Sweet and darkness.... Libre _ Londres

Aun estaba en Londres, no me decidía por salir del país, me gustaba Londres la cual había sido reconstruida poco a poco después de la guerra.
Caminaba por la calle bajo un paraguas enorme de color negro, escribiendo con una mano en mi agenda electrónica mientras me seguían llegando aquellos informes sobre aquel demonio llamado Caim y varias fotos que le habían hecho sin que él mismo se diera cuenta.

Tenía pinta de amar el sexo con cualquiera que se le pusiera en frente, esa era una de mis cualidades, fijarme en las facciones de la gente. También era un hombre de negocios, las demás organizaciones habían empezado a temerlo.

Suspire levemente cerrando la PDA y guardándola en la mochila que siempre cargaba conmigo, tenía cables y hasta una mini pantalla que servia para conectarme a la red, junto con un teclado de silicona que se plegaba.

Llegué a la puerta de la pastelería de mama, la abrí y cerré el paraguas con facilidad dejándolo en el cubo con los demás. Sonreí a la encargada y me fui a mi mesa reservada a esperar mi chocolate caliente, mirando por la ventana los coches que seguían pasando por la carretera.

David llegaba de una de sus misiones suicidas, de aquellas a la que la Orden lo enviaban, esperando resultados y haciendo pocas preguntas, el vampiro obraba como le apetecía, siguiendo sus normas, mientras trejera lo que la orden requerría no inquirían en que medio había hecho uso para conseguirlo. David no rendía demasiadas cuentas, esa época ya pasó hace mucho tiempo pero sí sentía la necesidad de contribuir al menos no quería quedarse de brazos cruzados mientras el mundo se iba yendo hacia el precipicio. Depositó la reliquia en las cámaras acorazadas de la cada Madre, sus ropas estaban raídas, cubiertas de polvo y suciedad, pero su rostro, perfecto, altivo y masculino no mostraba huellas de cansancio o miedo, lo único es que el hambre se iba despertando poco a poco en él, dentro de poco tendría que cazar, algo que no era de su agrado.

Salió del cuartel de la Talamasca, viendo algunos coches pasar por las carreteras medias derruidas, se pudiera pensar que Londres estaba de nuevo intentando alzar la cabeza pero para David era cuestión de tiempo que alguna de banda de seres sobrenaturales intentara imponer su ley, aquel orden era una mera ilusión, una fantasía aunque en su corazón deseara fervientemente que perdurara. Bajó la escalinata con agilidad, el abrigo negro que vestía se movía en torno a su cuerpo esbelto y musculoso, no podía ocultar que era un vampiro, se notaba demasiado. Sus ojos dorados alumdrados desde dentro por un fuego que no extinguía, su piel reluciente, ambarina, el nimbo de sus cabellos castaños y como se movia, ningún mortal podria moverse de aquella forma, elegante, sensual, depredadora, si acaso un tigre rozaría esa perfección.

Dobló la esquina, ya había oscurecido y lo único que deseaba era llegar a su oscuro y oculto hogar para descansar. Pasó en frente de la pastería y por el rabillo del ojo vio a Kyle, era un vampiro criado en el seno de la orden. David apenas había tratado con él, no tenía tiempo para eso y los miembros de la Talamasca se hicieron cargo. Pero de todas formas era un compañero de la misma orden y por tanto, por educación lo saludaria. Atravesó la calle con aquel paso elástico, sus dedos oscuros empujaron la puerta, frunció el ceño, todo el olor le resultaba demasiado dulce, casi ofensivo para sus sentidos vampìricos.

Se aproximó a su mesa pero no se sentó-Buenas noches, señor Kyle.-su tono fue formal, no lo llamaba directamente por su nombre porque apenas se conocían como para tener semejante familiaridad con él.

Podía saber que ya tenía la taza de chocolate en la mesa sin siquiera apartar la mirada de la pantalla del ordenador. Aquel aroma mezclado con un poco de sangre humana me hacía recordar cuando mama me enseñaba a mezclar las cosas bien.

Las pastelerías de mama siempre habían sido famosas por mezclar dulces con sangre, para los vampiros, ese siempre había sido su sueño y yo seguía con su legado.

Note como entraba una presencia algo mas poderosa que yo en la pastelería, olía a vampiro de la orden, alcé los ojos para ver que era David Talbot el que se había acercado para saludarme.

