Bloody Hill- David Talbot

El viaje no había sido agradable, pero allí estaba, en Londres.
No estaba segura de lo que me había hecho ir allí, sólo estaba segura de que necesitaba cambiar de aires aunque fuera unos días. Y también porque aquel lugar me traía recuerdos, de la otra vez que había estado, con mis padres.

Recordaba a mi padre sonriendo distraídamente, buscando con la mirada a seres de otras razas. Especialmente tenía predilección por los Talamasca; tal vez por ello yo me uní a ellos tras su muerte.
También recordaba a mi madre, radiante. Le encantaba viajar, y Londres era donde había vivido durante muchos años su abuela favorita, por lo que cada soplo de viento le traía recuerdos mejores.

Ahora estaba sola, salvo por mi pantera Skarty, a la que había dejado a su aire. Pero en fin, sola. O casi. Mi padre ya no estaba, pero mi madre seguía allí... en forma de fantasma, pero seguía allí.
Le dirigí una suave sonrisa al observar cómo de emocionada lo miraba todo de nuevo, y caminé lentamente en dirección a uno de mis lugares predilectos de Londres... Tower Hill.

En principio, Tower Hill era un lugar horrible. Una colina al noroeste de la temible Torre de Londres, donde se ejecutaron públicamente a muchas personas.
Habían pasado siglos y siglos desde la última ejecución, pero los fantasmas seguían allí, lamentándose... Había incluso algunos de 1381, la época de las primeras ejecuciones allí.
Me gustaba sentarme en un pequeño banco, que quién sabía qué hacía allí, y escucharles... e intentar ayudarles, ya que estaba.

Y eso fue precisamente lo que hice.

David había llegado de Estados Unidos tan solo hace dos horas, el tiempo pasado en el barco del contrabandista fue un aunténtico infierno. El vampiro no confiaba en aquellos piratas, en aquellos corsarios que no tenían más sentido del honor que el color del dinero que manejaran entre sus dedos entre sus dedos codiciosos. Por supuesto, aunque su naturaleza vampírica lo llevaba a sumirse en aquel estado de letargo sobrenatural, David se buscó una cámara frigorífica en lo profundo del barco, lo cerró y se acostó en suelo apestoso y helado, el frío no era un problema para él, lo que sería un problema es que aquellos bastardor aprovecharan su estado para exponerlo al sol, quitarle todo lo de valor y luego tirar sus cenizas por la borda.

Era agente de campo, actuaba en los lugares más peligrosos y en las circunstancias peores, David ya tenía mucha experiencia y ese cuerpo inmortal, pero su mejor arma era su mente, sabía cuando usar las palabras y sabía cuando era momento de pasar a usar sus poderes. Era templado y equilibrado. Usaban a los traficantes porque iban hasta lugares donde nadie mas se atrevía, ahora David tuvo que hacer uso de sus servicios para salir de los Angeles. Había tenido varios encuentros, entre ellos con el mismo Caim, tenía el perfil sicológico del demonio y mucha información que entregar en los archivos centrales de la casa madre.

Pero antes que hacer todo eso, David se fue a su propio hogar, se duchó y se acicaló. Tenía una marcada preferencia por los trajes, sí, a aquel cuerpo que no era el suyo, le sentaban muy bien, era musculoso, alto y esbelto, perfecto para lucir. Se vistió con un traje de terciopelo violeta oscuro, una blusa blanca de seda bajo la chaqueta con botones de plata y nácar, exquisitos, Lestat siempre había mostrado su sastifacción porque David vestía de forma excelente, cuidada. La blusa blanca destacaba su bronceda piel, extraña en un vampiro, colocó un flor en la solapa de su chaqueta, sus cabellos apenas precisaron ser peinados, eran un limbo castaño dotados con un brillo maléfico.

Salió a las peligrosas calles de Londres, amaba Londres, él era y siempre sería inglés, por mucho que algunos encontraran este hecho simplemente insoportable pero claro, no eran británicos, no podían comprenderlo. Decidió ir por unos de los caminos más largos, dándose el placer de contemplar la ciudad que ocupaba su corazón de vampiro. Subió la loma con ligereza, sus sentidos se alertaron y la brisa de la noche cambió, trayendo un aroma conocido, desvio sus pasos y los hizo ruidosos para no asustarla.

Unos dedos oscuros y de uñas nacaradas se posaron en el hombro de la muchacha-Buenas noches, señorita Nighroo-tan rápido como fue el contacto este cesó, David retió la mano, en la otra mano llevaba un maletín negro con todos sus informes de la misión.

Mi madre me miró con preocupación.
Le ponían nerviosa aquelos fantasmas, y además no soportaba estar entre tantos. Nunca le habían agradado las grandes multitudes.

Yo le sonreí suavemente:
-Vamos, mamá. Será mejor que te vayas.-le susurré.
-De acuerdo... Pero ten cuidado.-replicó ella, alejándose lentamente.

Observé cómo se marchaba, y sacudí la cabeza.
Ella seguía pensando que era una niña que no podía protegerse sola... Aunque fui yo la que mató a aquel maldito brujo, que se había llevado por delante a toda mi familia, sólo porque yo sería mucho más poderosa que él, y con menor edad.

