Casual Affair

La noche en Nueva Orleans no es la gran cosa. No lo parecía para mí, al menos. La noche en Nueva Orleans era como la noche en cualquier otra parte del mundo; no tenía peculiaridad alguna. La noche era la noche y ya. Había perdido toda poesía para mí hacía largo tiempo. Y esa noche, así como en todas las demás, pretendía olvidar. Podría haber vuelto al departamento de mierda en que vivo, el que queda allí arriba del bar, pero no tenía ganas de hacerlo. Odiaba el hecho de vivir en el mismo lugar en el que trabajaba; eso no me dejaba espacio para nada, ni literal ni metafórico. En resumidas cuentas, no resultaba nada agradable dormir entre sábanas cubiertas de semen de hombres cuyos nombres no sabes, y que esperas no volver a ver nunca más en tu puta vida (literal y figurativamente hablando).
Así que cogí un abrigo, y salí a caminar sin destino alguno, maldiciendo todo de esa existencia de mierda.
Pensé que debería ir a Europa. Tal vez a las putas les iba mejor en el Primer Mundo... Pensé que era una idea estúpida, porque no tenía la pasta necesaria ni para viajar al otro extremo de la ciudad. Pensé en robar, y recordé lo torpe que era para esas cosas. Pensé en quedarme así como estaba, porque no había de otra, y porque ya vendrían tiempos mejores. Y porque un día lo olvidaría todo y comenzaría de cero. Y me acostaría con quien yo quisiera, y no me sentiría sucia al hacerlo.
Solté un suspiro y detuve el paso frente a un pub, dispuesta a entrar. Eso era, claro: beber y tomar. Eso ayudaría... ¿No?