Volcanes que entran en erupción +18

Había oído que un volcán de Europa parecía estar a punto de reactivarse, tras bastante tiempo en silencio, con lo que decidí ir a echar un vistazo, ya que todo lo que implicase fuego era de lo más atractivo para mí. Al estar en Los Ángeles me convertí en cuervo para llegar en poco tiempo a mi destino. Estaba seguro de que no habría humanos cerca que pudiesen sufrir un ligero infarto al ver un cuervo convertirse en humano, o al menos en algo parecido. Aquellos seres insignificantes huían lo más rápidamente posible en cuanto algo se salía de lo normal, y presenciar la erupción de un volcán no era precisamente uno de sus mayores hobbies.

Cuando llegué cerca del volcán me di cuenta de que, una vez más, había llegado tarde, pues parecía volver a estar inactivo, algo que muy probablemente fuera obra de algún demonio, y por una vez no había sido yo quien había estado divirtiéndose entre la ardiente lava. Aun así, ya que había recorrido tantos kilómetros, decidí quedarme al menos un rato, por lo que recuperé mi forma humana y comencé a caminar lentamente entre unos árboles. Mi torso estaba desnudo, como cada vez que me transformaba en cuervo, y mis pantalones eran los más viejos que había encontrado, ya que creía que no iban a salir "vivos" tras mi paso por el volcán, por lo que eran los más rotos y agujereados que tenía.

Entonces oí un ruido cerca y me detuve tras un árbol, a la espera de que algo sucediera o alguien apareciera. Finalmente ocurrió lo segundo. Por la ladera del volcán ya apagado bajaba una mujer, una mujer demonio más concretamente, totalmente desnuda recibiendo en su cuerpo toda la esencia del volcán. Sin duda había sido ella quien se había entretenido y no había dejado nada de diversión para mí. Aun así, tras ver aquello, lo que menos me importaba era el volcán.

Estaba tan sumamente absorto observando el cuerpo desnudo de la mujer que bajaba lentamente hacia donde yo me encontraba que ni siquiera fui consciente de que no sólo era posible que me viera, pues no estaba demasiado oculto entre los árboles, sino que era demasiado probable que me sintiera, ya que ella también era un ser sobrenatural y, por si fuera poco, un demonio.

No pensé en ello hasta que ya era demasiado tarde, es decir, cuando oí su voz, y no parecía haber más rastro de vida en kilómetros a la redonda, por lo que sin duda se dirigía a mí. Me reí ante su pregunta y apoyé mi espalda en el tronco de un árbol, en el lateral que daba hacia donde ella se encontraba, aunque las ramas me ocultaban ligeramente con su sombra.

- Tengo buenas vistas, pero supongo que siempre se pueden mejorar... - me relamí los labios con sólo pensarlo - ¿Jugar? Me parece que ya te has divertido bastante tú solita con ese volcán...

Se acercó a mí lo suficiente como para que ella me reconociera y yo la reconociera a ella. Naamah. Nos habíamos visto alguna que otra vez, pero era la primera vez que veía tanto de ella, lo que me hacía preguntarme por qué no la había visto antes desnuda. Todo un misterio... Sin embargo, todas mis dudas se habían despejado, estaba incluso más buena de lo que creía.

- ¿Qué te hace pensar que estoy dispuesto a darte lo que quieres? No acostumbro a hacer lo que la gente desea, hace que me sienta obligado a hacer algo que probablemente no quisiera hacer... - me reí mientras me mordía el labio inferior, mirándole a los ojos e intentando no bajar la mirada, aparentando desinterés en su cuerpo y en sus deseos - ¿Y por qué yo sí puedo dártelo? ¿Tan segura estás?

Observé en silencio cómo se lamía los labios y se acercaba lentamente a mí, sin esperar que hiciera lo que hizo. Un escalofrío recorrió mi columna cuando sentí su mano en mi entrepierna y un leve destello rojizo cruzó mis ojos. Sin embargo, no se detuvo ahí, pues su tortura continuó en mi oreja y mi cuello mientras su mano agarraba mi miembro por debajo del pantalón. Comenzaba a excitarme demasiado a pesar de intentar aparentar lo contrario, pero, como ella había dicho, mi cuerpo me traicionaba, como siempre.

En el momento en que me mordió el labio inferior y me besó, no pude controlarme más. Coloqué mis manos en su trasero para alzarla y colocarla en mi cadera, girando para apoyarla a ella en el árbol, rozando su entrepierna con mi miembro bajo la tela del pantalón. Atrapé sus labios con firmeza introduciendo mi lengua en su boca mientras la besaba frenéticamente. Mientras tanto mi mano izquierda sujetaba su cuerpo y mi mano derecha lo recorría lentamente, deteniéndose un momento en sus pechos, jugando con sus pezones.

