Grandes negocios en juego. Privado

Finalmente había regresado Leviathan de sus viajes a Europa y yo me había librado de mis responsabilidades como padre. Durante algunos días había pensado en ofrecerle el cuidado a cualquier ama de cría, pero después sopesé en todos los enemigos que podían ver en mi hijo un botín suculento para sus venganzas. Aquella noche había logrado respirar aire puro lejos de mi mansión, cerca de uno de mis locales de lujo y con la esperanza de lograr un nuevo negocio que revitalizara mis antros.

Había diversificado mis negocios hacía unas semanas, ya no sólo era ocio nocturno. Poseía una cadena de restaurantes de bajo coste y otros de un lujo impecable, también había hallado la forma de introducirme como inversor en negocios de joyería y automoción. La energía oscura de esos negocios, junto a los habituales, provocaban que mi poder aumentara junto al de aquellos que estaban a mis servicios. Todos salíamos ganando de alguna forma.

Noches atrás había recibido un comunicado en un sobre verde con mi nombre inscrito en él. Me pareció una sutil llamada de atención por parte de su emisario, parecía desear despertar en mí cierta curiosidad que no solía saciar con facilidad. Mis dedos toscos abrieron aquel sobre con un rápido movimiento de muñeca, mientras mi ancha espalda se apoyaba en el sillón de ejecutivo del despacho de mi mansión. Mis ojos verdes escudriñaron con atención el papel blanco que se encontraba en su interior. Era un papel poco común, tan sólo ciertas personas tenían la delicadeza de usar buen papel para darse a conocer.

El contenido de la carta era breve y conciso, deseaba encontrarse conmigo en uno de mis locales de lujo y poder tener una animosa charla donde poner en práctica mis conocimientos junto a los suyos. Una charla de negocios que parecía poder ser fructífera, pues venía de la mano del propio Metistófeles. Sonreí de forma fría dejando la carta sobre la oscura mesa de diseño simple que poseía, dejando que mis manos se estiraran por ella hasta llegar a mi estilográfica y taco de hojas.

“Estimado Metistófeles,

Aprecio enormemente su interés sano hacia mis negocios. Supongo que una reunión en uno de mis hoteles de lujo será de su agrado. Creo que se sentirá cómodo en un lugar silencioso, lejos del ritmo alocado de los habituales centros de ocio que poseo. Le espero en mi hotel Paradise, el cual se encuentra ubicado en una de las zonas más lujosas de Los Ángeles.

Atentamente,

Presidente Infernal Caim.”

El hotel Paradise había sido un buen negocio, aunque era el ejemplo que en ocasiones mis planes se truncaban. Leviathan había yacido conmigo en aquellas paredes silenciosas llenas de lujo minimalista y había terminado gestando a nuestro vástago. Si bien, aquel pequeño sería de gran utilidad para mis planes y sabía que podía confiar plenamente en él.

Era un lugar donde la naturaleza se fundía con el blanco más pulcro, una enorme cascada se hallaba en el centro del edificio rodeada de una frondosa selva. Aquel pequeño jardín interior era una maravilla, aunque también lo eran los poemas que podían escucharse en nuestro idioma ocultos por la melodía de la jungla o de obras clásicas para instrumentos de cuerda y aire.

No sólo existían habitaciones donde dejarse llevar por los placeres y el pecado, también había una enorme sala de reuniones con la última tecnología. Poseía unas vistas excelentes y la naturaleza estaba presente, ofreciendo de esa forma una sensación de espacio abierto donde poder hacer negocios de forma relajada.

Me dirigía hacia el local, pretendía tropezarme con mi futuro socio o inversor en los metros cercanos al hotel, para así entrar juntos accediendo a la sala de inmediato. No era un hombre que gustara de rodeos, más bien deseaba ir al grano cuando se trataba de negocios importantes.

De un momento, sin el afán de ofender, sentí necesario etiquetar a este curioso Demonio con la palabra: Lujo.

Solía mencionarlo con frecuencia, y por supuesto, sus locales no defraudaban el significado de ello, el estilo era ciertamente agradable en más de un sentido, tenía buen gusto por la decoración, aunque llevando lo básico a un nivel más apartado y novedoso, naturalmente, jamás tuve la oportunidad de estar dentro de uno de sus negocios, dada mi apretada agenda de trabajo, que tenía como principal objetivo, la expansión de mis territorios en ciertos lugares estratégicos que futuramente convinieran a mis intereses, claro, sin alardear, puedo decir que soy un hombre de visión.

¿Tendría él, el mismo gusto a la hora de negociar?

Frente al edificio, estacione el Ferrari recién adquirido esta mañana, último modelo por supuesto, con algunas modificaciones propias a mi gusto y necesidades. Podría decirse que era único en su especie, algo material de lo cual enorgullecerme, por pura banalidad ciertamente.

Una vez terminado, me dirigí a la entrada de aquel lujoso hotel, admito era sumamente atrayente, enriquecido, me complacía, como amante del buen gusto y la elegancia, estar en el lugar. Posteriormente me acerque a la recepción para confirmar mi llegada, puesto que al parecer mi presencia no habría de haber sido anunciada con antelación.

-+- Buenas noches…-+- Salude cortésmente a la recepcionista que no dudo en ofrecerme la mejor de sus sonrisas. No pasaba de los 20 y tantos años, hermosa, cabellos de fuego y piel enternecedoramente pálida, sin mencionar que poseía unos hermosos ojos claros, pero en medio de toda esa belleza, sobresalía el aroma de su condición demoniaca, una prostituta cualquiera que seguramente, se vendía al mejor postor.

