Tomando algo {Jane Riccioli}

Era de noche, las nubes cubrían el cielo nocturno dando a la ciudad un toque de misterio más del habitual. Había decidido salir a tomar algo, Angélica se encontraba en casa de una amiga durmiendo y ya no tenía que preocuparme de ella directamente, pudiendo ocupar mi tiempo libre en hacer cosas que me gustan. Creo que había olvidado lo que era salir de fiesta, hacía tiempo que no pisaba un bar o un sitio parecido. Demasiadas responsabilidades como para hacer estas cosas todos los días, pero un día era un día. E iba a aprovechar al máximo esta noche, desfase y descontrol, son dos palabras que me gustan bastante.

Llevaba puesto una chaqueta de cuero negro, y unos vaqueros rotos. Una indumentaria juvenil que solía ponerme en noches como esta. Iba caminando con las manos en los bolsillos, por unas calles un tanto lúgubres y con menos luz de la normal. Eran los barrios bajos de la ciudad, donde se reunían toda clase de calaña y gente dispuesta a todo por conseguir lo que quiere. Pero allí también estaban los mejores sitios para tomar un trago, en el resto de la ciudad era un coñazo hacerlo. Me paro a encender un cigarrillo, y continúo mi camino sin prestar atención a las sombras que se mueven a mí alrededor. Susurran amenazas, que no se atreven a llevar a cabo. Mi aspecto es de lo más normal, pero mi olor me delata y seguro que es lo que les echa para atrás.

Llego a la puerta de un antro, donde se oye música rock a tope, el griterío de la gente sale hasta la calle. El lugar perfecto, entro al local y me acerco a la barra para pedir una copa, cuando la tenga en la mano ya me encargaré de ver el panorama de mi alrededor. Seguro que hay algún conocido por la zona y para poder empezar la fiesta o algo por el estilo. Llamo la atención del camarero, un licántropo por su olor, y al momento me trae el vodka con naranja que había pedido. Le doy un trago y saboreo aquella delicia, me quedo apoyado en la barra sin percatarme de la figura que viene hacia mí.

Aquella noche nublada, sentí las irresistibles ganas de salir a tomar una copa.

Me deslicé en una blusa azul claro, y unos vaqueros cortos. No tenía demasiado frío, pero a pesar de todo, por guardar las apariencias, añadí unas medias del color de mi pálida piel. Dudé entre ponerme manoletinas o tacones, pero finalmente pensé que no merecía la pena por unas copas tontas, y me puse unas botas negras bajas.
Finalmente, salí a la calle, abrochándome el largo abrigo negro a lo parisino.

No quería, ni mucho menos, ir a parar a uno de los locales de Caim, así que, con cierta repugnancia, me aventuré por los barrios bajos, hasta encontrar un local que me pareció aceptable. Entré y me acerqué lentamente a la barra, colocándome junto a un vampiro, y le hice una seña hosca al camarero:
-Amaretto, por favor.-pedí la bebida italiana con una mueca, y me quedé de medio lado, hasta fijarme distraídamente en el vampiro de al lado.

La chica que se había puesto a mi lado en la barra, no estaba nada mal, aunque su aspecto parecía el de una chica en plena adolescencia pero había algo que la delataba. Aquella no era su verdadera edad, eso era obvio, su forma de moverse por aquel lugar y lo que había pedido, demostraba que su edad era mucho mayor a la aparente a primera vista. Tenía un olor raro, algo así como a un demonio, pero con más "historia". Como si fuese uno de los primeros demonios o algo así, debe de ser muy poderosa.

Observo lo que hace por el rabillo del ojo, y me percato de que ella también está haciendo lo mismo. La verdad es que eso solo puede significar dos cosas, me considera su victima o le ha gustado lo que ha visto. Y espero que sea lo segundo, no me gusta luchar con demonios. Me giro hacia ella, mordiendo el lateral de mi labio inferior de forma provocativa.

