Cantando para los muertos -priv-

No había recordado este lugar hasta que había pasado cerca de las catacumbas. El dolor había comenzado como cualquier otro dolor de cabeza, con el cerebro latiendo cuando pasó por la calle que llevaba a la entrada de las catacumbas, la reconoció al instante y solo tuvo que caminar siguiendo su instinto hacía donde fuera que su dolor lograra hacerse más fuerte. Empezaba a odiar eso de que tuviera que aguantar dolores de cabeza cada vez que recordaba algo, aunque al menos esta vez se mantenía en los límites de lo soportable...

Se adentró sonriendo levemente, apostaba que se había pasado buena parte del tiempo ahí dentro en aquella otra época. Sobretodo cuando quería esconderse luego de hacer alguna cagada... o antes de hacerla.
Frunció un poco el ceño al notar que a medida que caminaba el lugar era cada vez más oscuro y no podía ver nada, por lo que se resigno a morirse de un derrame cerebral, y creo a una de sus figuras de energía favoritas, un tigre enorme que casi le llegaba al hombro parado en cuatro patas. Le sonrió al minino y lo dejó ir delante suyo iluminando el lugar, mientras ella miraba casi embelesada la "decoración" medio buscando ideas para adaptarla a su cuarto en la casa de Darius, medio preguntándose que tendría la gente en la cabeza para ponerse a armar paredes con los huesos de la gente. No que se quejara...

Comenzó a cantar mientras se perdía entre los túneles de las catacumbas, olvidando que tal vez fuera buena idea ver por donde iba para poder salir más tarde...

-Mistify... mistify on me... -canturreaba en voz baja, aquel tema de 1990 que tanto me gustaba y que curiosamente aún mantenía firmemente grabado en mi cabeza. Mis recuerdos volvían de a poco, descubrí que mis pies me llevaban a lugares conocidos del pasado pero que ahora no eran más que ruinas. Aquella canción había llegado a mi mente de la nada mientras caminaba por unas siniestras catacumbas, ¿no era eso el metro?

Ya había olvidado cómo había llegado hasta allí, aunque aún temblaba ligeramente debido a mi primera reacción. Al ver las calaveras y los huesos humanos en las paredes, creía que había vuelto al infierno, a los aposentos de Lucifer... y había colapsado en un ataque nervioso. Pero tras asegurarme de que seguía en la Tierra, de que estaba vivo, había recobrado el control y había empezado a caminar en la oscuridad, iluminado por un hechizo que hacía brillar a mi dedo índice...

Un canto me detuvo en seco, una voz femenina. Apagué la luz de mi dedo y noté una luminosidad a lo lejos, que se acercaba junto con la voz que cantaba. Me quedé quieto y estático en mi lugar, dejé de temblar y me puse en guardia, ¿era humano? Sólo cuando fui capaz de verla, de asegurarme de que era una muchacha menor que yo, pude relajarme.

Caminaba demasiado distraída con las calaveras en las paredes y con el eco que hacía su propia voz dentro de los túneles, que no vio al chico que tenía enfrente hasta que estuvo a menos de medio metro. Solo entonces saltó asustada por lo jugoso que estaba ese cadáver...
-jo...der... estas vivo!- exclamó tardando algunos segundos en darse cuenta del detalle... -ehhhh... y vienes por aquí seguido?- preguntó como si estuviera en un antro en lugar de estar en las catacumbas-lo siento, mi nombre es Yoko- se presentó ladeando la cabeza con curiosidad y recién entonces cayendo en la cuenta de que su tigre aún estaba dando vueltas cerca suyo, cuando solo debería mostrarlo si quería asustar gente.
Puso su mejor cara de circunstancias y rogó porque no preguntara, decidiendo que si lo hacía, le diría... le diría... "Dile que el tigre era un señor hado disfrazado que vino desde muy lejos para conocer aquel hermoso país tan romántico, y le pidió a ella si era tan amable de mostrarle las catacumbas" susurró Kitty en su cabeza, con esa vocecita que rezumaba inocencia y dulzura, y por un momento se preguntó si creería algo de lo que había dicho.

Pude verlo en cuanto se acercó, era una bruja, nada más. Ni siquiera era muy poderosa, podía sentir su magia gracias a la mía. Observé aquella criatura de energía que había criado, la fuente de la luz que antes viera, y luego volví a mirarla, algo perplejo por su pregunta.

