¿Qué sabes, y qué quieres a cambio? -Privado-

Hacía unos cuantos días había recibido una nota, un anónimo le citaba en el pub Lynus en el Sunset Strip. Nunca había estado en aquél lugar, es más, nunca había entrado en un pub previo a este día. No sabía a quién debía de buscar, por lo que decidió dirigirse inmediatamente al bar, ordenando una cerveza cualquiera, observó detenidamente mientras el bartender destapaba la botella, cerciorándose de que no le ponía nada raro en la bebida.

Tomó la botella cuando le fue entregada, y le dio un trago mientras recorría el lugar con sus ojos. Su verde mirada escaneaba cada cara con la que se encontraba, esperando encontrar a alguien conocido y que esa misma persona haya sido quien le citara. Tristemente no encontró a nadie, por lo que volvió su atención a su botella, dándole otro trago. Podía sentir que alguien la miraba, pero no sabía quién, cosa que le comenzaba a molestar y frustrar inmensamente.

Miró a su izquierda y un tipo que seguramente le doblaba la edad, le picó un ojo, causándole un poco de nauseas.- Qué asco… -murmuró, apartando la vista rápidamente. ¿Dónde diablos estaría ese anónimo? Quería saber qué información tenía de la muerte de su familia… por esa única razón se había presentado. Habían pasado dos años de intensa amargura e incertidumbre. Dos años de ira reprimida y de confusión, ¿por qué ellos? ¿Qué mal habían hecho para que sus vidas terminaran de tal manera?

Dejó de pensar en aquello, y con tres largos tragos más se terminó su cerveza, pidiendo otra para calmar los nervios y ansias.

“Señorita Oleanders, si no me equivoco…” aquella voz la hizo tensar, y ponerse alerta. Ya, la hora de la verdad había llegado. Se dio la vuelta y con curiosidad y visible duda, observó detenidamente al hombre. Alto, fuerte, con pelo negro y ojos celestes, era una perfecta combinación entre fuerza bruta y apariencia dulce. Aún así, la rubia no se fió de las apariencias, y luego de asentir, se levantó y le siguió. En su mano izquierda llevaba su botella, la cual luego de darle un primer y último trago, agarro de forma tal que le fuera fácil rompérsela en la cabeza a quien sea que osara hacerle un daño.

Desde joven era bien paranoica, no confiaba en nadie, y en especial en personas que acababa de conocer. Tal vez la botella no le sería un arma de mucha ayuda, pero era algo.

El joven abrió paso entre los asistentes al bar, y Magda le siguió muy de cerca. Al llegar a la entrada del pasillo, dudó por un segundo, pero las ganas de obtener la información referente a su familia eran grandes, así que se tragó su miedo, y continuó caminando. Al adentrarse a la trastienda, la atención de Madga recayó en el joven rubio delante de ella. Era muy apuesto, sería una tonta si lo negaba, pero no se acercó mucho a él. Permaneció de pie, viendo en silencio como se levantaba y se acercaba a ella. Kyle Strauss… aquel nombre no le venía a la mente. ¿De dónde conocía él a su familia?

Antes de que pudiera reaccionar, “Kyle” había tomado su mano y le besaba el dorso. No le gustaba cuando extraños le tocaban, por lo que retiró su mano de la suya de manera un poco brusca, y frunció el ceño.- Así parada estoy bien, gracias. -No le interesaba ponerse cómoda, ni nada por el estilo. Quería saber qué información tenía él para ella, y listo.- ¿Qué información dice tener de mi familia? -Preguntó sin seguir perdiendo más tiempo. Necesitaba saber.

Había algo que no le cuadraba de este tipo, pero se mantuvo en silencio, escuchando atenta mientras explicaba su razón de buscarle. Al rubio mencionar su empresa, se tuvo que contener para no interrumpirle, y la impresión fue inclusive más grande al él admitir que sabía más detalles sobre su tragedia.

