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El duelo, el eterno adiós.
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El duelo, el eterno adiós.
La tarde había azotado el pantano, la poca luz que había en el lugar dejaba de filtrarse por las ramas de los arboles, haciendo que estar ahí fuese cada vez más y más peligroso, en el cielo se podían observar algunas nubes, y de entre ellas se denotó un haz de luz que partió las nubes en dos. Aquella luz llegó al suelo y golpeó con todas sus fuerzas. Un enorme estruendo se escuchó en todo el pantano al mismo tiempo que comenzaba lentamente a llover, el cielo estaba llorando.
Miguel calló con la toda la furia que había acumulado en años, algunas lágrimas en sus ojos obstruían su mirada pero las ignoró completamente. Otro hermano, otro hermano más había caído, y con él las fuerzas del cielo habrían mermado otra vez. Así era como todo iba perdiendo sentido, y aún seguía sin creerlo. Haber escuchado que sus alas habían sido arrancadas y el mismo era condenado a un cuerpo material, se había convertido en un humano, y eso partía su corazón.
Miguel estaba pasando por lo que él mismo había leído como “Las Etapas del Duelo”, las cuales eran pasadas por todos los seres al perder un amado. Las mismas eran:
Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación parcial: “no podemos mirar al sol todo el tiempo”. Era imposible, se dijo. Mientras los días pasaban y pasaban, Miguel permaneció inmóvil.
Ira: la negación es sustituida por la rabia; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aun injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente. Simplemente golpeó el suelo una y otra vez, las lágrimas corrían por su rostro, pero ni una palabra salía de su boca.
Negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia. Sentía como si ya nada tuviese sentido, sin embargo su enojo no cuestionaba su fe, sino la protección que su padre les había dado a sus hermanos. En el cielo se rumoreaba que él era el “Príncipe del cielo” y que dios le prestaba muchísima más atención a él que a los otros.
Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean. Simplemente se dejó caer, y allí yació sobre una roca, simplemente recordando.
Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo.
Y al final, La Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.
Aquellos 30 días habían pasado mientras que Miguel había afrontado estas etapas que el mismo había leído alguna vez, sabía que habían sido rápidas para ser por quién las había pasado, pero al fin y al cabo no podía seguir así. Ahora estaba a la cabeza del ejercito celestial y era hora de que se pusiese un equilibrio en este mundo.
-Prepárense, porque aquí estaré- Susurró antes de que un rayo cayese a sus espaldas, y a lluvia cesase.
Miguel calló con la toda la furia que había acumulado en años, algunas lágrimas en sus ojos obstruían su mirada pero las ignoró completamente. Otro hermano, otro hermano más había caído, y con él las fuerzas del cielo habrían mermado otra vez. Así era como todo iba perdiendo sentido, y aún seguía sin creerlo. Haber escuchado que sus alas habían sido arrancadas y el mismo era condenado a un cuerpo material, se había convertido en un humano, y eso partía su corazón.
Miguel estaba pasando por lo que él mismo había leído como “Las Etapas del Duelo”, las cuales eran pasadas por todos los seres al perder un amado. Las mismas eran:
Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación parcial: “no podemos mirar al sol todo el tiempo”. Era imposible, se dijo. Mientras los días pasaban y pasaban, Miguel permaneció inmóvil.
Ira: la negación es sustituida por la rabia; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aun injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente. Simplemente golpeó el suelo una y otra vez, las lágrimas corrían por su rostro, pero ni una palabra salía de su boca.
Negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia. Sentía como si ya nada tuviese sentido, sin embargo su enojo no cuestionaba su fe, sino la protección que su padre les había dado a sus hermanos. En el cielo se rumoreaba que él era el “Príncipe del cielo” y que dios le prestaba muchísima más atención a él que a los otros.
Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean. Simplemente se dejó caer, y allí yació sobre una roca, simplemente recordando.
Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo.
Y al final, La Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.
Aquellos 30 días habían pasado mientras que Miguel había afrontado estas etapas que el mismo había leído alguna vez, sabía que habían sido rápidas para ser por quién las había pasado, pero al fin y al cabo no podía seguir así. Ahora estaba a la cabeza del ejercito celestial y era hora de que se pusiese un equilibrio en este mundo.
-Prepárense, porque aquí estaré- Susurró antes de que un rayo cayese a sus espaldas, y a lluvia cesase.
