We may never be more than just strangers - [+18]

Había bajado solo por un momento a donde los demás pecados la esperaban, la estancia allí había durado penas una semana y Constance ya se quería ir de nuevo, estaba aburrida. El infierno se había vuelto monótono y era algo que no cuadraba para nada con el temperamento de la rubia demonio. Constance se paseó en su diminuto camisón por los pasillos del Castillo, tenía sed y era apenas media noche por lo que los demás demonios ya estarían fuera o en sus habitaciones copulando. Ella había pasado de juntarse para ir de fiesta luego de cenar, su instinto le había dicho que quedarse iba a ser lo más sensato y ella lo había escuchado sin queja.

Constance bajó a las cocinas y tomó lo que andaba buscando, sus piernas volvieron a ponerse en marcha a donde sus aposentos, estaba por llegar, solo le faltaba darle la vuelta a ese pasillo cuando se chocó con un torso masculino que iba en sentido contrario. Sus ojos celestes fueron a ese rostro maduro que ya conocía.

- Baal...- susurró, relamiéndose los labios sin poder evitarlo.

Décadas, claro que sí. Ellos no se encontraban desde su última vida y Lujuria llevaba poco tiempo en el cuerpo de Constance como para poder haber encontrado a Baal ya. La rubia soltó una carcajada antes de apoyarse en la pared, dándole una vista generosa de su cuerpo delgado y de curvas marcadas.

- Tiempo sin vernos, cielo...- susurro ella con esa nota juvenil y pícara en su voz. De todos los demonios ellos dos eran los únicos con aquella rara característica: siempre se encontraban, no importaba como sus almas siempre se encontraban para estar juntos- ¿me extrañaste?- coqueteó ella, jugando con su rubio cabello en una de sus manos. Constance dio unos pasos a donde su destino, dejándole la puerta de su habitación abierta en clara invitación, conocía a Baal como para saber que no rechazaría su invitación.

Baal se había resentido más de la cuenta con ella luego de su último encuentro, el problema es que Lujuria siempre había sido la más caprichosa y niña de todos los pecados y era por eso que ellos dos no llegaban a congeniar. Constance sonrió de medio lado cuando él la halagó, dando una vuelta coqueta para que él pudiera apreciar todo su cuerpo humano.

- Y eso que no has visto la mejor parte, cielo...- susurró despacio, acercándose a Baal hasta posar ambas manos en su pecho y utilizarlo como soporte para acercarse un poco más a su oído- ¿quieres saber la mejor parte? he conservado este cuerpo virgen para ti, mi querido Baal...- su lengua se paseó por el lóbulo de su oreja con descarada familiaridad antes de alejarse un poco, quería apreciar la expresión de Baal tanto como pudiera. Lujuria jamás le había dado un cuerpo virgen a Baal, incluso si él fuera su alma secreta, que ahora hubiera esperado 25 años por él era todo un logro y decía bastante de lo que la demonio sentía por el General Infernal.

- Virgen, jamás tocada...- susurró Constance sintiendo las manos fuertes y grandes de Baal tomándola por la cintura para acercarla a su cuerpo- Este cuerpo mortal no conoce lo que es el toque de un hombre...- agregó, relamiéndose los labios. Lujuria tampoco sabía cuales habían sido lo motivos para tomar aquella decisión más simplemente había esperado a encontrarse con Baal, ellos siempre se encontrarían, estaban ligados más allá de su entendimiento. Constance pasó los brazos alrededor del cuello del castaño, pegando sus cuerpos por completo, sintiendo cada fibra de su viril contextura.

Constance se separó luego de un momento para ir a donde una pequeña mesa a un costado de la habitación, tomó una botella de Whisky y sirvió en dos vasos, le tendió uno a Baal pero antes de que él lo tomara ella se lo volcó en su camisón, dejando que su cuerpo se bañara en alcohol, resaltando sus erguidos pezones. Su mirada se oscureció sobre él mientras bebía el segundo vaso de un solo trago.

¡Bingo! Baal reaccionó como ella esperaba tomándola de la cintura para montarla sobre su duro miembro de un sola estocada para así llevarla a donde el tocador victoriano que ella tenía lleno de cremas, maquillaje y perfumes, Constance era una coqueta terrible. Una risa salió de sus labios al encontrar la mirada oscura y llena de deseo en el apuesto rostro de Baal. Su demonio la besó con necesidad, ahogando su lengua en su boca sin pedirle permiso, haciendo que sus piernas largas y femeninas se anudaran en su cintura, sintiendo el bulto en sus pantalones apretados contra el centro de su virginal cuerpo.

