Vigilia con Madam Lioncourt

Había escuhado numerosos rumores entre mis hombres, los más valientes y aguerridos, que se atrevían a pasar por el cementerio. El lugar del sagrado camposanto había sido profanado por herejes, o más bien por llamadas a pactos de demonios. Habían sentido fuertes presencias conversando como si fuera una pastelería. Durante semanas el aroma de azufre era insoportable, aún el pentágono estaba dibujado en el suelo con aquel ritual macabro en el cual se ofrendó a un cuervo. El ave había aparecido descabezado, tirado en medio de aquel círculo, mientras que el resto de productos de santería se esparcía a su alrededor. Símbolos que únicamente conocían los adoradores del infierno, sus moradores y aquellos estudiosos de lo paranormal.

Estaba allí, con mi presencia bajo mínimo subido en uno de los panteones. Mi aspecto era el de una estatua en medio de la oscuridad, estaba rígido y dejaba que mis cabellos se movieran en el aire. Mi mente cerrada para el resto, pero bullía en recuerdos. Mi padre era un ángel que cayó por culpa de una poderosa súcubo, una mujer de cabellos de fuego y de origen ruso en sus rasgos. Ambos fueron asesinados por mis propias manos, engullidos por su propio hijo, y dejado sus cuerpos mortales colocados como si fuera un delito de drogas. Siempre me ocultaron que era, siempre los odie. Mi padre por sus múltiples castigos hacia mi frágil persona, mi madre por dejar que hiciera lo que quisiera. Era un demonio poderoso, con grandes influencias, y cuando murió tomé todo lo que ella ocultaba bajo las baldosas de la cocina y el patio.

Poco después supe que era, me volví loco, y estuve a punto de ser la condena del mundo. Era como Atila. Sin embargo, ahora era como Noe eligiendo a los mejores guerreros de cada raza y procurando aguantar el chaparrón. Mis ojos estaban cerrados, como mis puños. Intentaba sosegarme cantando el emblema de los Thorns, lo hacía en mi mente siguiendo con mi escudo.

Solo era una noche más, un paseo más algo que hacer en esta eternidad que la tenía atrapada pero sobre todo luchar contra aquellos que querían imponer el caos sobre el jardín salvaje que lentamente desaparecía ante sus ojos. Aquellos tiempos salvajes, donde eran libres, donde los humanos ignoraban su presencia y la vida era solo un simple ir y venir. Pudiendo acumular riquezas, sabiduría y sobre todo no tener que molestarse por los demás creyéndose inmortales sin enemigo alguno.
Pero el mundo cambia, todo cambia sin que se pueda hacer nada y ella como una simple espectadora todos estos siglos al fin había decidido intervenir y tomando parte de un grupo ahora luchaba contra demonios.
Su refugio era el lugar más rondado por adoradores de demonios, por aquellos que querían invocarlos y sin duda había luchado con algunos pero el mantenerse oculta era su mayor prioridad ahora, había visto a algunos de sus compañeros pero no había hablado con ellos, aun no sabía cómo acercarse a otros vampiros además prefería ahora estar a solas para poder enterarse que era lo que planeaban aquellos que venían a ese lugar.
Se deslizaba entre las sombras apenas tocando el suelo con sus pies cuando la sensación de una presencia sumamente poderosa la hizo detenerse y observar todo a su alrededor. Debía ser alguien sumamente poderoso, debía ser alguien que podía acabar con ella en un segundo y cerrando su mente solo observo en silencio hasta que lo detecto.
Era alguien que quieto estaba sobre un panteón, lo había confundido con una estatua, sin duda era muy bueno para ocultarse, aquel que no fuera hábil sería una presa fácil, alguien a quien él podría destrozar en un instante. Y se quedó quieta, mirándolo sin saber si era enemigo o amigo, el tenía su mente cerrada, sin duda un vampiro con poder y fortaleza. Su mano se quedó apoyada en su espada, no podía sentir a nadie más y no se arriesgaría, pero también estaba expuesta si el la percibía y sin duda que lo haría, la atacaría porque en esos tiempos era mejor atacar y después preguntar.

Abrí mis ojos cuando olí el inconfundible aroma de una mujer. Era una colonia suave, una fragancia tan sólo quizás deslizada entre sus cabellos. Cuando la vi creí ver una réplica de aquel vampiro estúpido al cual le tenía cierta estima, pero supuse que eran sólo confusiones mías. Bajé de un salto moviéndome con la agilidad de un ser de otro lugar, un ninja. Me habían adiestrado bien en las artes marciales, llevado hasta el límite mi poder, y todo era gracias al señor Sakura, el hombre de confianza en el cual reposaba mi ejercito Krusnik.

