Apariciones en la noche -priv Atsu -

Sabía que tardaría en volver a tener mi orgullo, pero últimamente era un poco mas sociable con la gente, aunque desconfiada internamente, tenía aun el miedo de encontrar a Caim pero no creía que se interesara por su engendro.

Después de vestirme con unos pantalones cortos las medias y un top que dejaba ver la parte baja de mi pecho, todo de color negro decidí dar una vuelta por los barrios bajos, cerca de las tierras de los Thorns me sentía algo mas segura.

Había comenzado a fumar por lo que tenía un cigarro en los labios mientras caminaba, me fijaba en los cristales de los coches y se me hacía rara mi imagen con un cigarro, suspire cerrando los ojos y cruce mis brazos mirando por las calles, no hacía tanto frío como hacía ya varios días atrás.

La primavera llegaba pero no traía flores a los árboles, era algo normal dado que casi no quedaban flores ni polen en ellas para que salieran mas flores. Suspire levemente, terminando el cigarro y encendiendo otro, seguía odiando a las mujeres, ninguna me caía en gracia como me confirmó Ama, todas eran frágiles comparándolas conmigo misma. Kayla y Olivia encabezaban la lista de esas odiosas. Seguía buscando algo con que entretenerme que no fuera el juego de marcianos con el que jugué con Ama, y posiblemente Nico no repetía plato como los hombres en la actualidad. Estaba harta de todo.

Pedí tregua a Louise, mi hermosa y dulce bailarina nocturna. Decidí que ella podía desarrollar su curiosidad lejos de mí unas horas, las mismas que yo me dedicaría a mis sacrificios. Era una luciérnaga que iluminaba las turbulentas y oscuras jaulas que eran las calles de Los Ángeles. Yo un maldito, un engendro fruto de la corrupción y el pecado, envuelto en caricias de amor. Mis padres estaban a mi lado, envolviéndome con su esperanza y buena fortuna. Desde que ella podía contactarme con el otro lado, con la energía que emanaba de mí, me sentía vivo como hace más de mil años atrás.

Mi primera parada fue contra un nido de víboras desdentadas. Engendros cercanos a lucifer, hechiceros que habían perdido el camino y se habían hundido en las pantanosas aguas de la mentira, codicia y ruindad. Desgarraba sus ropas, contemplaba sus pálidas nucas y clavaba mis fauces destrozando su cuerpo. Eran insectos, cucarachas retorcidas, que crujían bajo mis garras de águila imperial. Mi túnica negra se empapaba en sangre. Bebía descontrolado, arrojando los cuernos mientras sus hechizos me eran inmunes. No podían controlar mi mente, mi poder era superior al suyo. Eran muy jóvenes, inexpertos, pero demasiado retorcidos. Sus ramas ya no apuntaban al cielo buscando el beneficio, los buenos frutos, sino hacia sus propias raíces donde sólo hallarían sentimientos calcinados y sospecha mutua.

Surgí de entre las alcantarillas cercanas, tras una explosión de fuego en aquel antro. Lo hice provocando que la tapadera volara como un ovni sobre la ciudad, giraba sobre si misma desplazándose varios metros. La sangre cubría mis labios, mis manos, mis ropas oscuras apestaban a muerte y mis pies descalzos podían verse tan sólo en parte. Blanco como la cera virgen de las velas que sostienen los fieles frente a Jesús el Nazareno, blanco como el mármol frío y la nieve del Ártico.

-Estúpidos muchachos.

Un olor a muerte y sangre desvió mis pasos con curiosidad, quería saber quien portaba aquel olor, el cual me recordó a lo que una vez fui. Vi volar una tapa de una alcantarilla y comencé a reír a carcajadas, ya sabía de quien se trataba.

Me acerque mas y vi aparecer a Atsushi murmurando como maldiciones, reí de nuevo divertida.

Atsuuuu~! - agite la mano saludándole y fui volando lo que quedaba de distancia entre nosotros. Quede flotando en el aire con las piernas encogidas y olisquee su ropa, recordando mis tiempos de destrucción. Te has divertido mucho? - pregunte sonriendo y con cierto tono de niña pequeña contenta por haber encontrado un conocido con las mismas aficiones.

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Su actitud era como la de una niña, su aspecto como la reina de las nieves, debido a su pelo, y su talento era innato. Sus ropas eran femeninas, extrovertidas y con un toque de color primaveral propio de esta época. Sabía el cariño que Amaury dejaba en ella, era palpable prácticamente en el ambiente. Podía introducir mis dedos en las palabras que la describían de boca de aquel muchacho, el cual había acogido como si fuera mi propio hijo y acunado en la noche con cierto cuidado. Era una bomba de relojería demasiado estruendosa, Hella era algo más calmada aunque pareciera todo lo contrario. El mundo tenía suerte de no conocer al joven que yo había tenido la desgracia de conocer.

