Caricias de fuego (Libre)

Detuvo a un mocoso con olor a perro (licántropo) para comprarle un ejemplar del periódico, lo extendió frente a si mientras se bebía tranquilamente el café que había pedido, se encontraba muy cómodo tomando un desayuno continental debidamente surtido con bollos dulces, trocitos de jamón y mermelada, se merecía aquel capricho después de todo el duro trabajo que había realizado la noche pasada.

Levanto con disimulo la vista viendo hacia la capilla que a esa temprana hora se llenaba de fieles que venían para participar de Misa matutina de domingo, había mujeres cargando a sus crías de pecho, hombres de todas las edades y razas, cambiaformas, vampiros, humanos, incluso el débil rastro de magia característico de los hechiceros, pronto todos estarían llenando las incomodas bancas de madera, orando a un Dios altivo carente de la piedad por la que sus fieles tanto clamaban.

No pudo evitar el pensamiento de que serían mejor atendidos si le erigieran a el una iglesia y le profesasen un culto, sin duda el sería un Dios magnifico y mucho más benévolo con sus fieles, claro que el costo de rendirle culto sería el módico precio de sus almas, un nada realmente, después de todo los mortales no le daban ningún uso practico.

Le dio un vistazo a su reloj de pulso, un magnifico Rolex extraído de la colección de un incauto, aun tenía unos minutos según el aparato por lo que extrajo el iluminador de su bolsillo y empezó a subrayar datos de interés del periódico, lugares de tragedias recientes, nombres de criminales, lugares que reunían un numero considerable de gente, estaba en eso cuando se escucho una fuerte explosión en la iglesia, los cristales volaban derramando fuego por los ventanales mientras los gritos se alzaban en un coro magnifico. Enarco una ceja mirando la pieza de relojería.

- 10 min. de atraso – suspiro y se puso de pie colocando el periódico bajo el brazo y echando algunos billetes sobre la mesa.

Pateo un trozo de escombro de su camino mientras caminaba sin prisa hacía el desastre, mientras el fuego los lamía todas aquellas criaturas le regalarían sus almas con tal de que los salvara de la agonía, no había fe que se impusiera al dolor, moral que no se quebrara ante la muerte. Se presentaría entonces como su ángel misericordioso, pondría la marca de Samael en ellos, su amo apreciaría aquel detalle, aunque la mitad de esos infelices los reservaría para si mismo, aun era joven y necesitaría trabajar duramente recolectando almas si deseaba estar pronto a la altura de los grandes señores del inframundo.

Había regresado a Los Angeles después de encontrarme con aquel amante de Samael, ya no tenía pensado en regresar al infierno si de verdad quería hablar conmigo que viniera él. Llevaba un vestido corto de color rojo, era exáctamente igual que el que me hizo Caim pues al final el fuego que me quemo la marca termino por quemarlo entero dejándome una marca en el brazo izquierdo parecía no haber servido pero la marca de Lucero ya no estaba y a mi me bastaba.

Paseaba por los barrios bajos tranquilamente, pero algo llamó mi atención, una explosión y fuego en lo que parecía una iglesia, puse los ojos en blanco, me preguntaba que pasaría si Amaury se enteraba de aquello, parecía obra de algún demonio. Desaparecí de donde estaba para entrar en las llamas de la iglesia, estaba delicioso aquel fuego por lo que me quede allí entre las llamas esperando a que apareciera alguien interesante mientras atravesaba el fuego tranquilamente.

Gregory entro en la iglesia por la puerta principal, de su figura las llamas se apartaban o se extinguían a su paso creando un teatral efecto de “Mesías”. Visualizo más al fondo a la mujer demonio, la detestable esposa de su señor, él jamás entendería porque Samael había llegado al punto de casarse con la mujer… era bella, pero su carácter tan imprevisible como las llamas e igual de volátil la hacía más una bomba de tiempo. Su presencia a mitad de su magnifica obra no agrado nada al demonio pero prefirió concentrarse en lo suyo, debía hacer su trabajo antes de que todos estuviesen muertos.

Proyecto su voz en la mente de los desgraciados que yacían atrapados entre los escombros y el fuego, algunos experimentando la agonía de quemarse en vida.

“Esta es la protección que su Dios les da, esta es su piedad mis pobres criaturas, yo puedo salvarlos en cambio, de las llamas, del dolor y de la muerte, más sólo si aceptan la alianza con mi señor y conmigo mismo, un pacto con la piadosa obscuridad que se llevara su suplicio… el de ustedes y el de aquellos al que aman, miren a sus hijos, a sus esposos, mujeres y amigos, llevarán mi marca o perecerán por el fuego?”