-No es buen lugar para ti.-dije calibrando su fortaleza, una mujer fuerte sin duda y cuando vi de refilón su colgante lo supe, era una Thorns. Hacía unos meses me había llegado el listado actualizado de aquellos que estaban a mi servicio ante cualquier contingencia, algunas fotografías y nombres. Pero ella no estaba, supuse que era de las últimas incorporaciones. Mis colgantes eran inconfundibles, una cruz de isis.-¿Desde cuando estás en la organización?-pregunté contemplándola unos segundos más, mirándola como quien mira una escultura o una pintura.

Mi aspecto era rudo, mi forma de hablar cortante y mi ojos, bueno mis ojos eran los de un demonio hambriento aunque no tuviera sed. Era un ser que infundía respeto lejos de los intrincados pasillos del hospital, dentro de las puertas de San Patricio era distinto, un ser más conforme con las circunstancias, fuera era un animal salvaje que atacaría ante la mínima sospecha.

-¿Cuál es tu nombre?-interrogué dejando que el viento moviera mis cabellos, un fuerte viento que movió las ramas de los cipreses cercanos, igual que las flores marchitas que acabaron revoloteando por el aire.

Pudo notar que aquel ser se movía, la había descubierto, era como recordar aquellos años pasados en la sabana africana cuando un predador notaba su presencia. Esa misma adrenalina ahora corrió rápido por su cuerpo, era esa sensación de estar viva, pero no en un sentido vampírico sino como como una humana libre de toda atadura. Tal vez por eso era que ahora luchaba, solo por esa adrenalina de sentirse viva y cuidar a su cachorro.
No reacciono cuando él se acercó a ella, algo la hizo esperar tal vez esa manera de moverse, recordaba su tiempo en Japón, donde convivio con alguien experto en esas artes, pero eso era pasado hace ya mucho tiempo.
Sus ojos lo observaron y escucho sus palabras, aunque ella podía aparentar cierta fragilidad era muy hábil por eso había sobrevivido tanto tiempo aunque si tenía que luchar con el no sabría bien cómo reaccionar por algo que le decía que no debía hacerlo, era esa voz que siempre le alertaba de todo.
Tal vez no sea un buen lugar mi señor pero es el indicado para quien busca algo de acción.
Después se sorprendió cuando el menciono la organización llevando la mano al colgante que llevaba puesto y sus ojos se quedaron en los de él, pensando que seguro seria alguien de la misma organización pero como era un miembro demasiado reciente no tenía conocimiento de otros, tal vez por su afición a la soledad y a luchar sola.
Hace poco, pero he pasado algún tiempo alejada buscando algo, imagino que usted pertenece a la misma organización, aunque podría ser un enemigo también. Mi nombre es Gabrielle D’Lioncurt ¿y el suyo?
Todo ahora era tenso al menos para ella, porque el parecía examinarla de una manera que no le era agradable por ello siempre se mantenía alejada de la mirada de los demás. Su mano se deslizaba suave por el mango de su espada algo nerviosa esperando la respuesta de él.

-Amaury.-respondí mostrando el colgante ordinario, para nada el real.

No quería que nadie supiera quien era, salvo excepciones y porque eran cercanos a mí. Quería mantenerlo oculto a ojos de todos. Pero ella necesitaba respuestas, debía saber que no era enemigo sino amigo. Me acerqué un poco más escrutándola de cerca, como si fuera un animal y ella mi presa favorita. Sus ojos, su expresión, sus rasgos finos y finalmente ese ligero acento italiano. No cabía duda, me decía la verdad sobre su nombre. Lestat la había dado por muerta durante siglos. No sabía si ahora ir a decirselo o esperar a un momento más adecuado.

-Su hijo es alguien importante para mi, aunque su bocaza a veces le trae jodidos problemas.-me alejé quedando a pocos metros, dejando que el aire siguiera agitando mis cabellos.-Un placer el conocerla.-dije asintiendo leve con mi cabeza, intentando recordar mis modales si tenía alguno.