Apretó su mano alrededor de la botella, el solo imaginarse aquella escena donde su familia era aniquilada, le hacía hervir la sangre. Era obvio que a Strauss no le importaba mucho si en su descripción llegaba a incomodarla, pero mientras le dijera todo lo que supiera, Magda se haría de oídos sordos para esas cosas. No tenía que pensar su respuesta. Dando un paso adelante, asintió, pero su sentido común le hizo notar que todo aquello sonaba muy fácil. Aprovechando una mirada hacia atrás, notó que el morocho seguía erguido a un lado de la puerta. Decidiendo ignorarlo, dejó la botella sobre la mesa que se encontraba entre ella y el rubio, y se recostó de ella con ambas manos, agachándose un poco hasta quedar al mismo nivel que él.

¿Qué ganas tú? -Era una simple pregunta, pero una válida. ¿Por qué un hombre aparentemente tan importante y ocupado como él, se interesaría en ayudarla? Algo quería, y si estaba a su alcance, lo más probable es que se lo conseguiría. Ya estaba muy interesada en que le dijera más. Siempre se había ido por la vertiente de no vengarse, su religión estaba en contra de tales cosas, y aunque se había visto tentada por la ida, la ignoraba siempre. ¿Sería capaz de ignorarla nuevamente, y en especial ahora que sí tenía datos concretos?

Abrió los ojos bien grande en señal de sorpresa, y se irguió nuevamente. ¿Una cena? ¿Eso era todo? “Eso nunca es todo…” dijo la voz de su conciencia, esa que siempre le llevaba a tomar sus buenas decisiones. Cruzándose de brazos, apoyó su peso en su pierna izquierda, sacando cadera de ese lado.- ¿Solo una cena? -Preguntó, articulando su pensamiento.- Espero que no me esté tomando el pelo, solo por ser chica. No me dejó tontear por nadie, Strauss.

Decidió que sería una buena idea el sentarse, por lo que corrió la silla hacia atrás, y sin ser delicada, tomó asiento. Ya no era la princesita frágil de antes, ahora era tosca, brusca y llena de ira.- ¿Qué exactamente le hicieron estos tipos, que sea tan malo como para quererlos muertos? Porque, sabe que eso es exactamente lo que haré: matarlos. -Por lo menos lo intentaría, y si Strauss la ayudaba, no dudaba que sería una de las peleas más fáciles. ¿Le daría armas mejores que las que tenía actualmente?

No estaba muy segura de beber el líquido ofrecido, pero por decencia tomó la copa y la sostuvo, esperando el momento perfecto para volverla a poner sobre la mesa y poder pasar desapercibido.

Ya sabía yo… -murmuró, rodando los ojos en señal de molestia. Era lógico que seres sobrenaturales tuvieran que ver en este asunto, si estaban en todas malditas partes. Suspiró hondamente, acomodándose en su asiento.- Entonces estos individuos son sobrenaturales… ¿De qué tipo? -Era importante que tuviera toda la información disponible, para así saber a qué se atenía. ¿Serían vampiros, o quizás demonios? ¿Qué tal si eran licántropos? Necesitaría todo tipo de armas que pudiera conseguir. Esperaba impaciente a que Richard regresara con las “herramientas”.

Bueno, tal vez una cena con Strauss no fuera catastrófica. Pero solo una cena, y nada más.- No tengo que ponerme. -Al momento de escapar de casa, no había pensado en tomar nada relativamente decente, solo ropa en la que estuviera cómoda.- Y, ¿cuándo sería esta cena?

Dándole una mirada más a la copa, y escuchándole hablar sobre los demonios esos que pusieron fin a su perfecta vida, decidió que tal vez darle un trago no sería mala ida. Justo caía en cuenta de que las cosas estaban tomando forma, y que estaba a solo un paso de vengar la muerte de su familia. Hace una hora no tenía ni idea de qué tipo de persona mataría a tres inocentes sin razón aparente, y ahora tenía nombres, descripciones y armas para utilizar. Solo faltaba una locación.- ¿En donde están? ¿Es muy lejos de aquí? -Estaba impaciente. Si contestaba que quedaba cerca, no dudaría en ir ahora mismo, antes de que cambiara de parecer. Estaba cegada por la ira y el dolor, y así era mejor en este caso. Se sentía segura de que podría exterminar a los demonios esos, y más si el Richard este iría con ella. Su lado imponente salió a relucir luego de que Strauss le platicara que había trabajado con los demonios, y le dio seguridad saber que no estaría sola. Era buena en peleas de cuerpo a cuerpo, y se sabía defender con las armas, pero nunca había peleado con demonios.