“El señor Caim, lo atenderá en unos momentos, por favor, sígame…” Respondió la mujer, misma que comenzó a caminar tras haber salido detrás del mostrador, conduciéndome hasta una sala mas enriquecida que la anterior, pulcramente pintada de blanco, un color que ciertamente, no me agradaba, pero que podía tolerar.

La sala de reuniones era… ofensivamente interesante. La mujer me dejo solo, no sin antes decirme algunas cosas, mismas a las que no preste atención del todo, solo tenía que esperar, y quizá tomar algo de lo predispuesto sobre una amplia mesa, que sería tabaco y vino. Algo que de momento, no me apetecía, pues estaba más entretenido observando la decoración del lugar mientras que mi estimado, hacia acto de presencia y al fin nos mirábamos las caras.

Me hallaba en el local cuando él entró. Las cámaras de seguridad le siguieron paso a paso sin perder un minúsculo detalle. Eran cámaras que no se podían apreciar a simple vista, pero sin duda ahí estaban obrando su mejor trabajo. Ellas eran mis ojos, oídos y sobre todo mis mejores amigas cuando quería saborear más concienzudamente la clientela. Estaba sentado en un amplio sillón ejecutivo negro, frente a una mesa de trabajo del mismo tono. Las paredes eran verdes con ciertos motivos selváticos, tonos que variaban según la luz que incidía sobre ella, y el suelo era de pulcro mármol blanco.

El blanco era un color que aparentaba nobleza, pureza, lealtad y un sin fin de cánticos a la magnanimidad y paz. Si lo había usado en mi local es porque deseaba que la escasa luz nocturna jugara con los muebles y plantas que ocupaban el edificio. Amaba centrarme en cada detalle, pues cualquier fallo en el diseño de los edificios podría traerme problemas con la satisfacción de la clientela.

Salí de aquel buró tomando varias carpetas donde había anotado algunas interesantes propuestas, las cuales pondría sobre la mesa dependiendo del cariz que tomaba la conversación. Entré con paso lento y algo tosco por mi aspecto, enfundado en uno de mis mejores trajes y con el aire de cualquier empresario, un aire serio y que no admite fallos en sus subordinados. Contemplé que tal como había pedido dejaran tabaco, algo de alcohol y algunas pequeñas delicias saladas por si deseaba tomar algo. Era un buen anfitrión y tenía que hacer gala de ello.

-Bienvenido Mefistófeles.

Mi voz gruesa rompió el silencio que había entre nosotros. Me acerqué a él estirando mi brazo derecho para ofrecerle mi mano. Un gesto muy común en los negocios, incluso en los nuestros, y que se realizaba por costumbre.

-Es un placer poder conversar con usted, será tal vez una reunión fructífera para ambos. Al menos, esa es mi intención y seguro que la suya. Por favor, tome asiento.

En aquella sala de juntas y reuniones particulares podía hallarse una mesa amplia de cristal, algo extensa y sin huella dactilar alguna, repartido a lo ancho y largo de esta había sillones ejecutivos de color verde botella. Eran idénticos al que había usado en mi cómodo despacho, aunque en un color distinto y sin brazos.

-+- Buenas noches…-+- Respondí girando levemente mi cuerpo una vez escuche la voz que hacia acto de presencia dentro de aquel recinto. Posteriormente estire mi brazo derecho para estrechar mi mano con la suya con firmeza, manteniendo en todo momento mi vista fija en la suya, muestra de seguridad.

-+- Ya le diré yo si ha sido un placer o no al termino de nuestra charla -+- Dije honesto, al tiempo que retiraba mi mano, para resguardarla dentro del respectivo bolsillo de mi pantalón, manteniendo el tabaco en mi otra mano procurando. Luego mi vista viajo de la suya a la mesa, notando lo excesivamente limpia que se encontraba, así como el resto de aquel lugar, me gustaba la limpieza, sin embargo, comenzaba a creer que este sujeto, era una especie de aficionado a ella.

Avance luego hasta uno de aquellos cómodos sillones, de ese peculiar color, que en nada estaba mal, solo era curioso, dado que generalmente, dígase, lo típico, eran sillones de color negro o cualquier otro color sobrio y elegante. Tome asiento, no sin antes apagar el cigarrillo que portaba en uno de los ceniceros cercanos a mí.

-+- Entonces, vamos al grano-+- Inicie adoptando una postura más seria y profesional. -+- Estoy buscando expandir mis territorios, debo decir que tengo bastantes en puntos estratégicos alrededor del mundo, lo cual hasta ahora, me ha dado mucha satisfacción, pero… no tengo alguno en Los Ángeles… y estaba buscando la sensible posibilidad de comprar alguno de sus terrenos para así poder realizar al fin un proyecto que he venido ideando desde hace ya un tiempo atrás…-+- Conté mis intenciones con claridad, sin dejar de lado algún punto en especial, haciéndole saber mis intenciones de una manera franca y sumamente directa.

-+- Estoy dispuesto a negociar el precio… -+- Finalice de momento, entrelazando los dedos de mis manos, solo unos segundos, pues posteriormente recline mi espalda sobre el sillón en una pose un tanto más relajada.

Los negocios que conseguía para reformar, desde los cimientos hasta el más mínimo y estúpido detalle como el jabón de manos de los aseos y el color del papel higiénico, eran conseguidos mediante extorsión, engaños, compra de almas y venta de mentiras enfundadas en contratos multimillonarios. Nadie llegaba a cobrar las fuertes sumas de dinero, y si lo hacían morían a los pocos días debido a los excesos que estos billetes provocaban en ellos. No hay nada peor que un contrato con un demonio cuando eres un frágil humano, un inepto vampiro, un maldito lobo o un ingenuo hechicero.