-Hella, que las sagradas lunas sean contigo y la sangre bañe tu cuerpo.

Susurré a modo de bendición. Sabía que ella ansiaba la destrucción en el campo de batalla, era una mujer llena de talentos ocultos. Pronto seríamos más fuertes, así como temidos. Pero ella debía saber canalizar su fuerza, la rabia que la consumía y la avivaba, hacia un punto en concreto.

-No es diversión, es trabajo bien hecho. No permitiré que enturbien las calles que protegemos.

Se lo debía a mi líder, así como se lo debía a los líderes de Bloody Rose. Las calles de Los Ángeles debían quedar limpias, como acabaran de ser construidas, de almas impías y cruentos guerreros con deseos poco agradables. Nosotros éramos leones que custodiábamos celosamente las columnas del mundo nuevo.

Solté una risa por aquella bendición tan suya, olisqueando aun la sangre de sus ropas desde donde estaba, sonreí y me puse a revolotear a su alrededor.

Bueno yo me divierto destruyendo ya sabes, ahora hace mucho que no lo hago - hice medio puchero quedando delante de él.

Puse un dedo en aquella capa que llevaba y se quedo el dedo lleno de sangre antes de que se terminara por secar. Puse los pies por fin en el suelo sin dejar de mirarle.

Quieres dar un paseo o algo conmigo? Es que me aburro y no se que cosa hacer, aun tengo que pensar si hacer aquella reunión con todos y hablar sobre los locales de Caim que asco - hice una mueca cerrando los ojos, cogí el bolso mejor y me lo subí al hombro para extender mis dos manos hacia él para que las cogiera mientras ronroneaba.

Su crueldad era la máscara del dolor, de la soledad, podía notar como su villanía no era más que la rabieta de una joven que se sentía poco apreciada. Noté su juego, mientras mis pulgares acariciaban sus pómulos bajando hasta cerca de la comisura de sus labios. Era una muñeca llena de luz y oscuridad, el engendro de la desesperación de un ser déspota que ensombrecía el mundo. Mis ojos se quedaron fijos en los suyos, hundiéndola quizás en mis pensamientos oscuros.

-Ven conmigo, te guiaré a las sombras y nos alzaremos como ángeles de la muerte y la justicia.

Quería escuchar su voz, sentir por mí mismo ese dolor que la quebraba y hacía que vibrara cual instrumento de cuerda. El paraíso era la sangre, el templo era nuestro cuerpo y Dios no decía nada. Éramos seres proscritos, temidos, huraños en ocasiones y tan silenciosos como ruidosos. Nos comprenderíamos, pese a todo. Había grandes diferencias en mi.

-Ven conmigo, siente el aire envolviéndote pequeño copo de nieve sanguinolento.

La estreché entre mis brazos ofreciéndole el aroma de la sangre, algo que la alimentaría y alentaría a desear algo más de este mundo. Podríamos ir a por enemigos, monstruos horribles que sólo existieron en las pavorosas fantasías y ahora eran reales, tan reales como nosotros mismos.

-Cuéntame qué ocurre, siento que tu alma se retuerce como moribundo.

Cerré los ojos cuando me acarició las mejillas, suspire y los abrí cuando dijo que fuera con él, sonreí levemente y solté medio gemido cuando me pego a su cuerpo oliendo la sangre de su ropa.

Que quieres saber? - pregunte cerrando los ojos.
Me parecía raro que pudiera notar tan bien que estaba aun mal por lo que me hizo Caim. -No te lo dijo Ama? - pregunte mirándole era demasiado bajita en comparación con él.

Antes de decir mas preferí que voláramos por el cielo negro, fácilmente nos alcé a los dos y pronto estuvimos entre las nubes, allí nadie escucharía lo que me hizo Caim.

Caim por algo que yo quería, a cambio le di mi cuerpo, pero cuando le mordí probando su sangre volvieron a mi los recuerdos que había perdido, al ver mi nacimiento en su sangre supe que él era mi padre. Me robó mi orgullo, lo destrozó - hice mueca y escondí mi rostro entre su ropa. No iba a llorar pues ya no me quedaban lágrimas ni fuerzas para llorar, con Atsushi también me sentía protegida.

Estreché su cuerpo frío y blanco, como las azucenas de las nieves, entre mis ropas oscuras ensangrentadas. El hedor de la sangre nos golpeaba a ambos, igual que el frío de aquel lugar apartado de la tierra cerca del creador, el cual nos detestaba a todos y más a nosotros a ser fruto de violaciones. Crueles para muchos, la salvación para otros.

