Hermandad Inquebrantable [Celestiales]

La casa :3:

La sede de reunión seria en una casa muy normal, a decir verdad, era demasiado normal como para que alguien pudiera pensar o imaginar que allí dentro, habría una reunión de Celestiales, de eso se trataba, guardar las apariencias. La escogimos entre Jofiel y Yo, ambos pensamos que era adecuada, además, aunque parecía pequeña, era espaciosa y cómoda por dentro, amueblada, con buena ventilación, pero sobre todo, bien aseada.

Todos los preparativos estaban hechos, no es que fuéramos a pasar un día de reunión social, pero si bien sabia que mas de alguno tendría la necesidad de bebida y alimento, por ello, en el centro de la sala, había una mesa con bocadillos ligeros, así como postres, té de frutos rojos y café, este ultimo para quien tuviera la necesidad de un isotónico que despertase todos sus sentidos, vasos, tazas y cubiertos, así como servilletas predispuestos para los invitados.

- Jofiel, está todo listo hermano… ¿Crees que hayan recibido la invitación? – Pregunte mientras miraba por la ventana, corriendo suavemente la cortina blanca que la revestía.

Con cuidado, tome la taza de té con ambas manos y la resguarde de la misma forma, cerrando mis ojos levemente al sentir su beso sobre mi frente. Jofiel tenía esa forma de ser tan calmada, en lo que llevaba de conocerlo, nunca le había visto perder los nervios ante nada, lo admiraba por ello.

- Esta bien, con cuidado…- Respondí ofreciéndole una afable sonrisa, viéndole salir afuera, mientras yo me cercioraba que todo estuviera en orden, y de que hubiera también un buen espacio acogedor para quienes llegaran.

Esperaba que vinieran casi todos nuestros hermanos, no me importaba realmente si algunos ya habían caído, los seguía amando de la misma forma.

El calor aquel día era sofocante y había procurado vestir de forma adecuada a nuestro encuentro. Sin embargo, acabé por cambiar los zapatos por simples sandalias y la camisa de algodón por una de lino, así como los pantalones de pinza por unos jeans destrozados hasta poco más de mis rodillas. Mis cabellos dorados caían sobre la tela de aquella camisa, adoptando una figura de un joven entorno a los veinte años. Los hermanos allí reunidos podían verme de edades distintas y preferí usar mis poderes para crear un envase apropiado y discreto. Dalí me acompañaba brincando a mi alrededor, moviendo su larga cola mientras yo esbozaba una cálida sonrisa. Me encontraba completamente ensimismado en la alegría de volver a ver a varios de mis hermanos.

-Vamos Dalí, hagamos una carrera.

Susurré acariciando su testa antes de acelerar la marcha. La casa se encontraba al término de aquel barrio residencial, podía sentir almas afines a las mías. La luz que emanaban mis hermanos, su presencia, era reconocible a varios metros. Cuando paré el perro saltó sobre mi ladrando, completamente alterado. Reí bajo dejando que mis finos dedos juguetearan por el suave pelaje que este poseía.

-Pórtate bien y te daré un filete jugoso esta noche.

Susurré besando su cabeza sobre sus orejas, para después desplazarme hasta la entrada de la vivienda. Allí estaban dos de mis hermanos, uno era Jofiel con el cual había tenido el gusto de tropezarme días atrás.

-Lamento el retraso, mi amigo deseó acompañarme.

Había recibido una notificación para una reunión, los ángeles de los cuales me rodeaba últimamente no cesaban de hablar de aquello. Si bien, todos sin excepción tenían miedo de acudir y sentirse rechazados. Muchos de ellos aún tenían lágrimas en los ojos después de la terrible tragedia que había acontecido noches atrás. Caim había arrebatado la vida a una decena de ellos, así como dañado a Miguel hasta prácticamente la locura. Yo si bien veía algo muy distinto a quedar humillado, era mi oportunidad para suplicar un poco de ayuda. No me importaba arrastrarme si era por la seguridad de todos aquellos que permanecíamos en Los Ángeles.