-No deberías dar tu nombre tan fácil, otros hechiceros y brujas podrían usarlo en tu contra -comenté, bajando la guardia aunque sin fiarme de ella del todo. Mi cuerpo tembló ligeramente por una fría corriente de aire, así que volví a abrazarme a mí mismo-. ¿Es por allí la salida? -Le pregunté, señalando el lugar del cual ella venía. Yo ya me había medio perdido, aquel lugar era laberíntico y demasiado escalofriante, me recordaba al infierno. Sólo quería salir de allí.

Lo miró con cara de poker, aunque luego recordó que en realidad tenía razón, ella conocía un montón de vampiros y bichos raros, tranquilamente podría haber hechiceros dando vueltas por el mundo, no debería sorprenderse por eso. Incluso era muy probable que conociera hechiceros y no lo recordara ahora...
-Tu crees? podría ser un nombre falso- se encogió de hombros luego de sembrar la duda-además, el nombre no hace al ser, cada quien es quien es más allá de como se llame o lo llamen (más probable que "lo llamen" porque llamarse a si mismo no tendría demasiado sentido), ya lo dijo el gran sabio Romeo la rosa aunque no se llamara rosa, seguiría oliendo a rosa... a menos que un perro le haga po po encima, pero bueno, esas ya son variantes- comentó... "oye! era mi turno, no me robes el cuerpo!" se quejó Yoko mientras intentaba recuperar el control del cuerpo. 
-espera Yoko, déjame que le explique al niño bonito esto, es importante- kitty sonrió como angelito antes de seguir divagando-la cuestión es que no importa que nombre usen, o no debería importar, una persona puede ser muchas personas y muchas personas pueden ser una sola, o peor! una persona podría ser un animal, y entonces no habría nombre que sirviera... sería mucho más fácil y útil que el mago en cuestión saliera a cagar a mazazos al bestia que lo fue a joder, en lugar de conformarse con el nombre, no?- dijo en su tono dulce e inocente de siempre, dejando a Yoko, que tenía un estilo de conversación diferente, completamente sorprendida porque era rarísimo escuchar cosas así de Kitty.

Cerré los ojos escuchando que divagaba y al abrirlos, me concentré en su aura, en su mente... ella era dos personas, entonces. Lo supe casi por instinto, así que no me sorprendió tanto como cabría esperar, el hecho de que pareciera hacerse calla a sí misma. Aún así, sus palabras me sonaron un tanto molestas, me sentía contradecido y eso no me gustaba en lo absoluto. 

Con un sutil movimiento de mi mano, absorbí su tigre haciéndolo desaparecer y para iluminarnos, volví a crear una luz al final de mi dedo índice, aunque más bien, esta vez fueron un par de luciérnagas lo bastante grandes y luminosas como para servir para distinguir nuestros rostros y expresiones, así como iluminar ligeramente el borde de las paredes de las catacumbas.

-No es un nombre falso, eres demasiado fácil de leer -indiqué con voz un tanto brusca y repentinas ganas de dejarla colgando, pegada a la pared. Luego sacudí la cabeza quitándome esas desquiciadas ideas de la cabeza, ya que yo no era esa clase de persona ni de hechicero. Jamás usaría mi magia para el mal.. era una vieja promesa que recordaba haber roto demasiadas veces. 

-Para ser una hechicera, eres bastante poco precavida, ¿sabes? El fantasma que posee tu cuerpo llama la atención lo suficiente como para querer sacar provecho de ti. Te mataría de no ser porque no soy del tipo de hechicero que mata a seres más débiles que yo -comenté, sin dar mi nombre aún, empezando a caminar hacia el túnel del cual ella había venido. Me sentía de nuevo, a punto de colapsar de nervios ante lo tétrico de aquellas catacumbas... ¿quién me mandaba a meterme en lugares como este?

Kitty se quedó viendo las luciérnagas con admiración, pero fue Yoko quien notó la ausencia del tigre que habían creado y no tardó en recuperar el control del cuerpo a la fuerza al oír al chico aunque Kitty dijera que no le parecía amenazante en lo absoluto a pesar de sus palabras.