-Poseo varios solares en la zona, estaba pensando ubicar dos casinos y un hotel.

Uno de los solares había pertenecido a un demonio de clase inferior, el cual hizo tratos conmigo bastante suculentos. Únicamente trataba bien a mis negociantes cuando eran demonios, si eran de otra raza terminaban muertos o cercanos al día del juicio final. Había dejado claro que deseaba seguir siendo partícipe en el nuevo negocio, tan sólo pedía eso y un poco de seguridad para su vida diaria. No era demasiado y lo concedí. Era como un mago de sueños infantiles para los de mi clase, una maldita pesadilla para el resto.

-El más interesante había decidido convertirlo en casino con cabaret. En este se ofrecerían múltiples y variados espectáculos, no sólo eróticos por supuesto, junto a una gran gama de juegos para la diversión de todo aquel que traspasara las puertas de mi local.

Tomé una de las carpetas para que observara los planos, la maqueta y por supuesto el terreno. Era un lugar importante. El local que se había edificado allí ya no existía y poseía unas buenas vistas a toda la ciudad. Deseaba que algo espectacular sucediera en esa calle, era una de las pocas que no había conquistado y esta vez sería para hacer un gran negocio.

-Podría ofrecerle este terrero, pero debería aceptar a un sujeto curioso que va en el lote. El dueño del local es uno de nuestros hermanos, un hombre de aspecto frágil y nervioso, pero sin duda alguien que conoce bien el territorio.

Clavé mis ojos en él penetrando más allá de la pupila y el iris, iba en busca de sus sensaciones y del color de su aura. En él podía leer multitud de recorridos en este mundo, no era una lectura de mentes sino las sensaciones que podía tener el negocio sobre él.

-Aunque sería una pena desperdiciar el territorio, al menos para mí debido a mi proyecto y el tiempo invertido. Le propongo que lleguemos a un acuerdo, tal le gustaría ser socio en este pequeño terreno y de forma gratuita le ofrecería otro menos valioso.

Saqué otra de las carpetas, justo donde iba a ir edificado un pequeño casino. Más que un casino era un bingo. Era un lugar pequeño pero lujoso, un territorio menos amplio pero bien situado. No estaba muy lejos del territorio que le ofrecía. Los terrenos habían sido comprados a un estúpido vampiro, justo fue conmigo Taker a realizar la visita de cortesía. Las vísceras fue bastante difícil de sacar del papel decorativo de la pared. No quiso vender y yo quería comprar, no pudimos llegar a un acuerdo.

-Ya ha sido demolido, tan sólo tendría que decirme si desea que ayude a edificar. Mis chicos son excelentes a la hora de crear un ambiente acorde con el negocio a ofrecer.

Mis chicos, mis hijos. No sólo eran los mejores barman de la ciudad, las chicas más sensuales, los mejores en los juegos de azar o grandes asesinos a sueldo. Eran grandes guerreros y grandes constructores. En dos noches podía estar el negocio, todo gracias a los poderes de mis bastardos.

Después de analizar un momento las ofertas dadas, tome una decisión, la cual ante mi juicio incluso parecía descabellada, prácticamente, estaba jugando con fuego, sin embargo, he de reconocer que siempre he sido un hombre de retos, por muy difíciles que estos seas, suelo tomar la iniciativa y llegar hasta donde sea necesario para conseguir mis fines.

-+- He llegado a la conclusión… mejor dicho, he decidido convertirme en su socio… socio mayoritario si así lo prefiere, tengo el suficiente capital como para invertir en sus proyectos venideros…-+- Respondí levantándome para permitirme servir vino en dos copas, por supuesto una para él y otro más para mí.

-+- Y también deseo el terreno aquel… tengo planes para el sin duda alguna…-+- Deposite una de las copas frente suya. Mientras bebía un trago despreocupadamente. Ese local me serviría para algo mas, quizás no para un bingo, mejor que eso, pensaba darme un capricho después de tanto tiempo, sería el mejor lugar dedicado a ese rubro.

-+- ¿Disfruta del teatro, Caim?...-+- Formule luego de tomar asiento nuevamente. Cruzando cómodamente las piernas mientras mecía el contenido de mi copa observando la figura de quien dentro de poco seria sin duda alguna, mi socio, a menos de que algo saliera mal y le hiciera declinar.

-+- Una de mis grandes pasiones, es el Teatro, amo las caracterizaciones trágicas, la tragicomedia entre otros…tengo deseos de construir un Teatro, pero uno realmente innovador…sin dejar de lado lo esencial del mismo…-+- Fui diciendo mientras en mi mente iba trazando las edificaciones, los arreglos, idealizando incluso el que sería el escenario, el juego de luces, cada minúsculo detalle fraguado en mi mente, predispuestos para ser llevados a la realidad en cuanto se diera la oportunidad.

-+- Yo tengo constructores eficaces y de entera confianza, no se preocupe por ese detalle…-+- Respondí ante aquella anterior oferta. Esos hombres en su mayoría humanos, estaban conmigo desde hace ya un tiempo, sus almas me pertenecían, y siendo lo habilidosos que eran en el ramo de la construcción, no dudada un segundo en darles dicha tarea según se diera el proyecto.

-+- ¿Entonces? ¿Qué opina?...-+- Cuestione finalmente, silenciando mis labios en espera de su pronta respuesta, teniendo por asentado el no, mas con toda la disposición de cambiarlo por un si.

-+- Por cierto...¿De quien estamos hablando? Me refiero al sujeto que viene incluido que hubo descrito hace momentos atrás...-+- Tuve cierto interés en saber de quien se trataba.