Me vestí con una ropa sencilla poco llamativa dejando atrás mi bata de médico, até mis cabellos en una coleta simple y me coloqué unos jeans junto a una camiseta color cielo. Era algo sencillo, poco ostentoso y que siempre me había agradado. Agradecía de todo corazón que algunos de mis hermanos me hubieran regalado trajes de diseño, incluso alguna corbata, por ayudar a sus mujeres en el parto, sin embargo yo no era así. Me gustaba como me quedaba y también como me miraba Olivia, pero siempre lo vi excesivo y solían quedarse en el armario.

Aparecí caminando con las manos en los bolsillos tarareando bajo una canción que jamás dejó que las penas me arrastraran, más bien las mantenía fuera. Presentí que conseguiría que todos me escucharan, quizás podían ayudar más a los barrios más necesitados donde todos esperaban la ayuda de Dios, aunque ya no creyeran en él como tiempo atrás.

-Buenos días.

Dije aproximándome con una sonrisa en mis labios, esperaba que no me expulsaran y rehusaran escucharme. Si bien yo podía notar en sus corazones la calidez y el amor de Dios, un amor que estaba seguro que no les importaría compartir con aquellos que carecían ya de él.

Uriel no estaba en la Tierra, se encontraba en unas de las múltiples dimensiones donde se libraban otras guerras, sí, aquel planeta no era el único lugar donde se libraban batallas, el Universo era infinito y otros lugares más allá de la imaginación de cualquier humano, los ejércitos del Cielo luchaban en otros terrenos, bajos dos lunas o soles azules, varios generales tuvieron que informar a Uriel que algunos prisioneros escaparon del Infierno, alguien logró romper las cadenas con las cuales fueron aprisionados y que no pudieron ser detenidos, Uriel sintió que más peso se añadía a sus fuertes hombros, aquello no podía ser para bien, sentía una enorme concentración del mal, una acumulación creciente de perversidad que se preparaba para asestar algún golpe fatal.

-Mantened las formaciones, hermanos. Aun tenemos que sellar la grieta-fue cuando sintió la llamada, ladeó el rostro, escuchando unas palabras que solo él podía escuchar, entrecerró los ojos en su rostro perfecto y frío-Tengo que partir, volveré. Valor.-Desplegó las enormes alas plateadas y se alzó al cielo, perdiéndose de vista.

Un estremecimiento sacudió toda la casa de la reunión, el cielo cambión de color de azul a naranja durante unos segundos apenas, y las tejas del techo se abrieron en un remolino, creando un ancho agujero y Uriel descendió, entrando por la parte superior, no necesitaba mapa, ni gps, podía sentir a sus hermanos en cualquier lugar con solo concentrarse, después de todos ellos eran uno y una la Voluntad que los movía. Las tejas se cerraron sobre su cabeza, Uriel iba ataviado con su armadura, presentaba abolladuras y manchas en el peto, su rostro sucio por las cenizas del reciente campo de batalla, cruzó las alas a su espalda, en su cadera derecha, en su cinto, reducida en tamaño, Redención, que tinteneaba cristalinamente. Comenzó a bajar las escaleras, el resplandor de sus alas iluminaba las paredes y era un reflejo perfecto de sus orbes ardientes cuando entró en el salón-Salud, hermano. Salud, Shamuel.

Yo no recibí la invitación, era de esperarse ¿Alguno más que Jofiel sabia de mi existencia? No es que fuera secreta, simplemente nunca tuve contacto con ellos, desde mi nacimiento estuve recluido en el Jardín del Edén conservando la estabilidad del Arbol de la vida, primero en compañía de Jofiel, luego, por un tiempo, solo. Hasta que decidí bajar por mi cuenta a la tierra y cuidar de ella, claro, hasta que fui interrumpido por Agramon… Y siglos más tarde, heme aquí, de nuevo de pie, gracias claro, a Semyazza. De quien aun no sabía que me iba a pedir a cambio por haberme liberado.

Saber el lugar de ubicación, me resulto sencillo, mezclarme con los elementos era de gran ayuda al momento de cambiar de ubicación. Por lo que en un pequeño lapso de tiempo, mi cuerpo se fue formando tras un árbol cercano a la casa, la presencia de muchos seres celestiales, se concentraba magníficamente en dicha zona, entonces me pregunte si no deberíamos, por precaución, pasar inadvertidos ocultando nuestra presencia.

