Pisando fuerte

por Invitado Miér Ago 08, 2012 4:33 am

Cientos de años habían pasado desde la última vez que el Arcángel Miguel había pisado suelo de humanos en un cuerpo físico, se sentía extraño, como si fuese la primera vez que aparecía. Sin embargo no eligió un mejor lugar que este, las pinturas que representaban a su Padre, a sus hermanos y hasta a él mismo decoraban todo el lugar. Aquel edificio conocido como la Capilla Sixtina era más que perfecto para su vuelta al mundo humano. Sus vestimentas eran clásicas, un traje beige, una camisa blanca, los zapatos blancos y finalmente, cubriendo sus ojos unos lentes de sol de colores compatibles con lo que llevaba. Como siempre, su vestimenta derrochaba luz, y aun en este mundo de corrupción su pureza era incolumne, tal y como siempre sería la de sus hermanos. Caminó entre las personas, manteniendo esa característica sonrisa inalterable. Pero entre las pinturas, observó una de él mismo enviando al abismo a ni más ni menos que Luzbel, su hermano caído. Suspiró, pero continuó caminando hasta llegar a una sala que sorprendentemente estaba vacía, en ella no había más que una señora bastante mayor dejando caer lágrimas sobre sus vestimentas. El Ángel se acercó lentamente para ponerse de cuclillas frente a la señora y mirarla a los ojos al son que se quitaba los lentes.

-¿Qué es lo que le acecha a su corazón señorita? Dijo mientras que demostró cierta preocupación en su rostro. -No se preocupe jovencito, no es nada.- Respondió con un fallido intento de una sonrisa a lo que Miguel tomó una de sus manos entre las suyas y dijo -Créame, puede confiar en mí-. La señora le explicó lo que había sucedido con su hija, que había fallecido hacía unos días en un accidente, la señora estaba afligida porque según ella jamás volvería a ver a la muchacha, mientras sacaba una foto de sus ropajes y se la enseñaba. Miguel respondió frente a esa situación - Preocuparse por lo que pasó no tiene sentido porque no podemos enmendar los errores pasados, pero si hay algo que es seguro es que la volverá a ver, no creo que a su hija le gustaría verla así. La perdida de un ser vivo es en realidad el despegue de este mundo material, su alma está bien, y la acompañará hasta sus últimos días- Colocó su mano detrás de su espalda y aprovechando que no había nadie en la sala materializó un hermoso dije con forma de corazón y se lo entregó en sus manos.-Cada vez que esté mal por su hija, hable con su corazón y de seguro que la escuchará- La señora abrazó al Arcángel mientras se despedía al son que afirmaba que iría hacia el cementerio a "hablar con ella".

Ahí permaneció Miguel, sentado en el banco de aquella sala solitaria, esperando. No tenía muchas ideas de lo que esperaba. Pero algo le decía que tenía que estar ahí. -El cielo está llorando- Susurró mientras oía como se desataba la lluvia. Entre sus manos se encontraba la llave del cielo, uno de los objetos más preciados del paraíso.

por Invitado Dom Ago 12, 2012 2:19 pm

-+- ¿No deberías de mantener un poco menos a la vista algo tan importante e irremplazable como eso, Miguel? -+- Cuestioné refiriéndome a la llave. Apareciendo en aquel lugar, empapado de pies a cabeza, debido a que no me dio tiempo de refugiarme de la lluvia cuando ya la tenía encima. No me molestaba, en lo absoluto, adoraba mojarme bajo la lluvia al contrario de muchos que conocía.

-+- Buenas noches… que grato es poder encontrarte después de tanto -+- Me dio mucha alegría el poder verlo esta ocasión, dado que constantemente estábamos viajando, entre misiones y mas misiones, no teníamos descanso, la lucha era constante y no daba tregua alguna, los Demonios menores siempre estaban creando discordia entre la humanidad y nosotros como protectores de ella, teníamos que atender esos eventos sin darnos tiempo a respirar con tranquilidad.

Me situé a pocos pasos de su persona, con ganas de estrecharlo en un abrazo, mas no lo haría, no echaría a estropear sus ropas, quizá ese gesto terminaría por formar alguna arruga en su frente.

-+- ¿A qué esperas, hermano? -+- Quise saber, sentándome un poco alejado en la misma banca que él. Procurando deshacerme de la gabardina blanca, ahora musga y estropeada que portaba, dejándola levemente doblaba en la esquina para que terminara de escurrir el exceso de agua, aunque no veía el caso, dado que todo mi cuerpo lo hacía, y por tonto e infantil que pareciera, me gustaba escuchar el crujir de mis zapatos húmedos en el menor de los movimientos, era… placentero.

Un gusto muy…humano, como alguna vez me dijo un hermano ahora caído.

Tras jugar unos instantes con los zapatos y esperar respuesta alguna de su parte, destapé mi vista al apartar los rizos de mi frente, que a pesar de estar estilando agua, no se deformaban, era así y seguirían siendo hasta el término de mi existencia.

por Invitado Dom Ago 12, 2012 2:57 pm

Ahí permaneció por varios minutos, como si estuviese esperando que algo pasase, y aunque realmente no sabía que esperar, ahí permaneció escuchando el sonido de las gotas de agua golpeando absolutamente todo, la naturaleza tenía una fuerza increíble, devastadora y hermosa, todo al mismo tiempo. Se percató de una presencia familiar, aunque pensó que jamás se cruzarían, debido a que últimamente con tanta actividad demoníaca no veía casi nunca a sus hermanos, y cuando los podía ver nunca era por más de 5 minutos. Así que en una síntesis muy corta los extrañaba y mucho. Hacía demasiado tiempo que no podía detenerse a charlar con ellos y eso en cierta manera lo deprimía, quería saber que todo volvería a ser como antes, y podría estar más tiempo con ellos. Una voz familiar irrumpió el silencio de la sala, y lo primero a lo que se dirigió fue hacia el objeto que tenía en sus manos, la llave del cielo. Sí, sabía que tendría que estar guardada fuera del alcance de los ojos enemigos, ¿pero quién se atrevería a atacarlo dentro de una Iglesia? La voz era familiar, Shamuel ¿Podía ser?

Se giró para poder observar a su hermano que luego de reprocharlo lo saludaba, dejando claro que también en cierta forma le había extrañado. –Buenas noches, Sham, ciertamente es gratificante y me alegro de verte aquí- Se percató que su hermano se había sentado en la misma banca pero un poco alejado, quizás para evitar mojarlo. –No puedes evitar- Dijo mientras que se levantaba para pararse frente a su hermano, se agachó para quedar a su altura y lo rodeó con sus brazos, ciertamente hacía un largo tiempo que no abrazaba a nadie y quién mejor que su hermano para romper esa racha. Sus brazos se erizaron, y todo su cuerpo fue recorrido por un calosfrío. –Ciertamente te extrañé hermano- Dijo mientras lo soltaba lentamente para notar que el agua se había transferido entre sus ropas y ahora estaban ambos dos mojados, lo cual si bien hubiese sido molesto, le causó cierta gracia.

Se sentó a un lado de Shamuel para explicarle que no sabía por qué estaba ahí, simplemente algo lo había llamado. –Me encontraba por aquí cerca, y sentí como si algo me llamase hasta este lugar, ciertamente no me arrepiento porque he podido verte – Sonrió mientras miraba a Sham –Dime tú, ¿qué has hecho todo este tiempo que hemos estado sin vernos? - Se cruzó de piernas esperando una respuesta, mientras sentía como las gotas chorreaban de las ropas de su hermano y ahora penetraban las suyas para hacer notar su presencia.

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