No tardaron en surgir las primeras aceptaciones, a las que otras se sumaron en un clamor enloquecido, los gritos de dolor se unían a los “SALVAME A MI!”. Gregory sonrío mientras se hacia un corte en el dedo, marcando la frente del hombre más cercano, de inmediato sofoco el fuego que hacia arder la viga que lo atrapaba y la aparto como si fuese un palillo.

Samael ya no me cogía desprevenida, no como me pasó con aquel niño, por lo que cuando apareció el causante de todo, de cabello rubio supe que era el otro que le lamía el culo. Por lo que decidí quedarme observando, aunque me entraban ganas de llevarme aquellas almas para mi y no dejar ninguna al servicio de aquel estirado.

Me senté en lo que quedaba del altar viendo aquel teatro que hacía el niño, mientras el fuego parecía desaparecer a su paso, reí bajo y moviendo un poco un dedo hice que las personas que tenia mas cerca de mi ardieran antes de que el demonio llegara hasta ellos, al igual que me llevé el alma del cura para mi colección.

Gire la cabeza hacia la derecha viendo a una mujer con un niño de tres años llorando por lo que en un movimiento rápido hice desaparecer al niño para enviarlo a uno de mis orfanatos, para que le cuidaran mientras la mujer gritaba por su niño en vez de por su vida, reí malvada y un trozo del techo de la iglesia cayó encima de ella, enviando su alma al infierno.

Hizo un esfuerzo titánico para mantener la serenidad en su rostro, mientras su mente encontraba toda clase de motes para la mujer demonio, lamentaba profundamente no poder vomitárselos encima pero debía ser realista, era muy joven para una confrontación directa, sin embargo de aquí a unos años… como disfrutaría el momento en que su esencia fortalecida por su minucioso trabajo de cultivo y recolección superara la fuerza de la hembra de su amo.

“Se puede saber que haces aquí?” interrogo hablando telepáticamente con la mujer “echas a perder mi trabajo, no hice esto para que nadie muriera” no al menos al almas que sellaran su alianza con el, ya los que no… pues esos no le importaban ni mínimamente “estas haciendo cosas innecesarias…”

La verdad es que me aburría por lo que decidí molestar un poco al lame culos de Samael. Respondí a su pregunta con la cabeza ladeada y jugando con un mechón de mi cabello mientras seguía mirándole.
Hago lo que me da la gana, mocoso, me apetecía llevarme al niño para mis cosas.
Volví a reír y le mostré mis colmillos mientras seguía sentada y jugando con mi cabello mientras él se aguantaba el atacarme, tal vez.
Sin embargo a la próxima que me encontrara con aquel crío metamorfo jugaría un poco con él antes de dejar que volviera con aquel estúpido.

El rostro del muchacho se puso rojo de la ira, esa mujer lo exasperaba profundamente, jamás entendería como su amo llego a desposarla, era bella y poderosa pero actuaba como una irracional niña caprichuda, ella no veía más allá de su nariz, por eso no podía respetarla, aun si le explicase el trabajo que estaba realizando, la importancia de que esos desdichados vivieran, ella no lo entendería, así de estrecha era su mente.

- Señora Naamah – la llamo adrede de aquella manera, demarcando la diferencia de edades – debo darle las gracias por echar a perder toda una noche de arduo trabajo, sin duda su intervención ha sido de lo más oportuna – escupió con sarcasmo hasta de hacer una burlona reverencia – puede cosechar lo que haya quedado si le apetece, ya no son de mi interés – dijo caminando de regreso a la salida ignorando las suplicas de los vivos que aun estaban atrapados allí.

Solté una sonora carcajada al verle rojo por la ira que le había causado mi respuesta, caminaba y el fuego entraba en mi para dejar libres a los que quedaban enviando a las mujeres que estaban aun "sanas" a los locales de Caim como a algún hombre mientras aquel muchacho hablaba.

Siempre es un placer joder los planes de Samael, cuando le vayas a decir lo que he hecho le dices que a la próxima que quiera algo de mi, no me envié a aquel pajarillo suyo y que venga él mismo, no tengo porque hacer lo que a él le de la puta gana - respondí viendo como se iba.

Me acerque a los que casi ni podían moverse por las heridas que tenían, los iba a enviar al hospital de Amaury con el mensaje de que la señora del fuego había salvado sus almas de las garras del estirado de su esposo, me preguntaba la reacción que tendrían los dos.

Cuando estuve segura de que lo habían entendido en un movimiento de mi mano los hice desaparecer de allí para que aparecieran donde estaban aquellos guardias que una vez me dejaron pasar y Amaury les había regañado. Cuando no quedo nadie salí con tranquilidad de las ruinas de aquella iglesia mientras habían humanos mirando y los bomberos quedaban sorprendidos por aquellas llamas de fuego extrañas.