-No soy un fantasma!- reclamó, aunque no estaba del todo segura de como llegó a ese cuerpo-y no soy una hechicera... no tengo ni caldero, ni escoba voladora- bromeó un poco, solo porque el chico le llamaba demasiado la atención y despertaba su curiosidad al punto de que por ahora pasaría por alto algo que quizás con otro habría provocado una pelea-y no soy tan débil como aparento...- refunfuñó levemente antes de seguirlo.

-Espera! al menos dime de qué diablos hablas... no puedes ir por la vida soltando información a medias y luego largarte- reclamó siguiéndolo sin poder resistir ceder a la curiosidad.

-Vale, si no eres un fantasma, ¿cómo es que compartes cuerpo con otra persona? -Comenté con tono desinteresado, caminando lentamente sintiendo que temblaba de frío de forma demasiado notoria para mi gusto. En voz baja, maldije el no poder recordar bien cómo usar mi magia y el vestir tan airadamente... Aunque mis pensamientos se vieron interrumpidos a la mitad, cuando ella comentó lo de los calderos y las escobas. Me giré a verla con una ceja alzada en gesto de incredulidad, algo temperamental, demasiado podría decirse incluso para ser yo, y una sonrisa sarcástica.

-¿Te parezco acaso del tipo que usa escoba y caldero? Por favor, al menos yo tengo algo de estilo -indiqué, picándola con el dedo índice en la frente cuando me dio alcance-. ¿Acaso no lo sabes? Eres una hechicera. Tu aura es sencilla de leer, y por lo que veo, no manejas nada bien tu poder... No al menos de forma consciente. Insisto en que deberías ser más cuidadosa, otros hechiceros ya te habrían matado para absorber tu poder y devorar parte de tu alma -comenté, para luego empezar a caminar otra vez, siendo rodeado por aquellas luciérnagas.

Abrió la boca para responder, pero no tenía ni idea de qué decir así que simplemente se encogió de hombros-no tengo idea, nacimos así y siempre fuimos así, es normal para nosotras- respondió sinceramente, no viendo ninguna razón para mentir. No sabría usar sus poderes, ni tenía idea qué tanto podía hacer realmente, y mucho menos estaba segura de que fuera cierto que era bruja, lo único que si sabía y se fiaba completamente de eso, era que su instinto le decía que el chico no era peligroso. O al menos no era peligroso para ella. Y su instinto solo fallaba cuando se trataba de direcciones y formas de llegar a alguna parte. 

-Ok, no... aspiradoras y microondas?- sonrió un poco a pesar de que el chiste era malísimo, haciendo una mueca por su dedo molestando "su preciosa frente" (?) y su insistencia. Vale, no, lo que realmente le jodía era saber que de alguna forma era previsible, ya fuera porque alguien podía adelantarse a sus movimientos o porque "su aura era sencilla de leer"-en qué demonios te basas para decir que soy una... a poco pueden hacer eso...- se interrumpió abriendo los ojos de forma desmesurada no muy segura de que estuviera inventándose lo de las almas.

Definitivamente ahora si no lo dejaba escaparse sin sacarle algunas respuestas, por lo que en cuanto comenzó a caminar de nuevo volvió a correr detrás suyo-espera, no me dejes, cuentame más por favor! seguro que no te equivocas con lo de hechicera?- preguntó dándose cuenta de que el chico temblaba y quitándose la chaqueta de cuero que llevaba encima para pasársela-yo tengo calor de tanto moverme- dijo, por si acaso se le ocurría rechazarla.

Medio gruñí con lo de aspiradoras y microondas aunque de todas formas se había formado un atisbo de sonrisa en la comisura de mis labios. Mientras caminaba y la escuchaba, intentaba discernir por qué camino debía de seguir, distinguir algo entre tanta oscuridad y el brillo cálido de las luciérnagas a mi alrededor. Supongo que por lo mismo, al estar tan centrado mirando al frente, pegué un pequeño brinco al sentir la chamarra de la muchacha sobre mis hombros.

-¿Calor? ¿Y qué te crees que soy tu perchero o algo? -Gruñí mirándola con el ceño fruncido. Me quité la chaqueta y tras echarle una hojeada y descubrir que era de mi misma talla, me la coloqué y me encogí de hombros ligeramente-. Gracias -murmuré guiñándole un ojo.