Escuché con atención sus palabras, el dolor que cargaba aún eran las cadenas que hundía. Tomé su rostro entre mis manos antes de besar su frente y rodear su cintura nuevamente. Cerré los ojos concentrándome en evitar que mi odio se expandiera como un proyectil. Detestaba ese tipo de actos.

Mi padre violó a mi madre, porque amaba a un ángel y deseaba ofrecerle un hijo. Ella era un ángel, un hermoso ángel. Ella amaba a todos, pero jamás lo amó únicamente a él. Él la amó con la locura de un demonio, pero se comportó como un hombre honorable. Al morir él ella murió de pena, pues aquel quien la cuidaba ya no estaba.

-Los pecados del padre no recaen sobre el hijo, tan sólo sus buenas acciones.

Se hizo el silencio mientras mis manos acariciaban sus cabellos. Hebra a hebra intentaba recordar en mis yemas la suavidad de estos, para no olvidar, mientras recapacitaba el como transmitir mis ideas hacia ella.

-Él no fue tu padre, no es tu padre, es sólo su genética. Tu alma es tuya, es de quien te ha tratado como padre si lo has tenido. Las personas que te aman o amaron son aquellos quienes te deben dañar, cuidar y hacer soñar. Las personas que te odian sólo deben hacerte fuerte, cada golpe que sea tomado en cuenta como si fuesen dos.

Cerré los ojos cuando me besó la frente, volviéndome a acurrucar contra su cuerpo, pude notar como intentaba retener su odio, por lo que termine por suspirar por sus palabras.

Tengo cinco mil años, no puedo considerar a nadie mi padre, Atsu - murmure desde dentro de su ropa notando sus manos en mi cintura.

Ya me daba igual lo que hiciéramos, me gustaba estar así con él, respirando su olor mezclado con el de la sangre.

Me gusta Ama... Pero buscaré a alguien que me haga olvidar eso, puesto que sé que a él quiere a su cachorro - volví a murmurar dentro de su capa y me puse a ronronear como una gatita en busca de mimos.

-Amaury ha encontrado su lugar en este mundo.

Había encontrado el lugar cómodo donde un guerrero descansa, el lugar era los brazos de aquel humano. Sabía que la ternura que desprendía su cuerpo, como su calor y belleza, había hecho que Amaury tuviera aún más deseos de luchar por la libertad. Otro en su lugar se hubiera centrado en su pareja, olvidando por completo la lucha.

-Tú debes encontrar el tuyo, el lugar donde sientas que perteneces. Tal vez, sólo debes dejar que el mundo te impulse hacia él o ella.

Deposité un beso en su frente esperando que la esperanza de un nuevo mañana, un futuro prometedor, la sosegara.

Reí como niña cuando dijo que tal vez había un ella que me hiciera cambiar, negué con la cabeza y me separe de su cuerpo para comenzar a caminar por el aire pero no alejándome mucho de él.

No me caen en gracia las mujeres Atsu. Conocí a Kayla que dice que es de la organización aunque va por libre. Intente un poco que me cayera bien, pero le entró curiosidad por saber que me había pasado por eso de Caim - comente caminando con los brazos en la espalda y luego regrese poco a poco hasta donde estaba. - No le dije nada puesto que a ella no le importaba además no nos conocíamos de nada. Las mujeres no están hechas para mi - termine delante de él y le di un beso en la mejilla volviendo a abrazarme a su cintura cerrando los ojos.
Pero si espero encontrar a un hombre que me quiera, o en su defecto aguante mis caprichos.

-Los caprichos femeninos son síntomas de necesidades afectivas, si no das a tu mujer la luz que desea, el sabor que no ofreces de tus labios, ellas piden algo a cambio de su corazón. Mujer caprichosa es aquella que no está satisfecha.

Conocía bien a las mujeres. Mil años en la búsqueda de un corazón afin al mío. Louise parecía ser la apropiada pero un día desapareció tal como vino. Añoraba contemplarla jugar con la espuma del mar, verla como luciérnaga de mis noches frías. Era el faro de la cordura repleta de fantasía. Mis ojos se vieron turbados por la pena, un llanto silenciado con una sonrisa amarga mientras abrazaba a Hella con cuidado.

-Mi hermosa niña muerta, mi dulce niña Hella. No sufras por amor, porque el amor es caprichoso y traicionero. Deberías saber que únicamente surge cuando menos lo esperas.-

Escuche sus palabras notando en ellas el dolor de una perdida reciente, le mire y subí mis manos hasta sus mejillas acariciándolas con suavidad. Sí, era una niña, que necesitaba de afecto de alguien, pero sabía que todo era pasajero y que tenía que esperar.