- Buenas tardes, espero no molestar con mi presencia… sé que no fui invitado, pero quise venir…- Salude a los presentes que estaban fuera de la casa.

¡Oh! Una reunión con sus hermanos. Hacía tantas lunas y épocas que no los veía, que ahora le parecía sorprendente que estuvieran haciendo dicha reunión. Es decir, le encontraba el sentido que había, pero, ¿por qué justamente ahora? ¿Había un motivo oculto acaso más profundo? Aunque en realidad, sabía que no debería estarse adelantando a los hechos, Zadkiel por ello tenía fama de ser sumamente bipolar…

Suspiró resignando cuando anduvo, sin costarle trabajo darse cuenta de la presencia de sus demás hermanos alrededor. Para él era extraño volver a ver a tantos reunidos cuando sabía que poco a poco estos iban cayendo, muriendo o incluso perdiendo la fe después de tanto tiempo dedicándose a la humanidad.

Cuando divisó el lugar, pidió de una manera discreta y sencilla el permiso para entrar, mirando con atención a los presentes. Apenas entrecerró los ojos, dándose cuenta de la reunión, aquella que de alguna manera no le dejaba de parecer clandestina.

―Hola… ―saludó sin más, permaneciendo en un lugar donde podría escuchar y observar a los presentes―…ha pasado un tiempo, ¿eh?

El primero que abrió la puerta para pasar adentro, fue Gabrielle, como siempre con esa sonrisa de niño en su rostro, y esa mirada vivaz. Rápidamente deje la taza que sostenía entre mis manos en la mesa más cercana y me acerque a estrecharlo en un fuerte abrazo.

- Bienvenido, Gabrielle, tiempo sin vernos…si tienes sed o hambre, al centro de la sala hay una mesa con bocadillos y bebidas, quizás estés cansado- Dije sonriendo, agradeciendo que hubiera encontrado la forma y el tiempo para venir a la reunión. Al ver a entrar primeramente a Dalí, sonreí y me aparté, no sin antes disculparme con Gabrielle, y me arrodille a abrazar al perro, quien me reconoció también y comenzó a mover su enorme cola esponjosa, para posteriormente lamer mi mejilla, al cabo de unos segundos entro David.

-¡David!- Exclame soltando al perro para darle un fuerte abrazo, aunque apenas unas semanas nos habíamos encontrado, ya lo extrañaba, sus enseñanzas y consejos, me habían servido mucho desde aquel día.

- Bienvenido seas, pasa por favor y ponte cómodo- Agregue palmeando su espalda con suavidad. Mirando entrar a Rafael, mis ojos se abrieron de asombro, por su presencia, aunque tenía la esperanza que viniera, no estaba seguro que lo fuera a hacer. Con paciencia y a sabiendas de que no le gustaba mucho la impulsividad, me acerque hasta él y con cierta timidez, lo salude.

- Rafael, gracias por haber venido…me alegra demasiado y lo sabes, extrañaba el veros a todos reunidos…- Mande al carajo la timidez y simplemente lo estreche en un fuerte abrazo, a sabiendas de lo que había sucedido hace poco en su vida, mas no deseaba tocar ese tema que más de una heridas había causado en su interior.

Me aparte con cierta brusquedad cuando la casa entera se estremeció, indudablemente me puse alerta por ello, sin embargo mis facciones se relajaron al ver quien baja por las escaleras, siempre haciendo gala de su poder y presencia.

- ¡Uriel, Bienvenido!- Salude riendo de forma alegre. Le di algunas palmaditas más en la espalda a Rafael para luego ir con él antes mencionado.

- Gracias por venir, Uriel, ponte cómodo…- Palmee con fuerza su espalda, indicándole la mesa donde estaban las bebidas, quizás tuviera sed, pues se notaba que llegaba de una batalla reciente, eso a juzgar por su apariencia.

Luego mi cuerpo se giro al escuchar esa voz que hace más años que no escuchaba. Pero que de igual forma no había olvidado.