- Buena elección lo del Amaretto, signora. - digo sonriendo de forma amplia. - Soy Markus. - alargo mi mano, para poder estrechar la suya. Un saludo formal y como el que todo el mundo hacía.

De pronto, el vampiro se mordió el labio provocativamente, asegurándome con una sonrisa que era una buena elección, tras lo que me tendió la mano indicando que era Markus.

Yo alcé las cejas, divertida, y le di un buen repaso sin ningún disimulo:
-Mmm... sí, todo lo que me recuerde a Italia es bueno.-repliqué serenamente, estrechando su mano.- Mi nombre es Jane Riccioli, aunque también me llaman... Soberbia...-me presenté, bajando la voz levemente en el último punto.

Observé como el camarero regresaba con mi bebida. Me la tendió, observándome con desconfianza; él era un licántropo, si no me equivocaba. La cogí y le dediqué una mueca para que se largara rápido, no fuera que quisiera quedarse a cotillear, y él, chico listo, se alejó velozmente.

Aquella chica con una sola mirada podía expresar cualquier cosa, más que alguno de los aquí presentes con palabras. Y eso es algo que me gusta, el carácter de una mujer. Bueno de un demonio en su caso. Era algo que hacía que se volviese atrayente, que me interesase por ella. Aquellas mujeres que están pendientes de su forma de vestir y el maquillaje, pero luego se dejaban pisotear o incluso se humillaban por conseguir a un tío...me daban algo de asco.

Observo a mi nueva compañera de juerga, por lo menos para esta noche, cuando se presenta como Jane Riccioli. Aunque poco después añade, bajando su tono de voz, su nombre verdadero. Aquel nombre que le da la naturaleza demoníaca,era la soberbia. La soberbia era uno de los pecados más vistos en el hombre. Eran orgullosos, altivos...creo que esta chica sabía hacer bien su trabajo.

- Yo también soy italiano, y hecho de menos aquella Italia de hace siglos. - digo suspirando y añorando tiempos antiguos. - Encantado de conocerla, y brindo por ti. - digo chocando la copa que le acababa de traer el camarero, que se marchaba rápido de allí. - ¿Qué haces por estos barrios?

Markus dijo suspirando que él también era de Italia, y que la echaba de menos.

Yo sonreí divertida, con curiosidad:
-Ah, ¿en serio? Hmmm... italiano.-suspiré levemente con tristeza.- Sí, ahora están destrozando Italia... ya no es como era antes. Hace siglos que no voy por eso; no quiero decepcionarme, ya tengo bastantes cosas en las que pensar...

Markus brindó por mí, y quiso saber que hacía por aquellos barrios.

Yo reí levemente, y choqué mi copa con la suya:
-Y por ti también, entonces.-añadí, dando un trago a la copa.- Bien, ciertamente nada especial... Sólo quería tomarme una copa en algún local que no fuera de Caim... Algo difícil en estos tiempos.-hice una pequeña mueca.- ¿Y tú? ¿Alguna historia más interesante que contar? No creo que seas de los que van a los locales sólo a beber...-sonreí divertida.

La verdad es que nunca me había sentido muy cómodo al lado de demonios y esa clase de criaturas. No es que les tuviese miedo o temor, pero eran difícil saber por donde iban a salir. Aquellos seres solían ser muy testarudos y acababan haciendo lo que quieren donde quieren. Y si eso conllevaba acabar con la vida de los que estaban alrededor, pues había que hacerlo, ante todo estaba su bienestar. Pero estar al lado de la soberbia, de Jane, era distinto. No se como ni porque pero no sentía aquella sensación de nerviosismo que sentía con los demás. Tal vez sea porque ambos tengamos la misma procedencia.

- Es una lástima lo de Italia, no entiendo como pueden acabar con algo tan bonito como era todo aquello. - suspiro. - Ojala alguien les de su merecido. - añado con una sonrisa triste.