Mis negocios funcionaban en sus distintas especialidades, por supuesto no sólo tenía salones de ocio y lucrativos hoteles. Desde hacía aproximadamente un mes poseía una cadena de restaurantes, algunos eran muy familiares y otros eran simplemente la lujuria caminando con una minifalda extremadamente escueta. Billares, boleras, recreativos, casinos, ferias de arte o una pequeña lavandería donde conseguía la información necesaria que de otra forma no hallaría. No todo era lujo, diversión y champaña en una copa de bohemia. Sin embargo, jamás había reparado en el teatro puesto que ese tipo de espectáculos me agradaba observarlos pero no ser el dueño. Sabía como de volubles podían ser los actores y realmente yo no tenía paciencia asegurada para soportar las insuflas de las estrellas. Mis negocios los llevaba de primera mano, no me agradaba que otro husmeara.

-Un teatro es una apuesta tentadora, sin embargo puede ser un quebradero de cabeza para buscar buenos actores y obras célebres adaptadas a estos siglos.

Era muy meticuloso en mis negocios, pero si él no lo era era su problema y no el mío. Mis locales se situaban tras días de proyectos, observar qué seres pueden ser tentados en la zona y cuales son sus pecados más cercanos a su alma.

-Un segundo.

Desplacé una pequeña placa metálica que se encontraba en la mesa, dejando al descubierto un pequeño interfono. Apreté uno de los botones hundiendo casi en su totalidad aquella almohadilla.

-Señorita Eliza, por favor haga que pase el señor Geffen.

-En diez minutos estará con ustedes.

Su voz era cálida, su aspecto deseable y sus ojos eran idénticos a los míos. Mis hijos pululaban por mis locales siendo mis ojos, mis oídos y demostrando que no había nada mejor que tener cierta ambición en sus venas. Sin embargo, me idolatraban como ocurría con el menor de todos ellos. No había hijo mío que no admirara mis conocimientos y que no se sintiera orgulloso de ser parte de mi progenie.

-En unos minutos conocerá al sujeto, se encuentra en mi local terminando ciertos datos que he pedido para las siguientes noches. He pensado que lo mejor era asegurarse por completo de las amenazas que podían surgir.

No tardó siquiera los diez minutos de rigor, llegó nada más finalizar mi intervención tras su llamada. Golpeó la puerta esperando que dejara que pasara dentro, con nosotros, y no tuvo que aguardar demasiado pues le concedí el permiso ya que le esperábamos.

-Buenas noches.

Su tono de voz era áspero y sus ojos pequeños brillaban como monedas de oro, eran dorados y llamativos. Poseía una melena blanca y pulcra, de pelo fino, bien recogida con una gomilla negra. Era delgado, aunque podría decir que prácticamente era huesos, y poseía una edad similar a la de un hombre de cuarenta años por aspecto.

-Geffen, le presento a mi colega Mephistofeles. Él ha preguntado por usted y he pensado que presentarlos sería lo oportuno.

-

Puede que tuviera razón en cuanto a lo de encontrar buenos actores que fueran versátiles, de forma que se adaptaran con fidelidad a la psicología del personaje que habrían de representar durante su tiempo de contrato. Pero sabiendo buscar, no era ningún problema, en la tierra, se encontraban seres humanos y de algunas otras razas con pasión y entrega, que siendo bien estimulados, no dudaban más de una vez en aceptar las ofertas, especialmente si los alejabas de la ruina total en la que solían terminar por no saber administrar sus posesiones y riquezas, o bien por adicciones que comúnmente poseían.

Mientras él hacia aquello, medite un segundo las cosas, las actuales y las que vendrían, y algunos otros asuntos pendientes que tenia con ciertas personas. Más de nuevo la Voz de Caim me devolvió a la realidad.

-+- Siempre es bueno anticiparse a los hechos, creo que en eso tenemos algo en común…-+- Respondí a su comentario al tiempo que soltaba suavemente el humo del cigarrillo que estaba fumando, posando la vista en el peculiar color de sus ojos, mismo que tenia aquella mujer, suponiendo que era una especie de creación suya. Algo que me arranco una leve sonrisa, dado que hacia algunas noches, un sujeto el cual era mi amante ocasional, me cuestiono sobre paternidad, algo que hasta la fecha, jamás había experimentado, dado que no encontraba un candidato idóneo para llevar en su vientre mi estirpe.

Al poco tiempo, se hizo presente el cual sería mí… ¿Socio? O mejor podría llamarle, ¿Espía? Algo me decía que ese sujeto de apariencia cadavérica y desagradable, sería una especie de perro que me mantendría vigilado durante lo que sería mi convivencia con Caim en ese proyecto.

Solo lo intuía.

-+- Buenas noches…-+- Me puse de pie y extendí mi mano derecha hacia la del sujeto aquel, en espera de que me correspondiera el saludo.

-+- Sera un placer trabajar con usted…siempre y cuando no entorpezca mi trabajo de ninguna forma…-+- Aclare mirando sus ojos en todo momento, seguro de lo que decía, con una pequeña amenaza oculta en mis palabras.

-+- ¿Cuál será su labor exactamente, Caim? -+- Cuestione mirando al susodicho, haciendo referencia al esqueleto andante. No es que tuviera objeción alguna referente a ello, solo deseaba estar un tanto informado de las labores que desempeñaría ese hombre durante la realización del proyecto en aquel terreno.