- Miguel, hermano, bienvenido seas…- Respondí acercándome a darle un abrazo fraternal, esperando que ello no le incomodara, era mi muestra de afecto y de reconocimiento para cada uno de ellos, sin discriminar a ninguno, no tenia porque hacerlo. Posteriormente mi vista se clavo en ese chico, era un Angel según sabia, pero poco conocía de él. Me acerqué despacio y lo abrace. –No importa, hermano, todo aquel que desee venir a entenderse con nosotros es bienvenido, podrás exponerte en la reunión y conoceremos mas de ti…- Dije al haberme separado, sosteniendo suavemente sus hombros.

- Mucho tiempo, Zadkiel, bienvenido seas hermano, por favor ponte cómodo, esperaremos a que lleguen los demás, de lo contrario es posible que iniciemos la reunión pronto…- Comente, girándome de nuevo al escuchar la dulce voz de una mujer, sintiendo dos presencias cálidas dentro de ella.

-¡Olivia!, pasa por favor, Rafael esta por ahí, ¿Te ofrezco algo de beber o comer? ¿Cómo va el embarazo? ¿Todo bien?- La tome de la mano, besando su dorso para después invitarla tomar asiento, debía de estar un poco cansada, o quizás no.

Al parecer, hasta el momento, eran todos los que llegaron, esperaríamos un poco más en espera de que alguno más apareciera, después de todo, faltaban varios. Mantenía la esperanza de que se animaran a venir.

A TOMAR EN CUENTA:

Y como siempre el último en llegar era el que cayó casi el primero después de Lucero, tanto como Miguel como Rafa fueron los mas nuevos así que no tenía por seguro que me acogieran bien en aquella reunión.
Pero lo que me movía en ir era Daichi y mi futura familia, quería proteger a mis niños tanto como a mi nieto pese a que fuera un demonio puro.

Los sentía todos ya dentro incluso a Gaia, por lo que después de hablar varias veces con Daichi aparecí al lado de Jofiel con mi cabello todo revuelto.

Hum... Queda lugar para un viejo caído? - susurre haciendo aparecer una banderita blanca en señal de paz mientras la movía hacia los lados.

Uriel se movió por la sala antes de que todos los celestiales que estaban fueran hicieran acto de presencia, no le parecía la mejor idea estar allí congregados demasiado tiempo, cualquier demonio de alto rango encontraría semejante reunión como la ocasión perfecta para atacarlos y dar muerta a varios de ellos. Sabía que Shamuel la organizó en aquel mundano lugar porque no todos podían traspasar las puertas del Cielo y menos adentrarse en los grandes jardines y en la Ciudad de Plata. Pero su mentalidad de guerrero lo mantenía tenso y alerta. Mientras caminaba, su armadura tintinena y su espalda susurruba en su funda, inquieta era su alma de metal y afilada su voz.

Apoyó su ancha espalda contra una pared y tuvo una buena vista desde la ventana de todos los exteriores, ah..sí, a aquello se le denominaba paranoia pero no podía relajarse nunca, ni siquiera rodeado de sus propios iguales, cruzó los brazos sobre su poderoso y ancho pecho y sus azules ojos se posaron en la entrada mientras los celestiales y los caídos iban entrando. Hacia tiempo que no veía a tantos de rango alto junto con la excepción de aquella ocasión cuando reunió el consejo de arcángeles para decidir sobre el destino de Lucifer lo que desembocó en una guerra. No se movió de su posición, solo ladeó el rostro cuando Grabiel pidió comida como si fuera un niño.

-Shamuel, Jofiel.-su voz calmada y fría se alzo en el coro de voces que llenaba toda la atmósfera-Vosotros soís los anfitriones y vosotros nos habeís convocado. Explicadnos vuestras razones y que vamos a debatir esta tarde. -él no era quien había organizado la reunión y ademas deseaba saber cuales eran los pensamientos de sus dos hermanos que se aliaron para ello, no había demasiado tiempo para todos los saludos y esperaba que algo se pudiera aclarar de toda la situación actual aunque él no tenía duda algua sobre sus propios deberes.

Hacía meses que no tenía la oportunidad de estar en un mismo lugar con Rafael. Había sentido en él un fuerte deseo de ser prácticamente como todos los hombres, quizás poder desarrollar sus sentimientos y abandonar la estúpida creencia de muchos ángeles de ser fríos ante el sufrimiento, la felicidad o el amor. Yo podía sentir, aunque mantenía impasible mi aspecto y tan sólo podía sufrir enormemente por aquellos que se perdían en el camino. Rafael parecía no haberse desviado en exceso. Sin embargo, no pude decir nada. Sentí las cálidas palabras de otros hermanos presentes, la llegada de Miguel me sobrecogió dejándome sin aliento y la aparición de Jonte me llenó de esperanza.