Cuando lo encuentre serás el primero en saberlo - respondí con una sonrisa mirándole con cierta ternura, nunca había negado que seguía siendo una niña pese a la edad que tenía.

Me acerque mas a su rostro terminando de darle un leve beso en los labios pasando mis bracitos por sus hombros sin dejar de besarle con algo de dulzura algo raro en mi pero podía serlo si lo proponía.

Acepté aquel beso por su cálida ternura, era como el roce de una rosa contra mis muertos y fríos labios. Mis manos acariciaron su cintura quedando ancladas a estas mientras la sostenía, como si fuera un ramo de flores que pese a estar marchitos parecían frescos, radiantes y aromáticos. Mi dulce Hella, tan necesitada por un abrazo como por un beso.

Aparté con cuidado mi boca de ella contemplándola con mis ensombrecida mirada, mi piel pálida me daba aspecto de ser un monstruo creado de porcelana. Besé su frente sintiendo la friladad de su piel, como si estuviera creada con hierros de aspecto marmóreo. La sangre que rezumaba mis ropas se mezclaba con su fragancia. La noche se estaba volviendo fría, como si aún permaneciéramos en el invierno y no en la primavera donde las flores marchitas cobraban vida.

-Espero que lo encuentre y sea feliz, yo creí encontrarla pero prefiero guarecerme nuevamente en las sombras a la espera de una misión. No puedo jugar a los enamorados siendo un guerrero. Tú no tienes tan alta responsabilidad, hallarás al hombre adecuado. Tengo intuiciones, sé que lo harás.

Sonreí levemente cuando se separo de mi, me hizo feliz que aceptara un simple beso y cerré los ojos cuando me dio un beso en la frente haciendo que ronroneara levemente.

Sabes que puedo ayudarte a formar a los niños, es lo que me dijo Amaury cuando me salvó - respondí volviendo a enterrar mi cuerpo entre su ropa oliendo aun aquella sangre y su aroma hacían que volviera a cerrar los ojos. - Eres como mi papi - susurre con media sonrisa notando el frío del aire.

Sabía que para Amaury yo era una pieza fundamental en su tablero, donde él no era el rey porque no existía reyes ni reinas. Todos éramos peones, todos nos movíamos en un mismo movimiento parecido a un tango. Éramos uno. Me hacía sentir emocionado la sensación que muchos tenían cuando escuchaban nuestro nombre, veían nuestro emblema o simplemente susurraban que debían temernos. Me sentía orgulloso.

-Caim es un ser despreciable, no ha sabido tratarte con respeto. Yo ofrezco respeto a mis hombres y amigos.

No podía tener hijos, pues la mujer que amaba se había esfumado y era tan sólo un espíritu. Mi primera esposa, la única, murió como mueren todos los humanos. Mi hijo no pudo tener vida por complicaciones en el parto. El mundo no fue justo para mi, pero eso no significaba que así debiera ser para otros.

-Siempre aceptaré tu ayuda

No sabe que es eso, además ninguno de los dos sabia quien era el otro - murmure en respuesta a lo que dijo.

Me estaba quedando dormida entre sus brazos, me tranquilizaba estar con él su presencia me relajaba.

Vas a quedarte conmigo esta noche? - le mire entre su ropa con cierto brillo en mis ojos, aunque solo podía esperar que dijera que no podía como me pasó aquella vez con Amaury.

-Mi misión de hoy ha concluido.

Fueron mis palabras frente a su petición. Sus ojos eran dos estrellas bañadas por la esperanza, sus labios rogaban con palabras dulces como si fuera una niña. Me quedaría a su lado aquella noche, permitiría que caminara en silencio junto a mí por el puerto o quizás por las calles más oscuras de la ciudad. No importaba hacia donde nuestros pies se movieran, nuestras almas sabrían guiarnos.

-Ven conmigo al bosque, la naturaleza te calmará.

Permitiría que viniera conmigo en oración, sintiendo como el aire del bosque entrara en su cuerpo vibrando con el resto de sus sentidos. Un mundo lleno de luciérnagas convertidas en mariposas, ninfas transformadas en flores silvestres y cientos de almas en coro alzando sus ramas hasta los rayos lunares.

Mis labios formaron una sonrisa de felicidad con sus palabras haciendo que por inercia le abrazara algo mas fuerte por que aceptara que me quedara con él.

Gracias... - susurre con cierta emoción.