Buenas noches tenga señor Talbot... - sonreí llevando la taza a mis labios para darle un sorbo. -Que le trae hasta mi humilde pastelería? Quiere té? Café? - dije haciendo gesto para que se sentara en la silla de enfrente.

David paseó los ojos por el lugar, él era un purista en muchos sentidos, aquel lugar aunque conveniente le parecía ligeramente absurdo, convirtiendo a los vampiro en una especie de mal calco de los seres humanos, pretendiendo ser algo que no eran y como resultado se convertían en vampiros con añoranzas y las mismas debilidades que cualquier mortal, uno debía exister con lo que era. Pero era su oponión claro y no la expresaría jamás en voz alta, él tenía otras preocupaciones aparte de los dulces y la nata que tampoco le habían gustado en vida.

Sus dedos se posaron en la silla y la rodaron, su cuerpo fluyó, acomodándose en ella, cruzando sus largas piernas, se despojó del abrigo que estaba cubierto de polvo, pareciera que el vampiro se hubiera estado arrastrando por túneles y túnles, la camiseta negra, ajustada a su musculoso torso presentaba desgarro en numerosos lugares, revelando a traves de los agujeros la morea piel de David cubierta con aquella patina sobrenatural, que le daba brillo bajo la luz del lugar haciendolo más inhumano aun, al igual que los dorados ojos.

-Ni té, ni café, ni chocolate ni pastelitos-la voz masculina poseía una entonación perfecta, una claridad prístina, las palabras encajaban y rodaban en el pañuelo de seda que era la voz del vampiro. Posó sus ojos en él, recorriéndolo despacio durante unos largos minutos, mirándolo con aquellos ojos sobrenaturales al tiempo que el roce de su mente era sutil, recopilando información. Luego volvió a ponerse en pie, no era amigo de las charlas banales que no llevaba a ningún sitio , no sabía ser superfluo.-Es curioso como algunas cosas no cambian durantes los siglos, una de ellas, un jovencito delante de la pantalla de su ordenador, un joven con sangre vampiro que prefiere parecer humano. ¿No es hora ya de salir del cascarón de chocolate, señor Kyle?

Cogió el abrigo y lo dobló sobre su antebrazo derecho.-Un placer, como siempre.-y se dio la vuelta para salir, tenía demasiadas ocupaciones, demasiadas cosas en mente y una de ellas era alimentarse a continuación asearse y examinar todos los progresos que estaba llevando hasta este momento si quería que todo lo que conocía no se fuera a la miera de nuevo como ocurrió en el 2012.

Me quede mirando sus movimientos fijamente, estudiándolos como era mi costumbre, viendo de pasada la imagen que tenía en la pantalla, aquella del demonio mas famoso del momento.

Ladee la cabeza ante sus palabras, las cuales siguieron a que volviera a levantarse. Si tal vez era conveniente que saliera del cascarón, pero así me habían criado.

Tal vez si, puede que vaya a Los Ángeles a observar al demonio de los negocios del momento... Caím me llama mucho la atención, puede que le pida audiencia... - sonreí mostrando uno de mis colmillos.

Es una lástima pues... Que se alimente bien señor Talbot. - reí levemente y regrese a teclear sobre el teclado de silicona

Spoiler:

David se limitó a asentir con la cabeza, era tipo de idea absurda que se le podía ocurrir a alguien para llamar la atención o simplemente perder la vida al primer encuentro con un demonio, o puede que el cuerpo y luego la vida, a veces no seguía un orden establecido.-Es una idea, también podrías bloquear todo un sistema informático para que nos diera acceso a ciertas zonas de la ciudad de los ángeles, donde hay archivos que precisamos-se comenzó a colocar el abrigo-pero comprendo que prefieras jugar al corre que te pillo con los demonios-sonrió levemente.

Se acercó y se inclinó sobre su hombro, le depositó una tarjeta justo sobre la pantalla para que la tomara si lo deseara-ahi esta mi celular por si una noche deseas hablar conmigo.-su voz suave acaricio la oreja de Kyle y la solapa de su prenda el rozó el hombro. Luego se retiró, despacio, con otro movimiento sinuoso para salir por la puerta de la dulcería en este momento lo único que le apatecía era descansar toda la noche y comer, tenía mucha hambre, pobre del desgraciado que se cruzara en su camino, no daría nada por su vida.