Su aspecto demacrado por los años de mala vida, los cuales también degradaban su espectro y por lo tanto su apariencia, eran símbolo de ser un perro adiestrado y ofrecernos la mejor labor posible. No usaría al demonio como espía para Mefistofeles, pero sí para aquellos que cayeran en su negocio. Era meticuloso con ciertos aspectos, sobre todo cuando tenía que ver con ciertos seres que pululaban a sus anchas por el mundo igual que nosotros. Si iba a ser mi socio deseaba que su negocio no decayera gracias a emplumados y otros demonios de rango inferior, los cuales se dedicaban a tomar algo más que las migajas que les dejábamos.

Geffen era un hombre sabio y meticuloso, había dado con él gracias a uno de mis hombres. Había investigado su vida, negocios y escuchado con calma el relato de esta por sus propios labios. Era un hombre elegante, cortés y serio. Su aspecto calavérico no me importaba en lo más mínimo, no buscaba satisfacerme con hermosos muñecos de porcelana porque ese no era el motivo por el cual lo quería cerca de mi. Mi hijo merecía un futuro prometedor y tener mejores alianzas me hacía tener menos enemigos para él, cuanto menos enemigos y más aliados mejor sería para mis planes futuros. No me gustaba dejar cavos sueltos.

-Aconsejarlo, de la mejor forma posible. Él conoce las calles, los mejores aliados posibles y sobre todo es alguien que no desperdicia su tiempo en ocio simple.

Coloqué mi mano derecha, gigantesca y gruesa, sobre los estrechos hombros, los cuales parecían mucho más minúsculos y huesudos mientras le estrechaba presionando mis dedos. La mano izquierda fue también a su hombro izquierdo, dejándome a mí tras él. Era imponente con respecto al alfeñique que le presentaba, sin embargo su fuerza e inteligencia eran soberbias. Fue un placer hacer tratos con él. Aunque esperaba que no volviera a enamorarse y eso le consumiera hasta desaparecer, en estos tiempos parecía mucho más sensato y había salido escarmentado. El amor es el peor sentimiento que puedes llegar a profesar hacia otros, te vuelve débil.

-Intentaré que su negocio funcione, si lo desea puedo ser parte de la seguridad del local e incluso puedo llevar las cuentas. Soy alguien eficiente, Caim puede asegurarlo.

-Así es, es alguien eficiente. Evitará que indeseables mermen su negocio, pues los negocios son importantes para seres como nosotros. ¿No es así?

-+- Confiare en vuestro Jefe, dejando que usted, Geffen, se encargue de las relaciones sociales, y la seguridad, presiento que no me arrepentiré… además, detesto sobre todo tratar con cerdos hipócritas, lamento dejarle el trabajo sucio a usted, pero creo que tiene más paciencia para ello…-+- Respondí a ambos honestamente.

-+- Tome mi tarjeta, en ella vienen los datos necesarios para que pueda contactar conmigo cuando así lo precise, no siempre estaré disponible, pues viajo constantemente, soy hombre ocupado, y tengo otros menesteres que suelo tratar personalmente -+- Señale entregándole al sujeto en cuestión, mi tarjeta de presentación, totalmente negra con letras metálicas rojas, mas ante todo, elegantes.

-+- Mañana a primera hora, viajo a Arabia, a cobrar algunas deudas pendientes, que deje para último momento -+- Puntualice. Dejando el cigarrillo terminara de consumirse sobre el cenicero. Por un momento sentí que lo que estaba haciendo era como ponerme la soga al cuello, mas luego negué, no estaba traicionando a nadie, tampoco siendo espía para nadie, simplemente velando por mis intereses venideros, mover el dinero que tenia me satisfacía, además, me gustaban los retos, si estaba jugando con fuego, como me dijo alguna persona, era lo de menos, aceptaría quemarme sin objeción.

-+- Entonces Caim, ¿Cerramos el trato? ¿Algo que desee agregar? -+- Finalice mirando directamente a los ojos al antes mencionado. Si deseaba tratar los otros detalles de la edificación, por mi no había problema alguno, dado que pude apreciar con detalles la maqueta del mismo, de nuevo, no dejaba que desear, sería un buen lugar, dada la exquisitez y elegancia que iría a poseer el mismo.

Su forma de desenvolverse de forma elegante era sumamente agradable, actualmente los demonios y ángeles caídos creían que ser un gran líder, o un oponente digno, debía pasar por desagradables incidentes y macabros actos de locura. Nosotros debíamos guardar las formas, ser precavidos y usar los dones que nuestra especie había amasado durante generaciones. Ángeles caídos con cierto pedigrí y demonios éramos sin duda los reyes de este mundo, los líderes en la sombra, y aunque me molestara tendría que cargar con el peso de Lucifer. Últimamente me sentía decepcionado y apático con sus planes y sus movimientos en su tablero, usaba a todos con desprecio y el desprecio generaba desconfianza, asco y en ocasiones irritación. Quizás se encontraba con la desagradable sorpresa de una rebelión en sus filas, pues muchos como yo mismo me sentía agitado. Mefistofeles sin duda era una clara muestra de sabiduría y buenas maneras, algo muy agradable y que últimamente escaseaba. Me preguntaba si Lucifer dejaría de ser un caprichoso estrafalario y empezaría por poner orden, pues ya estaba comenzando a impacientarme y asquearme de los murmullos que llegaban a mí.

-Elegante tarjeta, siempre he pensado que el negro es sumamente agradable a la vista.

Un halago siempre venía bien, era parte del ritual de cualquier hombre de negocios que se precie. Mis tarjetas eran negras pero poseían unas letras más sobrias y en tonos verdes cambiantes según la luz que se incidiera en ellas. Muchos pensarían que aquellos pequeños trozos de papel no valían absolutamente nada, pues en los tiempos que corrían era mucho más eficaz ciertas tecnologías. Sin embargo, poseían un valor mucho más allá de un trozo de cartón. No había nada como los viejos gestos para saber con quién tratabas.