Como reaccionar ante semejante acercamiento pero sin duda el saber que no era un enemigo le alivio de momento pero el ver cómo le observaba de esa manera tan inquietante la hizo dudar un momento antes de volver a pronunciar palabra alguna. Al parecer conocía a su hijo y ese tono informal que usaba sin duda era clara señal de que Lestat había hecho de las suyas, algo que no le asombraba pero al mismo tiempo le alegraba.
Asintió cuando él se alejó y pronuncio la fórmula habitual que se decía cuando se conocía a alguien, pero este ser la intrigo mucho. Ese aspecto tan rudo, esa manera tan temeraria de hablar y por sobre todo ese modo de caballero y salvaje generaron mucha curiosidad en Gabrielle.
Sus ojos lo recorrieron, y se fijaban en la cruz una vez más, era similar a la suya, pero él se movía como alguien que no estaba muy acostumbrado a recibir órdenes, lo leía en sus gestos y podía compararlo después de muchos siglos de observar a líderes y seguidores.
Si él era alguien subordinado a la orden, seguramente no era de su agrado, pero ella no diría nada al respecto, ya que solo eran suposiciones y hacer juicios sobre los demás por solo ver como actuaban no era nada educado.
Sin duda ya ha conocido a mi hijo y a sus caprichos, de otra manera no diría eso sobre él, y debo admitir que me alegra saber que el está como siempre aunque creo que deberemos encontrarnos tarde o temprano
Dijo eso viéndolo con detenimiento, notando como la brisa movía sus cabellos mientras que unos rizos del cabello de ella que no habían sido apresados en la trenza se movían también rozando su frente y que luego aplaco con su mano.
Es un placer conocer a alguien de la orden, he llegado a pensar que me evitaban al ser yo de tan reciente integración, espero no ser una molestia en su vigilancia y debo decir que no lo he visto por aquí seguido, ya que he adoptado este lugar como mi refugio diurno y como mi campo de entrenamiento, aunque admito que debo mejorar más en ello para estar a la altura de los mejores

Seguía inspeccionando su rostro pero de lejos, se parecían. Nunca había estado en su presencia, pero sí había visto de lejos algunos inmortales como era el caso de Armand. Una vez pude pasar por su lado, pero dudo que me hubiera prestado atención. La cosa era así, tenía una mina de oro entre mis manos. Podía sacar algunos conocimientos de ella, que me hablara de lugares donde habría podido ir o donde jamás se atrevió. Conocimiento que quería.

-Tu hijo siempre la lía parda.-y tan parda. Siempre estaba metiéndose en líos, pero escapaba de forma asombrosa.

Me quedé a ella, dejando a mi espalda el panteón donde estuve posado como si fuera una escultura. El cementerio era buen lugar de entrenamiento, lo fue para mi hacía tiempo y lo era aún en algunas noches. Pero prefería algo menos solitario, un lugar donde poner mis límites a prueba.

-¿Ya has visto a tus bisnietos?-pregunté rascándome la barba de varios días.-Buenos chicos, sobre todo Román. Darius salió un poco como tu hijo, pero es majo y buen líder de su organización. Michelle es bastante libre, una mujer poderosa sin duda. Adrian es el que nos preocupa, pero supongo que se las sabe arreglar como todos. Michelle, Adrian y Darius forman Bloody Rose, como tal vez sabes.-no sabía hasta que punto estaba interesada o informada de todo aquello, pero bueno le daría la información y vería qué tal. Si podíamos conversar de forma coherente y civilizada tal vez aprendía algo de ella.-¿Y has hablado con alguno de los generales de los no-muertos? Están divididos en dos bandos, Krusnik por un lado y vampiros por otro. Pero vamos, siempre nos juntamos para atacar en grupo, pero se aprenden tácticas por separado.-Atsushi era bueno con sus tácticas, eran sorpresivas, además rastreaba bien. El general de los vampiros era provisional, no sabía aún a quién poner en la ciudad. De momento era un vampiro de unos quinientos años bastante callado salvo a la hora de dar órdenes para atacar y ayudar a sus camaradas.

Ella lo miraba, seguía sus movimientos, no es que sintiera temor alguno, pero en sus ojos notaba cierta intimidación que podría hacer huir a cualquiera menos preparado. Esa mirada no la había sentido desde el momento en que se enfrentó a los hijos de las tinieblas. No le asombro oír sobre los problemas en los que su hijo se metía, sabía que era algo inevitable, estaba en la naturaleza de Lestat no respetar más que sus propios impulsos, después de todo ese era su gran atractivo.
No me extraña que Lestat esté en problemas, solo lamento no haber aparecido antes.
Acomodo un mechón de sus cabellos que por el viento se había liberado de sus ataduras y volvió a detestar ese cabello largo pero ya hacía mucho tiempo que abandono la idea de cortarlo. El mencionaba a sus bisnietos, sin duda ya había conocido a Michelle pero los demás aun eran un misterio para ella. Sabia de la existencia de otra agrupación pero le asombro saber que ellos eran quienes la lideraban. Tanta familia que en su ausencia había aparecido, muchos a quien conocer, pero sin la atracción de Lestat sobre los demás, para ella sería difícil acercarse pero lo intentaría después de todo era su familia.
Lamento decir que aún no he hablado con ninguno de los generales, y tampoco conozco al líder, solo sé que me encontré con alguien, creo que un capitán él me recluto hace tiempo, yo estaba viajando por Japón, por eso vine aquí sin saber que mi hijo estuviera por aquí o su familia.

