El diario de Lilith(Libre)

-No me toques las bolas, no sabes con quien te enfrentas.-dije sin mostrar siquiera un mínimo de mi esencia, pasando a pulsar el ascensor. Podía percibir el aroma de Atsushi impregnándolo todo, al bajar la cabeza vi sus huellas ensangrentadas. Eso era inconfundible en él, le gustaba el dolor en su cuerpo para mantenerse cuerdo y recordar que estaba vivo. También estaba el perfume de Hella, juraría que había pisado el lugar con él. Tal vez ambos me habían dejado nuevos archivos.

Me introduje en el ascensor, aunque chasqueé la lengua y carraspeé para que dos tortolitos dejaran de meterse mano allí mismo. Era un licántropo y un vampiro, ambos con un hijo de unos diez años, aunque aparentaba mucho menos. Esas carantoñas en público no las hacía ni yo, bueno yo me había tirado a mi pareja en el ascensor, pero fue por culpa de cierto niveles de hormonas. No lo hacía a diario. Ni siquiera veía a Hella hacer aquello. Pero la primavera era la primavera y todos parecían alterados.

-Buenas noches tito Ama.-dijo el chico sonriendo, recordándome un huevo a Román.

-Buenas noches Lucius.-dije relajándome para hablar al pequeño antes de dar al botón de la planta de la biblioteca.

Era incómodo estar con ese ahí, seguro que pensaba que toda esta hermandad era sólo porque teníamos enemigos comunes. Pero se equivocaba. Nosotros sólo queríamos ser libres, vivir tranquilos, como antes del 2012 pero... ¿qué va a saber un cretino que no ha vivido lo que yo he vivido? Ni siquiera era capaz de imaginar un mundo sin guerra, estaba seguro. Pero yo lo había vivido, aunque las sacudidas de mis padres eran peor que cualquier otra cosa.

Se abrió la puerta y frente a nosotros un pasillo oscuro apareció. El sonido de los ecos de vidas pasadas iban y venían. Se podían escuchar camillas, enfermeros que pedían medicamentos o vías, el llanto de familiares, y sin embargo yo pasaba por allí como si nada. El frío en aquella planta era contínuo, y eso que el final era la biblioteca y lo que podías hallar allí no era más que silencio.

Pasé varios controles antes de entrar, inclusive uno mágico cuyas palabras y hechizo sólo podíamos realizar aquellos que teníamos cierto conocimiento en la materia. Yo no era hechicero, pero sabía las palabras claves para entrar sin ser electrocutado. Al pasar dentro bajé las piedras que generaban ese poder para que pudiera pasar.

-Espera.-dije entrando entre las enormes galerías de libros, los había de todos los tamaños, colores y formas. Unos más viejos, otros más nuevos... incluso pergaminos. Pero había una vitrina que podía leerse "Escritos del Dios Oscuro, únicos en el mundo" Eran mis novelas, las cuales había hecho desaparecer, sólo quedaban esos ejemplares. Lo había hecho para ocultar mi identidad.

Pasé a la cámara acorazada, el lugar donde solía estar mejorando el estado de algunos libros. Cuando surgí lo hice con el libro entre mis manos, este estaba envuelto en un forro de tercipelo rojo.

-Este es.-dije dejándolo sobre la mesa.

Los frescos que había pintado junto a Marius parecían tan reales que parecían contemplarnos, razas y hombres de todas las épocas. Un bosque inmenso y unos licántropos observando. Tomé mi guitarra, una de tantas, y comencé a tocar. Le dejaría a él a solas observar el libro, pero yo no me alejaría demasiado. Me senté en una de las mesas y comencé a cantar tarareando bajo. Mi voz se podía sentir más inmortal de lo que era. En el fondo de la habitación se podía ver una imagen, el retrato del Dios Oscuro. Al cambiar de físico cambié los recuerdos de todos los que me conocieron gracias a sueños de Atsushi, acabó agotado, y bueno mi autoretrato quedó como la imagen del Líder.

https://www.youtube.com/watch?v=KOf-A74q4yw

Era bien bizarro ver a un ser como yo cantar una canción religiosa. Sin embargo, ese musical siempre me había gustado desde enano. Me recordaba a mi tío Rafael y a mi tío Miguel. Pronto estarían en mis filas.