Dame tus alas, vamos a volar.

Hizo su aparición, repentina de la nada, envuelto en una bruma negra y grisácea, cenizas esparcidas sobre un paraje blanco, o aparentemente blanco. Tanto mármol, tanta pulcritud, tanta belleza creada por manos humanas, hechas de la nada, era casi imposible para el, aun que en sus recuerdos estaba bien grabado aquel acontecimiento, en que se había levantado dicho lugar, la Ciudad con mas poder en el mundo, La Ciudad del Vaticano.

Dejo que el viento se llevara los rezagos de cenizas, que jugara con sus cabellos, mientras el encendía un cigarro. Fue entonces que todos sus sentidos se pusieron alerta, al sentir aquella presencia, pura y turbada, un gran poder celestial y sonrió ligeramente, buscando con la mirada la fuente de dicho poder. Mikail.

Lo miro a distancia, sin emitir sonido alguno, mas que el de su respiración al usar aquellos pulmones inservibles para tragar el humo del cigarro y desecharlo de su organismo inmortal.

Dio la media vuelta, no por sentirse vulnerable, simplemente por que a su entender el darle la espalda a cualquier ser era una falta de "educación". Él no se sentía intimidado por nada, quizás debido a su carencia de percepción de emociones humanas, pero si podía aceptar que ciertas cosas despertaban su curiosidad, y el estar frente al líder de los guerreros celestiales, lo incitaba a observar con mas calma a ese "hombre" ahora frente a él.

-Jukka es un nombre corriente - murmuro con ese tono de voz aterciopelado - Tu sabes que ese no es mi nombre real, Mikail - dijo - Y aun así, prefieres llamarme así.

Dio un paso hacia atrás, dejando caer la colilla de su cigarrillo, ladeo el rostro con calma y dijo -. El Vaticano, ya no es mas la ciudad de tu Dios, y lo sabes, y aun así hay muchos que creen que pueden venir a reclamar derechos sobre una tierra maldita. ¿Por qué?

Se atrevió a preguntar y guardo el silencio pertinente para esperar una respuesta coherente venida de labios de aquel Arcángel.