Al final brindamos por nosotros, por dos italianos muy distintos que han coincidido en un local en una barrio un tanto...lúgubre. Asiento con la cabeza y le doy un buen trago a mi copa, escuchando atentamente las palabras de Jane.

- No hay buena relación con Caim, por lo que veo. - encojo mis hombros dejando la copa en la barra y sacando un paquete de tabaco del bolsillo del pantalón. Pongo uno en mi boca y ofrezco otro a mi acompañante. - La verdad es que llevaba demasiados años sin poder hacer esto, aunque... - digo bajando el tono de voz. - Reconozco que no me gusta beber solo, prefiero tener compañía. Y creo, repito creo, que esta noche la he encontrado. - guiño el ojo.

Markus sonrió tristemente, deseando que alguien les diera su merecido a los que acababan con Italia.

Yo sacudí la cabeza con una suave mueca:
-Sí... si no fuera precisamente porque no quiero otro problema más, iría yo misma a hacerlo.-sonreí levemente con sadismo.- Sería divertido...

Markus se encogió de hombros y comentó que al parecer no tenía muy buena relación con Caim, tras lo que me guiñó el ojo asegurando que le gustaba beber con compañía y que al parecer la había encontrado.

Yo asentí distraídamente:
-Bueno, tal vez haga algún trato con él... Pero lo cierto es que no le tengo mucho aprecio, que digamos. Me pone nerviosa encontrármelo por todas partes.-observé como me ofrecía un cigarrillo, y lo rechacé con un gesto de mano.- No, gracias, no fumo...-hice una pequeña mueca de asco; lo cierto era que tampoco me agradaba que fumaran a mi alrededor, pero ya estaba acostumbrada, así que no le dije nada.- Hmmm...-pensé durante un instante, y acabé sonriendo divertida.- Sí, supongo que sí... Me gusta encontrarme a alguien que no piense que los demonios sólo queremos pelear...

La verdad es que me gustaba la compañera nocturna que había encontrado esta noche, tenía que conseguir su número o alguna forma de localizarla para una próxima noche de juerga. Es posible que tenga que aguantar ciertas cosas que no me lleguen a agradar del todo, pero por el momento todo va viento en popa y...además...me gusta esta chica.

- Si haces algún viajecillo para allá, no dudes en avisarme. Y demos su merecido a aquellos cabroncetes. - añado con una pequeña carcajada. Aquellos que destrozaban Italia se merecían que cayese la ira de alguien importante y fuerte sobre ellos.

Cuando hablamos sobre Caim, aquel demonio que "reina" sobre buena parte de los locales de la ciudad. Y por lo que había escuchado de él, más valía caerle en gracia.

- Te entiendo. Tienes la sensación de que es al único que ves, giras una esquina y allí está él. - digo negando con la cabeza. Guardo el paquete cuando me contesta que no fuma, más para mi. - Pues has encontrado al hombre perfecto nena. Yo estoy cansado de pelear, me gusta otra clase de...acción. - digo mordiéndome el labio inferior y retirando un mechón de su cara, aprovechando para acariciar un poco su mejilla.

Markus comentó con una carcajada que si algún día iba para allá, le avisara para darles su merecido.

Yo reí divertida, y asentí:
-Por supuesto, será un verdadero placer. Las venganzas son mejores si las compartes con alguien.-le mostré una sonrisa afilada; aquel vampiro me caía bien, más de lo normal, en realidad.

Markus guardó el paquete de cigarrillos, y comentó que girabas una esquina y allí estaba Caim, tras lo que aseguró que era el hombre perfecto, porque prefería otro tipo de acción, y apartó un mechón de mi cabello, acariciándome la mejilla en el proceso.