No es que estuviera con uno de esos ataques de bipolaridad por mis días, los cuales aún estaban lejanos a llegar, sino que estaba muy nervioso y ansioso. Quería salir de allí luego, ver el cielo y la luna y no volver a adentrarme jamás en estas catacumbas. Aunque debía de admitir, todo tormento era mucho mejor en compañía.

-Eres una hechicera, en serio, jamás me equivoco con estas cosas. Y sí, hay hechiceros malvados y siniestros que se comen tu alma~uuUUuu~ -empecé a molestarla haciendo movimientos "fantasmales" con mis manos, sonriéndole nervioso pero simpático.

Yoko abrió la boca para explicarse por lo de la chamarra, suponiendo que si le decía "idiota, estas cagándote de frío" se la iban a meter por el culo, y la idea de conseguir más respuestas se iba a ir por el retrete. Pero por suerte no hizo falta decir más. 
Sonrió de regreso al ver que se la ponía aparentemente sin sentirse ofendido por la amabilidad. Lo cual era genial, ya que habría odiado cualquier gesto de machismo orgulloso... no que ella no hiciera lo mismo a veces-de nada- respondió-me gusta como te queda, te ves bien- agregó luego de ponerse enfrente suyo, caminando hacia atrás. 

De alguna forma su instinto reconocía la forma de salir, moviendo su cuerpo para rehacer el camino por el que se había adentrado, a pesar de ir de espaldas y completamente distraída intentando averiguar más sobre lo que el chico decía, riendo divertida por sus payasadas-pero... cómo estás tan seguro?- insistió creando una hada violeta del tamaño de su mano -lo dices por ésto?- preguntó haciéndola volar alrededor de ellos, todavía caminando de espaldas, apenas y prestando atención para no pisar nada extraño y caerse, tanteando con el pie antes de apoyar su peso-y cómo sabes que los hechiceros hacen eso? alguna vez te comiste el alma de alguien? a qué saben? dónde está el alma? en el culo?- preguntó casi sin parar a respirar, muerta de curiosidad como no lo había estado en años. 

Se dio la vuelta, cayendo en la cuenta de que quizás no era buena idea ir de espaldas porque se podía caer y lastimar... o bueno, porque podía quedar como estúpida y quizás eso la dejara sin respuestas, y se detuvo de golpe, bufando y tapándose los ojos con las manos, tratando de evitar que la luz le taladre las corneas-me cago en la reputa madre... me quedé ciega!- masculló.

Su risa me relajó ligeramente aunque cuando ya empezó a caminar de espaldas al camino, volví a ponerme nervioso porque pudiera caerse, aunque no lo demostrara en lo absoluto en mi semblante nuevamente serio, viendo el hada que creaba a partir de su mano, similar a las luciérnagas que revoloteaban entre nosotros-. Pues sí, eso demuestra que eres una hechicera...

Luego comenzó a acosarme a preguntas, con una curiosidad digna de admirarse en cualquier joven aprendiz de mi familia... Me detuve de golpe un momento, pero casi al segundo seguí caminando, sorprendido por aquel recuerdo, ¡mi familia! ¿Acaso comenzaba a recuperar la memoria? Mis piernas se movían casi por inercia, siguiéndola y notando que al fondo ya comenzaba a aclarar un poco, ¿era esa la salida?

-Pues... ah... -volví a mirar a la pelirroja y extendí mi mano hacia su hada violeta, la cual absorbí sin muchos problemas-. Pues así, como he absorbido tu hada, puedo hacerlo con tu alma. Para los hechiceros poderosos es muy sencillo, te dejamos sin nada de poder espiritual y simplemente te vuelves un humano débil, siempre al borde de la muerte ya que nosotros no podemos vivir sin nuestro poder... -desvié la mirada hacia la salida y suspiré con alivio, moviendo mi mano suavemente haciendo desaparecer las luciérnagas.

-La almas...  el poder en sí no tiene un sabor, pero sí una gran satisfacción. Algo similar a un orgasmo -comenté mirándola, cómo giraba y se quedaba ciega por el shock de luz. Yo simplemente me había cubierto los ojos con las manos, aunque tampoco podía ver demasiado bien-. Gracias a los espíritus, ¡al fin salimos!