algo que no me has dicho?-dije antes de mirarle acariciando su mejilla.-¿Te preocupa algo del embarazo?-me recosté bien sobre su torso esperando que me lo dijera de una buena vez.-Te amo, puedes contarmelo...

Las escasas estrellas se veían muy hermosas desde nuestra posición. Podía ver algunos destellos en aquel mar oscuro que era el cielo. Sonreí calmado sintiendo que los niños me daban una tregua.

-Es un idiota, un arisco, me cae mal y huele a chotocabras pero la quiere.-dije recostándome en la toalla.-En eso no estoy confuso, además era el destino... bueno destino.

No sabía porque pasó de esa forma, pero mis hechizos cumplían la regla general de encontrarle la felicidad, los deseos, a los demás. Yo había realizado uno para Lauren y se había cumplido como debía. No podía hacer nada, ni siquiera podía molestarme demasiado por ello. Por alguna razón sabía que Agramon la amaba, pero que era tan testarudo como Lauren en muchas cosas y esas muchas cosas era dar su brazo a torcer. En realidad Lauren había dado con un hombre parecido a su padre y el cual en cuanto tuviera al niño en brazos estaría feliz, deseando cuidarlo y no apartarse de él.

Deseaba quedar dormido mecido por la frescura de las olas y sus caricias. Me llevé mis manos al vientre acariciándolo suave mientras pensaba en como sería nuestra vida en unos meses, quizás un infierno. No sabía como iba a tratar a mis propios hijos. Mis ánimos se calmarían, me volvería frío quizás y posiblemente durante un tiempo me sentiría un completo inutil.

-Jonte, no voy a ser buen padre.-murmuré cerrando los ojos dejando escapar una lágrima.-No soy capaz de soportar esto, no voy a ser buen padre.

No me preocupaba por Lauren, sabía que Agramon no la dejaría por su bien... por el de su pellejo. Pero sí me preocupaba por los que aún no habían nacido. No sabía ser gentil, era demasiado frío y podían pensar que no amaba a mis hijos. Pero sí los amaba, los había ocultado para que Jonte no me dejara.

-No, no quiero que nadie cuide de mis hijos salvo tú y yo.-dije acariciando mi vientre, colocándome de lado mientras notaba como los niños se movían calmados. El sonido de las olas les transmitían una nana especial. Podía sentir los grandes mamíferos en el mar, conversar entre ellos y llegar su canto a mi interior vibrando.-Quiero un parto cerca del mar, tal vez en algún piso costero alquilado para la ocasión... ellos están tranquilos cerca del mar y si no puede ser en el mar en medio del bosque. Sé que suena radical, pero no quiero que nazcan en asfalto.

Me negaba a nacer en medio del asfalto. Era imposible que mis hijos nacieran en un medio de alquitran, acero y contaminación. Abrí los ojos mirándolo.

-Rafael pronto será padre, como tú.-había visto en Olivia el deseo de ser madre, una mujer con tantos deseos solía quedarse embarazada. Su reloj biológico le dictaba que era el momento.-Agramón pronto nos dará un nieto... porque Lauren es como mi hija... ¿el mundo se está recomponiendo Jonte?

-No, quiero que sea en Los Ángeles... no quiero dejar mucho tiempo a mis mascotas.-dije quedándome recostado sobre aquella suave toalla.

Había comprado la toalla hacía unas semanas en la tienda de Cat, al parecer también se dedicaba ahora a los complementos de playa y baño. Era una colección pequeña y a mí me había interesado nada más verla. Su suavidad hacía que mi piel se sintiera bien, pues era como caricias. Sabía que me había estado tomando medidas en silencio, sólo con la mirada, y todo era para un regalo. Esperaba que no fuera demasiado caro, no quería que se gastara mucho dinero en mi. Cat debía traer a Román a casa o Román solo venir... echaba de menos darle dulces y escuchar como contaba todo lo vivido como si fuera asombroso, incluso era asombroso para él encontrar una moneda en un pantalón viejo.

-Un día vendrá quizás a casa el hijo de un amigo...-susurré antes de quedarme pegado a él, sintiendo su cuerpo contra el mío y el agua refrescando mis piernas.

No sabía como se llevaría con Cat, podía ser demasiado sincero y a veces incluso hiriente. Sin embargo, era dulce y considerado conmigo pese a mi nulo tacto. Era imposible ser extremadamente dulce, mi frialdad se veía disminuida pero no como cuando hablaba con Jonte. Cuando hablaba con mi pareja sentía un calor extraño, mis mejillas ardían y el resto del mundo no interesaba demasiado.

-Tengo ganas de ver crecidos a los niños, ya hechos adultos, porque significará que lo hemos hecho bien.-murmuré cerrando los ojos para comenzar a descansar como bien quería, las olas del mar hacían de canción de cuna improvisada. -Te amo.-susurré antes de dormir, no supe si una hora o algo más, pero el sueño entró y no pude impedir que se quedara.