Constance gimió entre sus labios, abrazando su cuello con una mano para entrelazar la otra a la mano de Baal, eran dos demonios extraños, una vez que se encontraban no se separaban, nadie en realidad llegaba a comprender la relación que ellos dos tenían. Lujuria incluso había matado a un par de humanas por intentar estar entre las sábanas de Baal. La rubia gimió con más necesidad, sintiendo como su ropa humedecida por el alcohol se pegaba al pecho de Baal, haciendo que sus pezones, tan sensibles ahora, sintieran ligeras cosquillas.

Su primer encuentro siempre era salvaje y hasta violento, ninguno de los dos demonios podía contener el deseo que sentía por el cuerpo del otro. En la medida que Baal la mordía, Constance arañaba su espalda, hundiendo sus uñas en su carne al tiempo que frotaba su entrepierna en la de él desesperadamente. Baal se apartó apenas unos centímetros para poder arrancarle la parte de arriba de su camisón siendo recibido por sus erguidos y rosados pezones. Lujuria gimió con necesidad, tirando con su mano libre un par de chucherías de su tocador.

- ¿No vas a saludar?- preguntó ella en un ronroneo sensual, sintiendo como dolían sus pezones de lo mucho que necesitaba tener la boca de Baal sobre ellos. Constance le clavó sus uñas en el trasero a Baal, haciendo que éste se acercase un poco más a ella, sonriendo con falsa inocencia mientras se relamía los labios, dejando ver la punta rosada de su lengua con una promesa de besos húmedos de su cintura para abajo.

Nada en el mundo mortal ni en el de los Demonios se sentía como el toque experto de Baal sobre su piel. Sus manos hicieron de antesala en sus pechos para lo que luego fue el infierno de placer de su lengua sobre sus pezones, comiendo de ellos, llenándolos de tortuoso placer. Constance podía sentir como su sexo humano se estremecía de gozo dentro de su diminuta prisión de encaje negro. Ya no gemía sino que gritaba su nombre, apretando su cabeza contra sus pechos mientras jugaba con su cabello entre sus dedos. Ese maldito Demonio era su dueño absoluto. Lujuria se apretó más contra el miembro erguido de Baal, nunca le había dado un virgen, y posiblemente nunca había gozado tanto como en ese momento.

- Era nuevo...- susurró como pudo, refiriéndose al camisón que él había desgarrado y que estaba inutilizable ya- me debes uno...- finalizó, metiendo su mano en donde su pantalón, notando que no llevaba ropa interior. Constance sonrió, tomando su miembro y masturbándolo a un ritmo de vértigo.

Por todo bueno en el mundo, Baal disfrutaba de tenerla bajo su poder. Lujuria siempre arruinaba las cosas entre ella y Baal porque no podía soportar que él fuera tan importante en su existencia, simplemente no podía aceptarlo y menos aún dejarselo saber. Baal mordisqueó y lamió lentamente su piel, recorriéndola por completo, haciendo que todo en ella se erizara y enviara un estímulo sexual al centro de su cuerpo al que ahora Baal torturaba desde fuera de su ropa interior negra de encaje. Constance gimió lastimeramente perdiendo el ritmo en el movimiento de su mano por un momento. El miembro erecto de Baal estaba grueso y anhelante apresado en su mano. Su nombre no dejaba de escapar de sus labios una y otra vez. Ese cuerpo humano suyo no tenía memoria física del acto sexual y esos primeros registros con Baal eran maravillosos.

- Claro que quiero que me compenses...- gimió con la boca abierta formando una sensual O con sus labios, mordisqueándose los labios de manera perdida mientras restregaba su sexo contra el rostro de su castaño sintiendo como su lengua continuaba atormentando y jugando con su sexo. Con seguridad Lujuria podía decir que en todas sus vidas jamás había tenido un amante como Baal.

Baal era su mejor y más perverso amante. Constance gimió su nombre nuevamente, la mano de Baal deslizó su diminuta tanga hasta apartarla por completo, teniendo la parte más íntima de la rubia pecado a su entera disposición. Sus piernas largas y femeninas abrazaron su cuello suavemente sintiendo como la lengua de Baal descubría cada pliegue de su piel hasta hallar su clítoris y comiendo de el con el hambre de toda una vida. Constance musitó su nombre, ya no podía continuar masturbándolo porque el muy maldito se había puesto lejos de su alcance. Baal la observaba de a ratos y se relamía, enviando más electricidad a centro de su cuerpo. No veía la hora de tenerlo entero en su cuerpo, incluso si podía doler un poco.