Al momento en que las pistolas quedaron a la vista de la humana, la chica quedó impresionada ante tales preciosuras. Desde que adquirió su primera pistola, Magda se había encariñado con las armas de fuego, y tenía una en su posesión. Estas eran de plata, y lo más extraño pero igual de increíble eran las balas. Se mantuvo por un momento observándolas, para luego acercar su mano al maletín y acariciar el arma que sería suya.- Perfecto.

Le costaba entender que estuviera dispuesto a tanta molestia solo por llevarla a cenar.- Bueno, si insististe, Sr. Strauss. -No le quedaba de otra que aceptar y esperar que la cena esta no fuera horripilante, pero, ¿cómo sería de tal manera, si saldría con tremendo tipazo? Magda no estaba interesada en verse románticamente atada a nadie, en ningún sentido. Solo se ocupaba en divagar, buscado lugares donde pasar la noche, y en buscar trabajos buenos y cortos. Los hombres y el amor ocupaban un plano muy irrelevante en su vida. Tomando el papel, inspeccionó el número de teléfono, de primera notando que constaba de tres seises. Luego de que mencionaran la palabra demonio, ahora no podría de dejar de buscar pequeñas indicaciones de ello.

Se bebió la champaña en tres tragos, y depositó la copa entre ellos con mucho cuidado, intentando no mostrar su frustración al saber que los demonios se encontraban en Vollkommen. Viajaría de costa a costa, y al posar su mirada en los pasajes pensó que este sería su primer viaje en avión. Es más, sería la primera vez que vería uno. Los Oleanders habían sido una familia bien acomodada, pero nunca sintieron la necesidad de realizar viajes a tales distancias que sintieran necesario realizarlos en un avión. Le quedaban cinco horas y media para alistarse, tanto mental como físicamente, como tal él había mencionado.- Gracias. -Comentó simplemente, sin saber qué más decir.

También le había buscado sitio donde pasar la noche, y Magda comenzaba a sentirse incómoda. ¿Y si fallaba? Le habría hecho gastar una buena cantidad de dinero a Strauss, aunque dudaba que le afectara aquello – se veía como un hombre con los medios para mantenerse por varias vidas seguidas. Pero bueno, le agradecía el hecho de que pasaría las últimas horas de calma en un cuarto decente, y durmiendo cómodamente. Los maletines fueron removidos del cuarto y volvieron a quedar ellos solos.

No creo tener más dudas. -Habló tranquilamente, suspirando y dejando caer su fachada de dureza.- ¿Hay algo más que me quisiera decir? -Preguntó mientras se levantaba lentamente, disponiéndose a irse directamente al local de enfrente, e irse a dormir ahora mismo.

Hubiera sido muy fácil el utilizar su Toque, aquél don que Dios le había confiado, pero ganaría la pelea contra esos demonios, y lo utilizaría en la cena del día siguiente. Magda era una chica con palabra de honor, lo que prometía lo cumplía, así que iría a esa cena, sí o sí. Pobre chica, no sabía lo que le esperaba.

No se preocupe, estaré bien. –Le aseguró, un poco sorprendida de que sonara tan interesado en ella y su bienestar. Pero seguro trataba de asegurar su inversión, eso era todo. Para la rubia era más fácil pensar que nadie se interesaba realmente en ella, así no les tomaría cariño para después perderlos como a su familia. Con una última mirada, se dio la vuelta y salió de la trastienda con paso firme, dirigiendo directamente hacia el local de enfrente, y pidiendo su maletín y llave al cuarto.

Las siguientes horas serían caóticas.

Off-rol: Escribiré el rol de la cena, ¿sí?