Yo bufé levemente, sacudiendo la cabeza:
-Sí, realmente sí… Es insoportable ya; comienza a ponerme nerviosa.-le observé divertida, capturando su mano durante un instante, con una sonrisa burlona.- Oh… ¿en serio? Pues ha sido una verdadera suerte.-ronroneé, satisfecha.- Por supuesto, a mí también me gusta ese tipo de acción… Estoy segura de que seríamos… compatibles.

Cada vez me sentía mejor en este lúgubre antro, la verdad es que si no hubiese conocido a nadie esta noche puede que ya me hubiese marchado a mi casa. Aquel local deja bastante que desear y la gente...bueno si no fuese por Jane. Jane hablaba sin guardarse lo que piensa y con un tono que me agradaba, no me parece que sea una persona que sea falsa de algún modo. Por lo menos era un punto a su favor, la mayoría de los demonios son sinceros a su manera. Es obvio que ellos mentirán para conseguir cosas que desean, pero por lo demás...creo que son los seres más sinceros en toda la faz de la tierra. Encima se le ve con ganas de patear el culo a ciertas personas, como a aquellas que destruyen cosas importantes para ella.

- Trato hecho entonces, en un futuro próximo tendremos que hacer un pequeño viaje de negocios para patear los culos de los que andan fastidiando por allí. - digo apurando de un trago mi copa y haciendo un gesto al lobito para que me traiga otra igual.

Estamos coqueteando, estoy coqueteando con un demonio y no un demonio cualquiera, estoy haciéndolo con la soberbia. Si aquello no sale bien...yo no voy a salir bien parado. Espero que no cambie de idea al final y decida patear mi culo. Prefiero seguir como hasta ahora, sin malos rollos entre nosotros. Guiño un ojo ante sus palabras, poniendo una mano en la barra y acercando mi cuerpo al suyo, quedando separado por unos míseros milímetros.

-Así que...¿podemos jugar sin ataduras? - digo mordiendo ligeramente el lóbulo de su oreja derecha. Miro al camarero de nuevo, que carraspea cuando me trae la copa. - ¿Quieres propina o qué? Molestas por si no te has dado cuenta. - el perro se marcha, y me deja de nuevo atento a Jane. - Vuelvo a tener ojos solo para ti...¿por donde iba? - susurro en su oreja.

Desde luego, aquel vampiro era fantástico.
Al menos ir a aquel asqueroso antro había valido la pena; y luego decían por ahí que no había nada decente aparte de los locales de Caim... bien, quizás fuera cierto, pero aquella noche... aquella noche había tenido suerte.
Markus era encantador, educado, italiano, apuesto, y sobre todo, algo muy importante: no me subestimaba, ni mucho menos.

Yo reí divertida al oír su conclusión, y asentí levemente, tomando otro trago del amaretto; yo bebía despacio, pero mi acompañante parecía estar dispuesto a emborracharse velozmente.
-Mmm... de acuerdo. Nos lo pasaremos bien.-aseguré.- Sí, viaje de negocios... Me gusta la idea. Es una buena excusa para cargarse a unos cuantos idiotas.

Markus me guiñó un ojo y se acercó a mí. Si hubiera sido cualquier otro, probablemente lo habría frito, pero curiosamente, a él se lo permití. Me mordió la oreja y quiso saber si podíamos jugar sin ataduras, tras lo que espantó velozmente al camarero.

Yo le observé con fijeza, y una leve sonrisa se formó lentamente en mis labios:
-Chiaro, ¿perché no?-me relamí los labios, divertida, y deslicé ligeramente los labios por su cuello.

Aquella noche prometía más de lo esperado. Nunca me hubiese imaginado ligando con uno de los siete pecados capitales, que si soy sincero creía que no existían como tal. Creía que solo eran simples demonios que se dedicaban a llevar gante hacia su lado o su bando. Pero después de todas las cosas que he visto durante mi vida, tampoco voy a sorprenderme por ver algo como eso. Al final resulta que toda clase de seres van a existir y convivimos juntos. Resulta que la mayoría de cuentos o leyendas, no tienen tanta parte de mentira como se piensa la gente. Aquellos que escribieron tantas historias mitológicas y de leyendas, eran sin duda alguna de esas criaturas de las que escribían.