Siguiendo con la mirada a mi madre, se acercó a mí otro fantasma.
Era una mujer elegante y educada, con el cabello oscuro recogido, vestida con un vestido gris adornado con pieles, y una enagua roja. La reconocí por algunas pinturas que había visto en a saber qué lugar... era Ana Bolena.
-Buenas noches, majestad.-saludé con una dulce sonrisa.

Pero de inmediato distrajo mi atención un olor a vampiro, y me sorprendieron aquellos pasos ruidosos que no correspondían con el normal paso de tales seres. Sentí como una mano se posaba en mi hombro, y alguien conocido me saludaba educadamente.

Yo sonreí y me volví, haciéndole un gesto con la cabeza, y pensando en que él tal vez pensara que estaba loca, pues los vampiros no veían los fantasmas.
-Igualmente, David.-sonreí divertida ante su correción.- Prefiero Sidney o Sid. Pantera, si lo prefieres.

David ladeó el rostro, mostrando el perfecto perfil de su mandíbula, su cuello oscuro que resaltaba contra la seda blanca, escuchando las voces de todo aquel lugar, por supuesto, David oía perfectamente a cada espíritu y notaba las vibraciones de sus almas que eran como punto de luz suspendidos en el aire. Los espíritus tomaban la forma que recordaban que tuvieron en vida, era una proyección de sus pensamientos, una forma de aferrarse a aquella dimensión sin perder del todo la cordura, un mecanismo de defensa, pero en realidad eran energía y el vampiro las notaba a su alrededor.

David ya tenía poderes sobrenaturales antes de ser convertido, entre ellos, su capacidad para invocar espíritus, atar y desatar las almas, poder que aun ejercía. El don oscuro amplió esas capacidades y le otorgó otras, David se había dedicado, con la disciplina que le era propia, a desarrollarlos a conciencia, después de todo, los demonios, sobre todo los de alto rango, ejercían poderes que sobrepasaban la mera fortaleza física. David no era solo un mero vampiro, eso era secundario, su mente continuaba siendo su mejor arma, la inteligencia y su capacidad de entender en esencia todos los mecanismos.

Volvió los dorados ojos a la criatura que estaba delante de él, una niña a sus ojos inmortales, un leve suspiro en la corriente del tiempo. Veía flotar todos su pensamientos como un libro abierto, podría hurgar dentro de su cabeza hasta hallar todo esos secretos sucios y oscuros que todo el mundo guarda pero David era discreto y respetaba la intimidad, de igual forma que esperaba que lo otros por la simple directriz de quid pro quo hiceran con la suya, también eso se aplicaba a las formas.

-Señor Talbot para ti.-se limitó a indicarle con suavidad, ya que ella se otorgaba derechos, no veía por qué el debiera ceder los suyos-Achácalo a mi formalidad inglesa de vieja época, Sidney.-no era rencor, era que David tenía muy clara las líneas y ella no estaba aun dentro de su círculo de intimidad, de hecho, pocos estaban en él. Lestat tuvo que soportar dos años antes que David lo llamara por su nombre y en ese tiempo siempre encontró encantador los modales del director supremo de la Talamasca.

-Aquí hay demasiados fantasmas, mucho de ellos tienen miedo de cruzar, saben que lo que espera puede no ser agradable.-el Infierno no era un buen lugar para nadie-¿Deseas venir conmigo? voy hacia la case madre a presentar el informe mi misión.-Y de paso escucharía todo lo que estuviera ocurriendo de boca de sus compañeros de profesión. Comenzó a caminar como si se deslizara, la chaqueta ondulo en torno a su cuerpo como dos alas abriéndose.

David indicó que para mí era el señor Talbot, tras lo que añadió que era una formalidad inglesa.

Yo sonreí divertida, y sacudí la cabeza:
-Por supuesto, Lord Talbot...-acepté burlonamente, guiñándole un ojo; no era con mala intención, simplemente que me hacía gracia aquella formalidad.- Realmente no esperaba otra cosa, discúlpame... Pero es que yo soy de Irlanda; no estoy acostumbrada a todo esto.

Escuché cómo comentaba que había muchos fantasmas con miedo a cruzar; por supuesto, mi memoria me había jugado una mala pasada de nuevo...
-No me extraña... Con todo lo que les debieron decir cuando les ejecutaron...-murmuré, sacudiendo la cabeza.- Muchas de estas personas son buenas, pero la mayoría ya no lo creen ni ellas mismas.

David me ofreció ir con él a la casa madre.

Yo sonreí suavemente y asentí con distracción, jugueteando con mi colgante:
-Claro, ¿por qué no?-observé a Ana Bolena, y me incliné levemente.- Lamento no poder estar con vos más tiempo; ya volveré otro día. Adiós, Majestad.-esperé a que me sonriera, haciéndome un gesto suave de mano, y seguí a David.- Confío en que no hayas sufrido muy malas condiciones en tu misión.-comenté sonriendo.