Welcome to the oblivion (Aliedhan)

Oía las jarras de cerveza con un tintineo tan basto que era un sonido totalmente diferente al de las copas de vinos, veía a los hombres y mujeres que ya comenzaban a emborracharse, y a pesar de todo no prestaba atención a nada de mi alrededor. Estaba demasiado concentrado en el libro que tenía sobre el regazo; ni se me ocurría apoyarlo en la barra. El libro en cuestión era "La historia de O", el cual me gustaba bastante y ya me había leído varias veces, pero, harto de que me molestaran con burdas burlas, había cambiado sus típicas tapas rosas por unas negras sin título alguno.

Aquel antro era verdaderamente horrible, pero seguía siendo de los mejores de aquel barrio. El verdadero problema era que no tenía la menor intención de pasar la tarde en un lugar lleno de pijos, con mujeres emperifolladas y hombres trajeados, todo risas falsas y miradas maliciosas; me incomodaba su cotilleo estúpido.
Normalmente no bebía, pero si lo hacía, tomaría un buen vino, como mi padre me había enseñado a apreciar, y no una cerveza en un vaso mugriento. Así que le pregunté con aire suplicante al camarero si tenía alguna clase de vino que no fuera de cartón, y "por ser yo", como me dijo guiñándome un ojo, me consiguió un Comportillo Crianza.

Suspiré con resignación y esperé pacientemente a que me trajera la copa, mientras continuaba leyendo. Debía ofrecer un aspecto extraño; un chico aparentemente joven, solo en la barra como un apestado, y ¡leyendo!, cosa rara; pero no me importaba. Estaba demasiado concentrado en mi lectura como para darme cuenta de nada...

Afortunadamente, este antro, no era de mi propiedad, mas pronto lo seria, estaba arriba, en el despacho tratando de comprar el local, ofreciendo una suma bastante tentadora, siempre en efectivo.

Sin embargo, el dueño, un hombre obeso, de aspecto descuidado, entrecano, con el labio leporino, calzaba un traje de esos antiguos de aquellos mafiosos italianos de los años 80`s ha… pero ataviado de joyas preciosas en cuello, muñecas y dedos regordetes. Un hombre en si… estúpido y esclavo de sus pasiones.

- Bueno, Sr. Marco, supongo que hoy, no llegaremos a ningún acuerdo, pero estoy seguro, que mañana mismo ira usted mismo rogando porque compre su local…- Augure poniéndome de pie, dedicándole una sonrisa maliciosa con un trasfondo en mis palabras. Detestaba a la gente necia, pudo haber evitado una tragedia, pero prefirió ser necio y egoísta, rechazando una oferta que a nadie hasta ahora, le había ofrecido por un local tan mugriento como el suyo.

- Tenga buenas noches…- Me incline suavemente despidiéndome. Seguido de ello le di la espalda y camine hasta la salida. Para finalmente bajar las escaleras con calma, fumando un cigarrillo mentolado, mis preferidos. El ambiente en su apestaba, era un lugar con mucho potencial desperdiciado, un antro de mala muerte disfrazado de elegancia decadente, aunque las mujeres eran elegantes, no podían disimular su tristeza y propio desprecio.

Miradas tristes, lujuriosas podían admirarse por doquier. No se diga de los clientes, en su mayoría gente pretenciosa que no tenía nada mejor que hacer que embriagarse, follar como cerdos y dejar sus fluidos en el culo y la vagina de cualquiera que se prestase respectivamente por tan solo unas monedas, pues la crisis apretaba demasiado los bolsillos.

Mas no era así para mí, desde siempre tuve por costumbre administrar bien mis bienes materiales y monetarios, moverlos para producir más y mejores ganancias. De la misma forma, siempre estaba en constante cambio en mis locales, para no caer en la monotonía y ahuyentar a esos clientes de años que aun estaban conmigo a pesar de mis drásticos cambios personales.

Sin embargo, algo llamo mi atención. De forma calmada, me abrí paso entre la multitud de cerdos, hasta llegar al lugar deseado. Sin pedir permiso alguno, arrebate el libro que mantenía en su regazo, y con aspecto desinteresado fui repasando algunas de sus páginas al azar, aclarando que sabía perfectamente de que trataba el libro, habiendo apreciado antes el titulo del mismo.

- ¿Qué hace un joven como tu leyendo semejante novela de BDSM? ¿No sabes que estás invitando abierta pero sutilmente a cualquiera de los presentes a faltarte el respeto? – Comente con simpleza, devolviéndole el libro, luego de haberle guiñado el ojo.

Leer un libro de esa temática en un lugar donde los placeres mas mundanos se reunían, eran como pedir un polvo en silencio.

Seguía totalmente distraído, concentrado sólo en el libro. Siempre me había parecido que "La historia de O" era un buen libro erótico, aunque demasiado fuerte para mi gusto, pero de todas formas no reparaba en leerlo una y otra vez, simplemente por el placer de la buena lectura.

Alcé la cabeza, sobresaltado, sin poder evitar un respingo de sorpresa, y observé alzando las cejas a un hombre que me había arrebatado el libro sin miramientos. Esperé pacientemente a que finalizara su crítico examen, y aproveché para observarlo más de cerca con tan poca verguenza como la que él había exhibido con su gesto; era un hombre atractivo. Lo cuál me hizo preguntarme por qué demonios le había dado por hablar conmigo, que no era más que un tonto solitario.

Sin embargo, sonreí levemente ante su comentario, y volví a apoyar el libro en mi regazo cuando me lo devolvió, ya sin ninguna intención de continuar con la lectura; al parecer, había conseguido un entretenimiento mucho mejor que leer.
-La juventud hace tiempo que la dejé atrás.-sacudí ligeramente la cabeza, divertido.- Y por eso mismo le he cambiado las tapas al libro; no se puede leer tranquilo si a cada instante está alguien molestando con obscenidades. Aunque supongo que venir a leer un libro así aquí es una provocación, pero para una vez que bebo, me gusta acompañar la bebida con un buen libro.-sonreí calmadamente, haciéndole un gesto en dirección a la silla que se encontraba a mi lado.- Siéntate, por favor. He pedido un poco de vino, el único que he encontrado en este lugar que no proviene de un cartón.-sólo por su aspecto, suponía que preferiría vino a cerveza.- Soy Alex.-me presenté simplemente, con una sonrisa ladeada.