¿Pero que hago yo pensando en eso? Tengo delante a una chica despampanante con la que puedo llegar a tener algo esta noche, y yo ando perdido en cosas sin importancia. Me muerdo el labio, dejando escapar un leve gemido, cuando Jane comienza a besarme el cuello. Aquello cada vez se vuelve más divertido, acaba de comenzar un juego que me gusta bastantes. Un juego de coqueteo, en el que acabe como acabe, no hay ataduras ni porque volver a llamarla nunca. Pongo una mano bajo su barbilla, para mover su cabeza hasta dejarla delante de mi cara. Pudiendo observar todos sus rasgos, y dejando una distancia mínima entre sus labios y los míos.

- Me encanta que me hablen en Italiano. - digo haciendo que con cada palabra nuestros labios se rocen. Acabo la frase con un beso en sus labios, introduciendo me lengua para entrelazarla con la suya. Al separarme de ella muerdo el labio inferior de la chica con algo de pasión y brusquedad. Tampoco creo que le gusten mucho los gestos ñoños. - Creo que soy la envidia del local. - digo alzando las cejas y mirando a mi alrededor.

Markus gimió levemente, o al menos eso pude oír sin verle la cara, y me cogió de la barbilla para que le mirara, tras lo que aseguró, besándome, que le encantaba que le hablaran en italiano.

Yo le mostré una sonrisa con unos dientes que apenas tenían que envidiar a los suyos, vamos, lo que me divertía llamar una sonrisa de vampiro, por el simple placer de aquella deliciosa ironía.
-Por supuesto.-repliqué, permitiendo sus besos y lamiéndole levemente los labios, divertida.

Al principio había sido más suave, pero al parecer se había dado cuenta enseguida de que para un demonio la dulzura no era lo más de lo más... de todas formas, a mí no me disgustaba. Escuché como aseguraba que era la envidida del local, provocando que yo riera levemente y le besara la mandíbula.
-Bien, lo mismo digo.-aseguré, observando el resto del "ganado" masculino, y comparándolo con él.- Hemos venido a encontrarnos dos diamantes en el barro.

Aquel juego me encantaba, la verdad es que no me imaginaba que la Soberbia me dejase hacer este tipo de cosas con ella. Pensaba que ella debería dar el primer paso para esto e incluso que ella elegiría a la persona idónea para hacer aquello. Ahora mismo me sentía genial, como si fuese especial. La verdad es que era importante, todos aquellos seres estaban por debajo de mi altura, por lo menos ante los ojos de Jane. Mi nueva...amiga. Además hacía tiempo que no disfrutaba de la compañía de una dama como ella, desde que nació mi hija mis encuentros con mujeres se había visto reducido drásticamente. Cada vez entraban menos mujeres en mi vida, a causa del cuidado y la protección de mi hija.

Cuando beso aquellos labios, me saben a gloria. Tienen algo que me hacen sentir que han vivido bastante, tanto como los míos, pero tiene una parte de calidez que me reconforta y me deja seguir adelante con esto. Me lame los labios, y añade que hemos encontrado dos diamantes en el barro. Supongo que ambos hemos tenido suerte esta noche. Me muerdo el labio inferior de forma morbosa, aunque sin saber muy bien por donde seguir.

- Y...bueno, ¿Qué te apetece hacer? - digo alzando una ceja. Rodeo su cintura con mis brazos, y la acerco a mi de una forma ruda pero delicada a la vez. Hago que nuestros cuerpos queden muy pegados, con cada respiración nuestra piel entraba en contacto y cesaba aquella mísera distancia que nos separaba. - Aquí hay demasiada gente para...seguir con esto ¿no? Aunque...puede ser morboso. - añado sonriendo.