-Espero que puedan ofrecer a Dalí un poco de agua en un cuenco.

No deseaba nada para mi, ni siquiera uno de aquellos fiambres. Yo estaba bien alimentado y en ocasiones me permitía el lujo de mantenerme sin probar bocado. Prefería que otros más necesitados tomaran mi alimento.

Caminé hacia el interior del lugar observando con minuciosidad lo preparado, si bien la sensación de la vida naciendo del vientre de Olivia me llamó poderosamente la atención. Ella y Rafael serían padres. Si mi hermano había logrado ser feliz entre la neblina y no deslizarse hacia las llamas era un punto significativo a su favor, tal vez Dios algún día sería compasivo con él y finalmente aceptaría el regreso a todo aquel que seguía respetando la vida, los buenos sentimientos y realizaban buenas obras.

Dalí entró como un huracán ladrando a unos y a otros, saludándolos como lo haría cualquier chiquillo. Se acercó a Shamuel lamiendo sus dedos y corrió hacia Gabriel provocando que este cayera al suelo. Allí quedó lamiendo su rostro mientras yo intentaba tirar del can sin dañar su pelaje o alguno de sus músculos.

P.D: Me parece una falta de respeto considerable no seguir el turno. Uriel, si desea participar siga las normas dadas y respete al resto como el resto le respetamos a usted.

Había rogado encarecidamente a Miguel que no acudiera. Sabía que su deseo era evidente, si bien pensé que no abandonaría a Christopher en las condiciones que había quedado tras el incidente. Ni él ni mi mujer habían aceptado mi ruego. Durante noches conversé con ellos, aunque no me oponía a su presencia en el lugar pero sí a las consecuencias que podía ocasionar su presencia entre los hermanos. Los ojos de Miguel se posaron en cada uno de nosotros, destellaban cierta melancolía y ese espíritu regio que siempre le acompañó. A pesar de sus heridas seguía siendo un orgullo para aquel ángel que lo veía. Había intentado poner fin a un demonio que en esta penosa situación le superaba y no le importó, lo importante para él y los valientes que habían acudido a su llamado fue sin duda el honor de intentarlo. La Tierra, y no otros mundos, era lo importante a mi juicio. Los hombres sufrían y padecían terribles dolores. Olivia junto a mi se dedicaba a sanar sus heridas y hacerles ver que aún había esperanza.

No fuimos los únicos caídos presentes. Al notar la presencia próxima de Jonte y su posterior aparición me hizo esbozar una sonrisa. Ambos íbamos a ser padres, ambos teníamos el futuro en el vientre de nuestras parejas. Para algunos una estupidez, para muchos columnas férreas donde se apoyaría el cielo nocturno y diurno de las próximas generaciones.

Me sentí arropado por Jofiel, así como por todo aquel que iba presentándose. Gabriel con su sonrisa juvenil provocaba siempre en mí una respuesta rápida en mis labios, respondí a su jovial presencia con felicidad. Tanto es así que cuando Olivia llegó hasta a mí dejé que mis lágrimas surgieran, lágrimas de felicidad cristalina. Besé la frente de mi futura esposa ayudándola a entrar junto al resto dentro de la vivienda.

-Toma jugo frío, te hará bien para reponer tus fuerzas Olivia.

Vigilaba su alimentación por su bien y el bien de nuestros mellizos. Iban a ser dos niños fuertes y hermosos como ella, dulces y atentos, que liberarían a la humanidad de algunas piedras que llevaban a sus espaldas.

-Quiero agradecer en nombre de mi pequeña familia su recibimiento, pues para nosotros es un honor que intenten comprender que muchos hemos caído pero seguimos luchando. Yo sigo matando demonios y ofreciendo cobijo a todo aquel enfermo que necesita un poco de mi ayuda. Mi mujer, mis hijos y yo jamás olvidaremos esta mano tendida hacia nosotros.