-Sólo deseo añadir que haremos ciertos estudios de zona para usted, así como diseñaremos varias fachadas acorde a su negocio. Cuando nos volvamos a ver quizás pueda elegir alguna de ellas, así tendrá menos que pensar y el trabajo se le hará mucho más sencillo. Es un ofrecimiento sin costo añadido.

Geffen no dijo nada, tan sólo guardó la tarjeta y con un gesto cortés agradeció poseer un teléfono y dirección, aunque bien podía rastrearlo y conseguir aquella información con rapidez. Permanecí de pie junto a él extendiendo mi mano para cerrar el acuerdo, nuestro empleado en silencio dio un par de pasos hacia atrás como si fuera un mayordomo intentando guardar un segundo plano.

-+- Aunque para muchos, el negro no sea un color, es el que más tengo por gusto en utilizar -+- Respondí ante el elogio, inclinando muy leve, pero perceptible ante sus ojos, mi cabeza en agradecimiento.

En este preciso momento cuestionaba el hecho de que algunos conocidos temieran a quien estaba frente a mí, ahora a punto de cerrar un trato. Naturalmente yo no sentía miedo, sino respeto por su presencia y capacidad de razonamiento, siempre era agradable apreciar seres con inteligencia más allá a las de su especie y que rompiera con los estándares autoimpuestos por la mayoría de ellos ante los demás.

Lucifer solía mofarse de las buenas maneras y costumbres. Decía que era gasto de saliva y energías, cuando en realidad, era la mejor de las formas para efectuar tratos seguros, al menos un poco más, que siendo déspotas y descorteces. A diferencia suya, siempre he estado consciente de mis capacidades y limitaciones, para mi raramente existe el “Mejor” o el “Peor” tengo bien presente que cada uno tiene los dones necesarios para su camino individual.

“El poder de la gacela está en la habilidad de sus patas. El poder de la gaviota está en su puntería para alcanzar al pez. El tigre no teme a la hiena, porque es consciente de su fuerza.”

-+- Estoy de acuerdo con ello, el resto de los detalles podríamos verlos en otra ocasión, esta vez en una de mis propiedades, solo si le parece -+- Estreche firmemente la mano de Caim, procurando en todo momento mantener el contacto visual. Al parecer la reunión de negocios había finalizado antes de lo esperado, dado que ambos fuimos directo al grano sin rodeos.

-+- Agradezco también su colaboración, Geffen -+- Añadí soltando finalmente la mano del moreno. Guardando la misma en el respectivo bolsillo de mi pantalón.

-+- ¿Tiene tiempo Caim? Me apetece invitarle un trago, fuera de negocios, a menos de que tenga algo mejor que hacer ahora mismo…-+- Realmente me apetecía un poco de distracción. Desafortunadamente no había tenido tiempo para ello durante dos semanas seguidas, era un ir y venir con asuntos laborales y de mi propio beneficio.

El acuerdo había sido rápido y eficaz. Me agradaban las personas que sabían cuales eran sus deseos y posibilidades. Durante algunas horas había meditado los proyectos que podía llegar a interesarle, pensé en la personalidad y negocios que poseía. Había sido informado sobre su forma de negociar y conversar. Siempre investigaba a las personas con las cuales me reunía para ofrecerle el mejor trato y unas cómodas condiciones. Si bien, algunos pecados habían llegado hasta a mí de forma improvista y tuve que usar tácticas poco habituales.

-Me retiro sir Caim.

-De acuerdo, tenga buena noche Geffen.

Se alejó de espaldas acabando con una leve y cortés reverencia, justo antes de cerrar la puerta dejándonos a solas. Los blancos cabellos de nuestro hombre de confianza se movieron lentamente, igual que sus pies que no emitieron sonido alguno. Geffen no le defraudaría, sería un sirviente eficaz y un hombre como él necesitaría un consejero leal y letal. En ciertos aspectos Geffen era parecido a Lambert.

Dorian Lambert era un genio maligno con una sonrisa seductora y unos modales impecables. Pronto muchos darían buena cuenta de las sobradas aptitudes del muchacho que era sangre de mi sangre, pues era el hijo de una de mis más maravillosas y carismáticas hijas. Una de mis escasas hijas con dotes de mando, la cual llevaba uno de mis mejores locales en París. No amaba a mis hijos, pero les tenía el mismo orgullo y trato que a mis mejores hombres.

-Conozco un local lejos de esta ciudad, un lugar donde puede dejarse llevar por un encanto diferente.

El buen vino francés cultivado de las cepas selectas de mis viñas se servían en copas delicadas de bohemia, un cristal que ayudaba a saborear el vino que se vertía en los gaznates de los hombres y mujeres más elegantes, poderosos y estúpidos. Grandes empresarios humanos se relacionaban conmigo en el local bajo la tenue luz, agradables y sensuales espectáculos de blues, confortable mobiliario y hermosos camareros que no tenían reparo en ofrecer sus conocimientos vinícolas, artísticos o políticos. Mis hijos no eran sólo carne, sudor y sexo. Eran guerreros eficientes y excelentes informadores.
Sin embargo, si ellos morían no me importaba. El único que no debía morir y mantenerse a mi lado era Lugh. El orgullo que poseía hacia mis hijos era coherente, salvo el que caía sobre la rubia y rizada cabellera de aquel saco de babas. Sabía que sería un hombre eficiente y un compañero de batalla. Por su culpa tenía que soportar los lloros, golpes y calambrazos de Leviathan. Sin duda era un precio escaso para algo tan valioso.