-¿Japón? ¿Entonces conoces a los pocos japoneses que tenemos en la ciudad?-eran muchos los lycan japoneses que se vinieron a mi organización, pero poco los vampiros. Vampiros japoneses se quedaron en su país, como mucho se movieron a Sur Corea y a parte de China, porque en Asia se sentían más respetados. Eran parte de los Thorns pero no se venían a Los Ángeles.-¿Conoces al general de los Krusnik? es un tipo serio, pero bueno es como mi padre.

Bueno, como mi padre y como mi hermano. Era alguien que había sufrido durante su vida, no tanto como yo pero se podía decir que sí había sentido el dolor de cerca. Un hombre maldito como maldito yo también lo estaba. De esos tipos serios resignados al silencio y a una mirada tranquila aunque llena de poder, de ese que te aplasta como una pesada piedra que cae rodando por la montaña. Me sentía así cuando estaba a su lado, aunque conmigo era calmado y se permitía gastar bromas.

-Los Krusnik de mi organización no engullen a los vampiros de la organización nuestra ni los afines a nosotros, sólo a los que van jodiendo a los demás... ya sabes. Afines a organizaciones crueles o demoniacas. Hay cada par.-me encogí de hombros.-Hay gentuza que no sabe respetar, pero las nuestras sí.

Su mirada lo seguía detenidamente, era alguien muy intimidante, el podía hacer que retrocediera con solo una mirada, era extraña esa sensación que la invadía, solo se había sentido así cuando conoció a Atsushi, un vampiro que había amado hacia siglos, su único amor después de Lestat, el único ser a quien abrió su corazón, ese vampiro, ese ser la hacía sentir así, un temor y un respeto que no se podía explicar con palabras.
No he conocido a ningún ser perteneciente a la orden aquí que sea de Japón, aun no los he encontrado, pero si conozco a los que se quedaron allá, los que me reclutaron y entrenaron, pero yo debía partir de allí, tenía que viajar. Tampoco he tenido oportunidad de conocer al general de los Krusnik, no he conocido aquí a ningún oficial que sea de rango o a alguien de la orden solo a usted. Espero poder conocer pronto a los lideres, saber que desean que haga aquí, mientras tanto solo estoy a la espera.
El solo pensar en Atsushi la hacía revivir cierto dolor, cierta sensación de vacío que llenaba su pecho, pero no era el momento de pensar en esas cosas, su amado había partido a la guerra él estaría ahora ocupado en batalla y aunque hubiera deseado verlo una vez más, ya que la razón de su viaje de su pérdida era verlo una vez mas no lo forzaría ahora.
El mundo cambio, las cosas cambiaron y aquellos días en Paris solo fueron un momento, que viviría por siempre en su corazón y ahora la realidad era la batalla, era salvar a su hijo, salvar a sus nietos y su vida, solo para que algún día si era posible encontrar a Atsushi en una vuelta del camino como aquella vez.
Me alegra saber que estaré a salvo de ellos mientras lleve mi colgante de la orden, además no deseo otra cosa que librar al mundo a los humanos de esta pesadilla, que el jardín salvaje vuelva una vez más. No seré una guerrera, no seré la mejor pero creo que el mundo merece ser libre de esto para recuperar aquellos buenos días.
Sus ojos se habían posado un momento en los de su compañero para después dirigirse a otro lado, a una tumba que contenía tres rosas rojas ya marchitas sobre la piedra.

-El general de los krusnik es Sakura Atsushi.-dije serio mirándola fijamente.-Mi general.

En realidad no era un general para mi, era un padre. Nunca supe que era la cordura hasta que me topé con sus ojos intimidantes y aquella pose fría. Su rostro era una máscara de hielo, o quizás de algún material parecido al mármol. Parecía estar esculpido en piedra. Cuando habló sentí que su sabiduría me ayudaría a saber qué era. Aprendí en su compañía durante años, me hice su amigo y finalmente un hijo. Sabía que el sentimiento era mútuo aunque su frialdad contrastaba con mi forma apasionada de vivir la vida.

-Yo quiero que el mundo sea el de antes, no pido más.-dije serio.-Ni mejor ni peor, sólo quiero lo que teníamos antes. Luego ya se luchará por mejorar todo, pero de momento quiero que los infiernos dejen de reinar. Yo tendré sangre de demonio, más bien de demonios, pero yo no soy uno como ellos.-mi voz sonaba alta y con cierta contundencia.-¿Quieres caminar? Puedes contarme cómo has llegado hasta aquí.