- Maldito bastardo, no puedes hacerle esto a Lujuria, voy a vengarme Baal...- le advirtió en un jadeo, revolviéndose bajo el toque de su lengua. Ese inexperto cuerpo mortal se contraía, cercano al orgasmo, cada vez más, más fuerte. Baal sabía eso y se estaba aprovechándose de ella. Maldito, mil veces maldito. Sin poder evitarlo más Constance se entregó a un interminable orgasmo que la dejó temblorosa y sumisa en manos de Baal.

Su cuerpo mortal e inexperto no había sido rival para la experimentada y curtida lengua de Baal, su bastardo amante sabía como arrancarle el placer y no esperaba su permiso para hacerlo. Constance suspiró mientras Baal se encargaba de las últimas migajas de su orgasmo antes de subir a sus labios para besarla luego de quitarse su pantalón, estando desnudo como ella mientras se masturbaba. Constance no pudo evitar sentir como a excitación volvía a inflamar su cuerpo, ella abrazó su cuello, pegándolo a su cuerpo delicado de mujer. Quería continuar con ese reencuentro suyo, había extrañado esa manera de Baal de domarla con su virilidad.

- ¿Me llevaras a la cama para que continuemos?- susurró en su oído, mordisqueándole el lóbulo de su orea, pasando su lengua por allí, pegando sus pechos, todavía un poco pegajosos por el alcohol derramado, contra el pecho fuerte de Baal. Quería más de él, lo necesitaba desesperadamente.

Baal no respondió en un primer momento, sino que la tomó por el trasero, haciendo que sus largas piernas abrazaran su cintura y la acomodó contra la pared, hablando en voz muy baja, haciendo que toda su piel se erizara involuntariamente, víctima de su demonio. Constance bebió de sus labios con necesidad, sintiendo como su miembro jugaba en su entrada, como embestía sin llegar a entrar en su cuerpo. Aquello era cruel y dolía, más sus pezones estaban erguidos y ella no podía negarse a nada de lo que Baal le pidiera. Los otros demonios comenzaron a pasar por el pasillo, quejándose del ruido que ellos dos hacían, nadie preguntaba qué pasaba todos sabían de sobra quienes dos estaban en esa habitación.

- Baal, por favor, hazlo...- pidió, clavándole las uñas en su espalda, sintiendo como la punta de su miembro se moría de ganas por entrar en ella y su entrada se dilataba cada vez más y se humedecía, bañando el miembro de Baal en su descarado tormento- Maldito, maldito Baal...- gimió lastimeramente mordiendo sus labios mientras todo su cuerpo temblaba a la espera de que Baal la marcara como suya una vez más.

Una cosa era Lujuria y la otra, completamente diferente, era Constance, su cuerpo humano y anfitriona. Baal no demoró y la penetró con una brutalidad que hizo que se le saltaran las lágrimas por el intenso dolor que sentía entre las piernas ante esa estocada. Constance se aferró más a Baal, escondiendo su rostro en el cuello de Baal, manteniéndose aferrada a él para que no continuara moviéndose. Lujuria sabía lo que pasaba por el cuerpo y mente de su humano frasco y lo mucho que estaba sufriendo en ese momento, si fuera un poco más considerada hasta lo consideraría traumático pero solo se limitó a decir.

- Creo que has herido y asustado a la humana que me sirve, Baal...- susurró, la voz ligeramente tomada por las lágrimas derramadas. Constance se mantenía abrazada al cuello de Baal con su inocente rostro contra su piel. Podía sentir como el miembro viril de Baal, tan erguido, palpitaba dentro de su cuerpo humano y ligeramente desgarrado por la fuerza del General demoníaco- Es un cuerpo un tanto débil, para la edad que tiene..- finalizó,  jamás había tenido ese problema antes eligiendo mujeres, aunque ninguna de ellas habías sido virgen antes tampoco.

Baal salió de Constance y la apoyó en el suelo con cuidado a pesar del enojo que cargaba, era algo frustrante y Lujuria sentía lo mismo que él. Todavía estaba caliente y quería saciarse por lo que fue directo a donde Baal y lo empujó sin delicadeza alguna a la cama, haciéndolo caer de espaldas sobre el colchón. Lujuria rió ante la cara a medio camino entre el fastidio y la confusión en el rostro de Baal. Aquel encuentro no iba a terminar así entre ellos. No iba a permitirlo. 

- Aprenderás a tratar a una virgen mi amado Baal, no pienso dejarte huir cuando los dos estamos tan calientes..- le dijo Constance en un susurro antes de llevarse su miembro a la boca, jugando de manera inexperta con él, pasándole la lengua despacio, probando el sabor metálico de su propia sangre en su virilidad.