-¿Desea una copa en un local tranquilo con blues de fondo? Así conocerá algo más sobre mis negocios, no todos son sexo, drogas y juegos de azahar. Pues no todos son lupanares y casinos.

Miré al sujeto irse sin mucho interés, mas del que le daría conforme iniciáramos a tratarnos. Prontamente, mi mente comenzó a trabajar en las miles de posibilidades que tenía para alzar un Teatro único y por supuesto, con novedades que lo volviera una digna atracción a mi nombre. Más también tenía otros asuntos que atender, con el resto de mis empresas, problemas con ciertos sujetos. Algún celestial que en definitiva, no me agradaba y que buscaba alejarlo del mapa, tenía que alejarlo…

Posteriormente encare una de mis cejas más que la otra, al escuchar su propuesta.

-+- Me gustaría, siempre es agradable poder experimentar -+- Respondí guardando ahora ambas manos en los respectivos bolsillos de mi pantalón. Estaba más relajado, puesto que lo ameritaba la charla, el tiempo de los negocios había acabado, así que no había motivo alguno para estar tan rígido.

-+- Blues… ciertamente, tengo mucho de no escuchar Blues…-+- Con ello respondía afirmativamente a su pregunta formulada. Me gustaba el Blues, aunque mis gustos musicales se centraban en la Trova de artistas humanos, mas de alguno ya tenía su alma vendida conmigo, a cambio de fama e inspiración, lo más común que pedían. Era extraño aquel que pedía felicidad por ejemplo, ya me había tocado uno, ahora su alma estaba dentro de mi extensa colección, como una de las especiales.

-+- ¿Y donde es realmente a dónde iremos? Dijo que fuera de la ciudad…-+- Quise saber observando de vez en cuando el aspecto de la sala de reuniones. Si salíamos fuera de la ciudad, sería tan fácil como abrir un portal e inmediatamente aparecer allá, el poder Manipular el tiempo y el espacio, era una de mis grandes ventajas, que no solía despilfarrar del todo.

Spoiler:

-París, es un local situado en una de las nuevas avenidas de la ciudad del espectáculo, sexo y glamour. Para muchos es como la Meca para los musulmanes, igual que para los adictos al juego pueden ser las Vegas y para los amantes de los buenos trajes viajan a Italia para encontrarse con los mejores sastres. París tiene un agradable toque vanguardista y único que me hizo instaurar ciertos negocios, todos muy diversos.

Comenté acomodando uno de mis gemelos. Sabía que si iba a Italia podía toparme con Leviathan, había hecho que se fuera de mi lado por unos días. Necesitaba despejarme sin sus lloros, gritos y muestras desagradables de afecto. Quería un momento de calma en mi hogar descorchando uno de mis vinos y escuchando a lo lejos el agradable murmullo del silencio. Sin embargo, extrañamente echaba de menos hacerle estallar y estar en casa seria soportar los llantos de la pequeña criatura que osábamos cuidar. No veía la hora en la cual creciera y dejara de ser un cúmulo de carne, huesos y babas.

-Permítame, Mefistófeles.

Dije alargando mi mano derecha hasta su hombro izquierdo. No hice presión alguna, tan sólo lo tomé para teletrasportarme junto a él a mi local. Era mucho más cómodo que las incansables horas en un reducido aparato metálico que podía acabar en medio del océano. Además, era una salida rápida e interesante. Tal vez me permitiría conocer mejor a mi nuevo socio, mucho más allá de los informes y habladurías que había sobre él.

-Deje que la música y la bebida le hagan olvidar la extraña estupidez que parece envenenar incluso a los de nuestra especie, este lugar está hecho para el confort.

Di un par de pasos por una galería con luz ténue y paredes forradas con rojo satén, el suelo poseía una alfombra de color negro que daba a unas cortinas plegadas. Estas eran rojas, un tono idéntico al forro que poseían los muros del edificio. Dentro nos esperaban luces igual de tenues, paredes desnudas de cualquier adorno salvo pequeños candelabros eléctricos. Las molduras del techo eran simples y este era en forma de bóveda. Frente a la puerta, en el otro extremo del local, estaba el escenario. Las mesas y sillas estaban dispuestas entorno al escenario, mientras que cerca de la puerta se hallaba la barra esperando servir las mejores copas de cocktelería y vino de mis viñedos.

El blues que cantaba una sensual mujer de ojos verdes parecía encandilar a todos. Ella era la madre de Dorian, una de mis más admiradas hijas. Sentía orgullo, pero no amor. El orgullo que tenía hacia mis hombres, mis hijos, era comparado al que tenía hacia otras criaturas similares a ellos de mi mismo rango.

-Tomemos asiento allá, hay una mesa libre.

Era cerca del escenario, aunque un sitio discreto. Las mesas redondas y negras de patas sinuosas eran bastante similares a las que usaba en uno de mis antros de España. Los asistentes se hallaban arrojados sobre estas completamente ensimismados. Nosotros no nos veríamos afectados por su voz, su hechizo.

Call me - Janis

¿Saben?

Algo de lo que podría estar sinceramente embelesado, era de la ingeniosa capacidad de Caim para hablar y describir sus propiedades. Con aquel gusto y orgullo, que para alguno sonaría pretencioso, hasta ególatra. Sin embargo, no era tanto como egolatría, sino orgullo por su capacidad de elaborar las cosas al margen y de forma exacta, cuidando hasta el más mínimo de los detalles, meticuloso y hasta exagerado, pero sin perder la elegancia y las viejas costumbres.