- Imagen del Pantano:
Invitado- Invitado
Re: El duelo, el eterno adiós.
Quizás su peor cualidad era la de pasearse por donde no debía, Brandon había sido toda su vida igual, odiaba las restricciones y todo lo que intentase prohibirle algo. Por eso estaba ahí, paseándose por los pantanos, encontrando diferentes tipos de animales desde algún que otro mamífero, algunos peces y por ultimo alguno que otro cocodrilo que se pasea de un lado a otro por el pantano en busca de alimento. La noche había comenzado a caer, y la lluvia que azotaba no era un problema para él. Sin embargo el cielo parecía estar agitado aquella noche.
-Parecería como si el cielo estuviese llorando-
Comentó para si mismo, como si una repetición temporal de lo que ya había pasado alguna que otra vez en su pasado se estuviese por repetir. Aquellos flashbacks de los vampiros atacando a su padre, su padre protegiéndole y entregando su vida por él. Pero no se repetiría jamás. Continuó saltando de árbol en árbol sin tocar el agua, no quería mojarse más de lo que estaba cuando de repente escuchó el atronador sonido de un relámpago golpeando los suelos, a una distancia no muy lejana de donde él se encontraba. Por lo que se dispuso a acercarse lentamente.
Cerró sus ojos y centró su energía en ellos, haciendo uso de su don. Identificó en el lugar las diferentes criaturas, desde animales hasta una en particular, un alma angelical estaba en aquel pantano, y no un alma cualquiera, era el alma de Miguel, un Arcángel con el que ya se había cruzado antes en su vida. Brandon no dudó y se acercó rápidamente, aunque de dos saltos ya se encontraba a unos pasos del Arcángel, pudo observar el deterioro de sus vestimentas y como sus ojos se encontraban algo rojos, seguramente por haber estado llorando.
-¿Miguel, qué es lo que te ha pasado?-, comenzó a girar buscando poder ver alguna que otra cosa en la zona, pero no había nada. Aunque se dedicó por unos segundos a observar la mirada del Arcángel y comprendió que no era un momento de palabras. Y así como hacía no más de unos años él le había ayudado, era su turno de ayudar. Se acercó al Arcángel y lo abrazó, un abrazo que ciertamente demostraba muchísimo afecto, uno de esos “Todo va a estar bien”. Y permaneció en silencio. Sentía como aquella pureza bañaba el lugar nuevamente, parecía como si Miguel recuperase algo que había perdido.
-Parecería como si el cielo estuviese llorando-
Comentó para si mismo, como si una repetición temporal de lo que ya había pasado alguna que otra vez en su pasado se estuviese por repetir. Aquellos flashbacks de los vampiros atacando a su padre, su padre protegiéndole y entregando su vida por él. Pero no se repetiría jamás. Continuó saltando de árbol en árbol sin tocar el agua, no quería mojarse más de lo que estaba cuando de repente escuchó el atronador sonido de un relámpago golpeando los suelos, a una distancia no muy lejana de donde él se encontraba. Por lo que se dispuso a acercarse lentamente.
Cerró sus ojos y centró su energía en ellos, haciendo uso de su don. Identificó en el lugar las diferentes criaturas, desde animales hasta una en particular, un alma angelical estaba en aquel pantano, y no un alma cualquiera, era el alma de Miguel, un Arcángel con el que ya se había cruzado antes en su vida. Brandon no dudó y se acercó rápidamente, aunque de dos saltos ya se encontraba a unos pasos del Arcángel, pudo observar el deterioro de sus vestimentas y como sus ojos se encontraban algo rojos, seguramente por haber estado llorando.
-¿Miguel, qué es lo que te ha pasado?-, comenzó a girar buscando poder ver alguna que otra cosa en la zona, pero no había nada. Aunque se dedicó por unos segundos a observar la mirada del Arcángel y comprendió que no era un momento de palabras. Y así como hacía no más de unos años él le había ayudado, era su turno de ayudar. Se acercó al Arcángel y lo abrazó, un abrazo que ciertamente demostraba muchísimo afecto, uno de esos “Todo va a estar bien”. Y permaneció en silencio. Sentía como aquella pureza bañaba el lugar nuevamente, parecía como si Miguel recuperase algo que había perdido.
Invitado- Invitado
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