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Mensaje por Belial Mar Ene 31, 2012 4:10 am

Red Velvet
Por Nerissa Leone




Había pasado quizás demasiado tiempo desde la última vez que se habían encontrado.

Si, demasiado, más de diez años, quizás un poco mas y aun que se negaban a aceptarlo, sabían que en el fondo se extrañaban más de lo que ellos mismos podrían imaginar.

Especialmente porque esa separación se había dado natural, sin peleas de por medio, sin cosas por las cuales guardarse rencor, simplemente cada quien siguió su propio camino por aquel... "Jardín Salvaje".

Y si, como siempre y aun que trillado, estaba escrito que alguna noche, sus caminos se volverían a cruzar, aun que no sabían él cuando, ni el cómo.

Armand, simplemente no esperaba ver a Lestat, después de su incidente, y que se había alejado con sus ahora extintos pupilos, había escuchado rumores respecto a él, a que había vuelto a las andadas, incluso había comprado el último libro que había escrito y reído de su forma tan peculiar de anunciar que quería ser un santo.

Después de eso, desapareció de la faz de la tierra, dejando ese hueco en aquella telaraña sobre natural que los unía a todos los de su clase.

Sin embargo, a diferencia de otros tantos, el sabia donde podría encontrarlo o que estaría haciendo.

Probablemente, y no lo aseguraba, pues quien era él para hacer tal cosa, lo encontraría en Nueva Orleans o quizás había regresado a Paris, haciendo de las suyas, fingiendo ser un mortal mas, alimentándose de sus halagos, aun que no lo reconocieran, o gritando blasfemias ante esas nuevas historias insulsas sobre vampiros que brillan.

Sonreía cada que lo recordaba en aquella actitud, esa pose casi infantil, bien habida en el, que lo hacía lucir más cordial a ojos de quien lo viera y su enorme sonrisa que casi nunca se borraba de su rostro. Sus ojos brillantes y azules como joyas finas.

Suspiro largamente, guiando sus pensamientos a otras cosas, pero le era casi imposible sacárselo de la cabeza, era como si el mismísimo Vampiro Lestat, le estuviera jugando una mala broma, metiéndose en su cabeza, rascando en sus recuerdos, develándolos tan claros como el agua.

Su primer encuentro en Notre Dame y la forma en que ambos se habían estudiado, el cómo esa llamita de esperanza en su pecho se había encendido de nueva cuenta, dejándolo aterrado ante su propia realidad, amargado consigo mismo y con el mundo que le rodeaba, con la locura con la que había sobrevivido a lo largo de trescientos años, todo por no saber afrontar sus propios miedos, por no tener la suficiente voluntad de abandonarlo todo e ir en busca de aquello que el tanto anhelaba y amaba.

Sin darse cuenta, había cerrado los ojos y dejado escapar algunas lagrimas carmín de ellos, sintió el liquido carmesí correr por sus redondas mejillas, y limpio la sangre, abriendo los ojos y observando las manchas en sus manos, no sonrió, no expreso nada, simplemente siguió estático en medio de aquel lugar, escuchando la música lejana que provenía de la enorme catedral a escasos metros de él, las voces de los peatones, los motores de los autos que rodeaban la enorme plaza.

Levanto la mirada observando un cielo oscuro, extrañamente despejado y con pocas estrellas, algo demasiado habitual en ciudades como esa. Vio el hondear casi fantasmal de la bandera en tres colores que le recordó a la bandera Italiana, de no ser por el enorme escudo engalanado por una águila alimentándose de una serpiente.

Torció los labios, respiro profundo, y bajo la mirada fijándola hacia el frente, a la catedral, una bella construcción, aun que jamás la podría comprar con la estructura de la enorme Notre Dame, la Catedral Metropolitana de México poseía una belleza austera en comparación.

Camino unos cuantos pasos, intentando alejar todos aquellos recuerdos de su cabeza, disfrutando con el aroma de esa ciudad que era tan distinto a todos los lugares que él había visitado, era una esencia cálida y salvaje, olía a antigüedad, a peligro y a la vez a protección. Era un conjunto de aromas que le hacían sentir en cierta forma cómodo con todo aquello, e incluso la gente actuaba distinto, sonreía mas, platicaba mas, se atrevían a mirarte a los ojos, para juzgarte o no, eso no importaba, pero no desviaban la mirada como hacían en otros lugares.

E incluso sus criminales eran distintos, carentes de moralidad y llenos de falsa fe en dios, y como le recordaban a el mismo.

creo que eso lo cambio todo en su estado de ánimo y volvió a sonreír, se sintió medianamente parte de todo aquello, de la gente y las construcciones y se volvió a quedar parado contemplando las estructuras de piedra, un material que desconocía, los edificios que rodeaban el zócalo, eran cada uno distinto y a la vez representativos, de esa ciudad, cada uno en un estilo arquitectónico distinto y al fondo, cerca del llamativo palacio nacional y la catedral, había un sitio con construcciones antiguas, el templo mayor le llamaban.