Sonreí al escucharla - No me lo has puesto nada fácil para resistirme... - susurré en su oído antes de morderle el lóbulo de la oreja.

Antes de que pudiese darme cuenta estaba completamente desnudo, pegando mi piel con la suya y rozando mi miembro en su entrepierna, sintiendo cómo se iba poniendo duro con el roce. Mi mano derecha continuó un rato jugando con sus pezones, acariciándolos lentamente, para después bajar también lentamente por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, donde comencé a jugar con su clítoris moviendo mi dedo índice en círculos. Mi boca pasó por su oreja y su cuello, los cuales lamí y mordisqueé levemente, hasta llegar a sus pechos en sustitución a mi mano, jugando allí con mi lengua en sus pezones.

- Demasiado perversa... - susurré junto a su pecho, antes de volver a besar sus labios frenéticamente - Y eso me encanta...
Continué masajeando lentamente y en círculos su clítoris, notando cómo se le aceleraba la respiración al igual que a mí la mía. Entonces introduje un par de dedos en su interior y comencé a moverlos primero lentamente para después acelerar los movimientos en su interior, notando la humedad que empezaba a surgir de su entrepierna a causa de la excitación. Mi miembro comenzaba a endurecerse al notar esa humedad y al escuchar sus jadeos. Estaba deseando penetrarla, pero la haría esperar un poco más...

Sonreí al notar el movimiento de sus caderas para sentir mis dedos más profundos. Estaba claro que quería más, no dejaba de buscarlo y no pararía hasta conseguirlo.

Gruñí cuando me mordió el cuello hasta hacerme sangre, aquello no me había gustado, pero supuse que lo hacía para picarme y dejase de enredar, pues quería sentirme dentro y empezaba a aburrirse.

- No vuelvas a hacer eso... - susurré prácticamente gruñendo en su oído, refiriéndome al mordisco. De todas maneras, no podía negar que me había gustado y había conseguido ponerme a cien entre eso y sus gemidos. Sin más miramientos alcé ligeramente sus caderas con mis brazos y la penetré de una vez y con fuerza, empezando a moverme en su interior con rapidez, empujándola una y otra vez contra el árbol sin ninguna delicadeza - ¿Era esto lo que querías?

Lamí mis labios manchados de su sangre, reí con su gruñido cuando dijo que no volviera a morderle.

Pero no niegues que te ha gustado - dije entre risas mirándole.
Solté un gemido alto al notar que por fin entraba en mi dejando de jugar, cerré los ojos y clavé mis uñas en su espalda arrastrándolas por esta hasta llegar a sus hombros para dejar mis manos allí mientras de mis labios no dejaban de salir gemidos y jadeos.

Sentía los golpes que daba mi espalda en el árbol pero que me importaba, estaba disfrutando del sexo de nuevo apretando inconsciente mis piernas en su cadera, me gustaba demasiado.

Lamí su cuello lentamente sin dejar de embestirla contra el árbol. - No, no negaré que me ha gustado. En verdad ha sido un dolor bastante placentero... - dije antes de morderle el lóbulo de la oreja.

Sin salir de su interior la agarré fuerte con los brazos para colocarla sobre el suelo, aunque no con demasiada delicadeza. Cogí sus piernas y las subí hasta mi cuello para tener más libertad de movimientos. Aumenté la velocidad de las penetraciones disfrutando al escuchar sus gemidos y jadeos mientras una de mis manos recorría su cuerpo lentamente hasta llegar a sus pechos, donde acaricié sus pezones con las yemas de mis dedos.

Cerré los ojos y solté un gruñido cuando empezó a gemir con esa intensidad y a pedirme que le diera más. Con lo húmeda que estaba me resultaba sumamente fácil metérsela hasta el fondo una y otra vez sin pausa y sin disminuir la velocidad. Me la puso más dura incluso cuando sentí que tenía varios orgasmos seguidos y arañaba mis brazos de la excitación.

- ¿Me lo parece a mí o hace mucho que no te dan lo tuyo? - dije entre jadeos sin dejar de penetrarla.

Salí de su interior, agarré su cintura y la giré, dejándola a cuatro patas, volviendo a entrar en su sexo con fuerza y empezando de nuevo a embestirla una y otra vez, agarrando sus caderas y moviéndolas en dirección contraria a las mías para hacer más profundas las penetraciones.