Markus quiso saber qué me apetecía hacer, tras lo que rodeó mi cintura y me acercó a él, añadiendo que había demasiada gente para continuar, aunque podría resultar morboso.

Yo sonreí burlonamente. De momento no lo estaba haciendo mal, aunque si en algún momento hacía algo que me disgustara, me aseguraría de que sintiera el mismísimo infierno en sus entrañas... Aunque era curioso, pero Markus me caía bien, además de atraerme físicamente. Y tenía en cuenta quién era yo... oh, diablos, eso era una de las cosas que más me gustaban de él. Estaba bastante segura de que, si llegábamos al final, tendría que hacer poco esfuerzo para agradarme... bastaría con que me halagara un poco... al fin de al cabo, era la Soberbia.
-¿Tú que crees?-me burlé divertida.- No, no me gusta tener público.-hice una mueca quisquillosa.- Conozco un lugar...

La verdad es que notaba la presencia de más seres sobrenaturales, en aquel antro de mala muerte. Seguro que la gran mayoría nos mirarían intrigados ahora mismo, por lo que está pasando. Y más aún si conocen la verdadera naturaleza de Jane, aquello era más morboso e interesante todavía. Algunos de los presentes darían lo que fuera por ponerse en mi lugar, otros pensarán que es una locura y que puede que nunca más me vuelvan a ver. Eso último es posible, aunque no porque la Soberbia acabe con mi vida, sino porque no volveré a este lugar.

Cuando nuestros cuerpos están pegados, notando la respiración del uno y del otro. Por mi mente pasan muchas imágenes a cámara super-rápida. Imágenes de esta chica y yo, pensando sobre lo que puede pasar después, imágenes que me gustan y estoy deseando que sucedan. Alcé la ceja de forma graciosa.

- No se, nunca he hecho esto con un demonio. - digo sonriente. - Pero estaría encantado de ir contigo a ese lugar. - digo soltando su cintura y sacando del bolsillo el dinero de nuestras copas. Lo dejo en la barra con un golpe y me giro de nuevo a Jane. - Madame. - digo haciendo una leve reverencia para que comience a andar y yo poder seguirla.

Markus sonrió y comentó que nunca había hecho aquello con un demonio.

Yo le dediqué mi mejor sonrisa "de vampiro", mostrando mis dientes afilados:
-Es como hacerlo con cualquier otra raza, pero más intenso... y mejor.-repliqué, relamiéndome.

Markus dejó dinero sobre la barra para pagar las copas, y soltó mi cintura, incitándome a que comenzara a andar.

Yo clavé en él una mirada afilada, y sonreí ladinamente, comenzando a andar. No miré a atrás; estaba segura de que me seguiría.
Me dirigí a aquel hermoso y lujoso hotel cercano. Era una deliciosa isla de comodidad y lujuria, en medio del peligroso mar embravecido que eran los barrios bajos.

Creo que hoy iba a ser una noche magnífica, por mucho que diga Jane que es igual que con el resto de seres, yo no me lo creo. Los demonios son más...más de todo en general, yo los considero hasta más apasionados que el resto de seres que habitan la tierra. Y si no que me expliquen por que anda en su bando la lujuria, otra con la que tampoco me importaría cruzarme en algún momento. Tras pagar, veo como sale de aquel antro y comienza a andar por las calle colindantes dirigiéndose a un destino que yo desconozco.

Yo no desconfío de ella, y puede que eso no sea bueno del todo, pero por si las moscas voy justo detrás de ella. Alzo la vista cuando se para ante un hotel lujoso que había cerca. Suspiro y me pongo a su lado, rodeando la cintura de nuevo. Acerco mis labios a su cuello, lamiendo con delicadeza la zona y subo hasta su oreja donde doy un leve mordisco.

- Vaya gusto tiene la señorita. - susurro con una gran sonrisa. Doy un paso adelante y extiendo mi mano, para pasar al interior del hotel como si de una pareja formal se tratase.