Sonreí mas y le di un besito cerca de la comisura de sus labios, se me había pasado el sueño de golpe.

Vamos allí pues - volví a pegar mi rostro a su pecho ronroneando, no sabía a que bosque se refería por lo que preferí que fuera él quien nos llevara

Rodeé su cuerpo con mis túnicas negras, dejando que pudiera encontrar la ropa de cuero negro y tela gruesa que solía vestir. Ropa diferente a la que presumiblemente podría esperarse de mi. Mis manos acariciaron su cintura con firmeza, tenía que desplegar mi poder y no deseaba que la molestara.

Me desplacé por los aires con ella, como si fuéramos dos plumas de ganso o ave del paraíso. Nos movíamos en el aire, danzando, con la ayuda de los vientos. Buscaba el follaje de los árboles alzandose verdes y radiantes, la primavera se extendía bajo nuestros pies y bajo la capa tóxica de contaminación. La oscuridad no deslucía aquel intenso paraíso, las luciérnagas danzaban cerca del lago y la primavera se veía radiante con su manto de madreselva.

-¿Prado o lago?

Deje que me abrazara olisqueando mejor su aroma con los ojos cerrados, comencé a ronronear notando como levemente el aire se colaba por aquella capa que llevaba. Escuche su pregunta y abrí un poco los ojos.

Al lago quiero darme un baño - susurre y volví a cerrar los ojos y a seguir ronroneando me gustaba estar entre su cuerpo aunque solo fuera de aquella manera. Seguro que tu también encuentras a alguien que te quiera, ya lo veras - sonreí aunque no me viera

El lago era un manantial subterráneo que emergía a la superficie. A su alrededor podías encontrar maravillosas plantas que brotaban con fuerza a causa de la primavera, las aguas eran tranquilas y cristalinas y los animales cercanos se aproximaban a beber. Era un lugar mágico donde incluso se podía sentir los espíritus y los insectos revolotear con cierto encanto.

Paré en la orilla del lugar observando las aguas de apariencia oscura por culpa de la nocturnidad. Mis manos se aproximaron a la tierra húmeda hundiéndose en esta, excavando en ella y removiendo la arena arcillosa. Sonreí con timidez, pues mis sonrisas eran casi inexistentes debido al olvido y el dolor.

-Una vez me amó una mujer, una mujer que no fue mi esposa y que he olvidado por su seguridad.

Cuando llegamos me separe de él saliendo de entre su capa y me puse a mirar todo lo que había allí, me gire con curiosidad cuando dijo que había amado a una mujer pero que tuvo que olvidar, mordí mi labio inferior y suspire luego.

Me acerque a él y termine por darle un beso en la mejilla, en forma de animarlo, luego regrese a la orilla quitando mis ropas y me lancé hacia el agua del lago a darme el baño que había dicho que necesitaba, quería que se llevara todo el mal que me había hecho Caim en mi cuerpo.

Nade con ganas y hasta me zambullí dentro del agua haciendo que mi cabello se mojara bien, luego de unos cuantos largos salí por fin a la orilla, el agua fresca corría por mi cuerpo haciendo que cerrara los ojos levemente y en nada mi cuerpo se secó, sonreí y me puse la ropa de nuevo.

Está fresquita

Me saqué la capa junto al tocado que ocultaba mis largos cabellos negros, dejando la ropa de guerra a vista de todos, aunque únicamente estaban presentes algunos espíritus y ella. Mis ojos se perdieron en la inmensidad del lugar. Mi aspecto sin duda era el de un guerrero de piedra que contemplaba el tiempo y el tiempo lo contemplaba a él.

De mis labios surgió una melodía que una vez pude lograr cantar tras apartarme de Gabrielle. La había dejado mientras aún descansaba. Una despedida cruel tras una noche de pasión, había sido mía durante meses. Sin embargo, yo era libre y mi deber me llamaba. Había escuchado sobre los destrozos de un joven que había perdido la cordura, deseaba sosegarlo y hacerlo mi discípulo. Era un reto aún mayor que el lograr amar a una mujer, pese que siempre guardé en mi pecho la sensación de haberlo hecho mal.

kiss me (link)

Me senté a su lado pasando mis manos por su brazo derecho, abrazandole y apoyando mu cabeza en su hombro mientras le escuchaba cantar, cerré los ojos sonriendo.
Me gustaba mucho estar a su lado, me sentía tranquila y protegida, me estaba quedando medio dormida por estar así.

Extrañaré estar a tu lado de esta manera, me gusta mucho y me tranquiliza... Me siento protegida a tu lado - murmure sin dejar de sonreír con los ojos cerrados hasta quedar del todo dormida en esa posición.