Algo que difícilmente se podía admirar hoy día. Y ojo con lo que digo, no estaba siendo lameculos, mucho menos. Se reconocer cuando un sujeto sabe utilizar hasta el mínimo de sus recursos con maestría y complejidad, sin dejar de lado lo básico.

Utilizo el mismo medio que utilizaba yo para desplazarme por el mundo, era mucho mas cómodo y rápido. Ahorraba viáticos que bien podía invertir en las empresas y/o en darme algunos caprichos, que bien merecidos los tenia. Actualmente por mi cabeza rondaba por una lujosa mansión en la playa, o bien una isla, para tenerla a mi disposición en el momento que quisiera, igualmente podría construir en ella algún atractivo turístico y sacarle provecho al fin de cuentas, la humanidad de momento no se extinguiría, dada la lucha de poderes que se estaba recreando en el propio infierno, mientras eso sucedía, yo no paraba de engrandecer mis monopolios, pactando con seres de interés y sabiduría, asociándome con todo aquel que pudiera darme algo sin yo tener que devolver mucho.

-+- Es lo que pretendo… relajarme por esta noche…-+- Respondí una vez que llegamos. Inmediatamente mis ojos se toparan con un nuevo local, hermoso y elegante, acorde a la ciudad en la cual se encontraba establecido. Sin olvidar que sus trabajadores eran personas generosamente atractivas y con esos característicos ojos verdes, propios del padre. Me relajaría, más eso no quiere decir que bajaría la guardia, por mucho que fuéramos socios, tenía que guardar las distancias sin ser tan obvio.

Conforme avanzábamos por el pasillo, fue admirando con lujo de detalle la estructura, así como los adornos y el recubrimiento del local. Lleve en todo momento las manos dentro de los respectivos bolsillos del pantalón. Hasta que finalmente llegamos a donde el escenario. La mujer que cantaba era encantadora, más un tanto mustia, salvo sus ojos y su voz, que entonaba aquella melodía romántica con maestría.

-+- Claro…-+- Dije caminando hacia donde aquella mesa, siendo el primero en tomar asiento, y sentirme como, en espera de que alguno de los empleados viniera a atendernos. Mientras ello sucedía, me pude percatar de lo que acontecía, hombres y mujeres quedaban como hipnotizados por el canto de la mujer, como si de un mágico hechizo se tratara. Afortunadamente me sentía inmune a sus “encantos”.

-+- Interesante forma de mantener a la clientela, consumiendo hasta explotar…-+- Comente sonriendo de forma ladina.

Cada pensamiento tóxico, alma envenenada y sentimientos llenos de dulce odio alimentaban las piedras que se encontraban en la base de cada local. Estas piedras imantadas nos permitían tomar mayor control y dominio de nuestras habilidades, era como bajar directamente al infierno y sentirnos como en nuestro hogar. Muchos de mis locales poseían salvoconductos secretos para clientes infernales, como mi nuevo socio, donde disfrutar del poder de cada artefacto. Además, la energía era canalizada a los infiernos y estaban en contacto con ambos mundos. Sin duda, un negocio fructífero.

-Nos alimentamos de oscuridad, amigo mío. Hay que conseguir alimentar nuestras almas con aquellos que no poseen escrúpulos para ofrecerlas como si fueran papel mojado.

La voz de mi criatura era como una sirena que adormecía los sentidos, evitando que la presencia de demonios perturbaran a los humanos presentes. Ellos parecían desconocer los tratos que se llevaban a cabo, inclusive pecaban de inocente pensando que allí estarían seguros. No había nada más glorioso que quitarle un caramelo a un niño sin que este siquiera pudiera protestar.

-Hay que saber obsequiar a las almas un poco de crueldad, malicia y por supuesto ese carismático toque retorcido que todos poseemos y que alienta a nuestros pecados.

Noté como su actuación finalizaba y se deslizaba lentamente por el escenario hacia la parte de la escalerilla. Sus pies parecían pequeños y diminutos puntos blancos bajo aquel estrecho traje, el cual envolvía perfectamente su figura. Sus cabellos dorados caían sobre sus hombros y rozaban su cintura. Aquellos enormes ojos verdes se centraron en nosotros antes de esbozar una cálida sonrisa propia de una serpiente.

-Caim, es un honor que usted venga a visitarnos. Hacía más de un mes que no podíamos contar con su presencia.

Su voz era suave pero poseía unos matices fuertes. Sus manos se movían con sutileza para quedar a ambos lados de su cuerpo. Aquella sonrisa fría era idéntica a la mía.

-Haré que el servicio de buena cuenta de ambos, pediré que traigan el mejor vino y si lo desean algún pequeño aperitivo. Estamos intentando diversificar el negocio y aumentando la clientela.

-¿Qué tipo de aperitivos?

Había llegado a mí un informe de cierto tipo de canapes, aunque no habían especificado demasiado en los datos. Tan sólo decían que eran pequeños caprichos de alta cocina.

-Carnes de ave, vacuno y porcino así como pescados. Todo bien salteado con verduras y cremas, algunas picantes. También poseemos distintas mezclas de queso francés, como de cremosos quesos españoles. Eso son los ingredientes principales, después está la masa de pan que depende de la consistencia que se precise.

Asentía a sus palabras mientras la observaba. Sabía encontrar el punto a lo perfecto.

-Traiga algunos de verdura y queso, por favor.

La carne a estas horas podía ser pesado, pero algo liviano como un poco de queso o verduras podía llegar a ser bastante digestivo. Podía pasar sin alimentarme, pero la comida humana siempre me había llamado poderosamente la atención.