Le dio curiosidad de ir a visitar, introducirse hasta lugares que nadie antes había visto, o probablemente sí, aun que él no estaba seguro de nada.

Camino hacia el lugar, colándose entre la gente de seguridad que solo alcanzo a vislumbrar una extraña sombra y el viento pasar a su lado sin detectarlo y agradeció ser lo que era, por esas ocasiones.

Camino entre aquellas construcciones casi laberínticas, internándose en el centro de aquel lugar, debajo de la ciudad, los muros de piedra fría, podía escuchar incluso el correr el agua por aquellos ya escasos ríos subterráneos, el andar de la gente y los autos sobre él, le agradaba el lugar, le recordaba a las catacumbas de París, solo que ahí, no había esqueletos amontonados en cada pared, solo piedras, alguna que otra pintura y símbolos que suponía habían sido puestos por los hombres y mujeres que habían habitado aquellos lugares.

Se pregunto entonces, si no se hubiese conmocionado tanto con la pérdida de sus "hermanos" y su maestro, si no se hubiera dejado llevar por las palabras y mentiras que decía Santino, probablemente el hubiese podido viajar al nuevo mundo, y conocido ese lugar donde se encontraba parado en su esplendor, aun sin las construcciones que trajeron los inmigrantes españoles y franceses.

Si probablemente hubiera sido mejor opción que haber vivido trescientos años de encierro y locura.

Soltó una carcajada imaginándose a él caminando entre aquellos mortales sabios, tan distintos a él y a la clase de mortales que conocía en Europa. Hubiera sido gracioso, pensó, aterrarlos por las noches y fingirse uno de sus dioses.

Salió a aprisa del lugar cuando escucho que alguien venia aprisa y vio los ases de las lámparas de alógeno acercándose. Nuevamente los vigilantes no vieron nada, más que sombras, y salieron asustados cuchicheando cosas, leyendas que existían en esa ciudad.

Seguía riendo cuando salió de la ruinas, encaminándose a la catedral, no al propósito, simplemente se dejo llevar, divertido y alegre, como pocas veces lograba sentirse ahora.

Se sentó junto a unos hombres, artesanos y creyentes aun de sus antiguas creencias, en sus dioses que sacrificaban humanos, percibía el aroma del incienso, el sonido del caracol al ser tocado por un robusto hombre semidesnudo, apreciando las plumas de los penachos de ese sujeto y sus acompañantes, el sonido de los cascabeles hechos con semillas o algo así parecían, apreciando todo, cuan distintos eran a los demás mortales, sus pieles oscuras de un tono caramelo quemado, de aspecto brillante, y casi áspero, en algunas zonas. Sus cabellos castaños, algunos lacios y otros rizados.

Sonrió a una pequeña niña que iba vestida con el atuendo de una princesa azteca o al menos así quiso pensarlo él, y tendió su mano para recibir de ella una pequeña figura de barro en forma de gato, pintada de carmín con detalles en pintura dorada.

-Te la regalo.-dijo la pequeña al ver el rostro confuso del vampiro.

-¿Por qué?-pregunto Armand, sin quitarle la vista de enzima a la pequeña que era vigilada por sus padres.

-No lo sé-contesto la niña-. Solo creí que sería muy bonito que un chico como tu sonriera mas, te ves triste y eso no es bueno, hay que ser feliz, mi mamá me lo dice a diario, hay que ser feliz con lo que tenemos y compartir nuestra felicidad con los demás, eso nos dará mas felicidad y yo me siento feliz porque te regalo ese gatito.

Dijo la niña, con aquella clara sabiduría ingenua que poseen todos los niños, y volvió a sonreír, sin importarle en absoluto mostrar o no sus colmillos, la niña sonrió con él y se acerco mas, peligrosamente, para regalarle un cálido beso en su mejilla, dejándolo nuevamente perplejo.

Observo a la niña alejarse con su pelo tejido en unas apretadas trenzas en su pequeña cabeza, el vestido blanco con bordados coloridos volando al rededor de sus pequeñísimas piernas.

Llevo su pálida mano a su mejilla, donde aun se percibía el calor de los labios de la niña, y se quedo sonriendo, aceptando que realmente no era del todo feliz, aun que lo fingiera no lo era.


Permaneció un rato mas así, observando a la gente ir y venir, fijando su atención a la alegre niñita que jugueteaba con su madre y su padre, dando saltos de baile improvisado, haciendo sonar los cascabeles en sus pies.


Tan entretenido estaba, que ni siquiera se había percatado en algo, o mejor dicho alguien, una presencia que había estado observándole desde hacia media hora entre la gente que se amontonaba para ver a los danzantes, y sus rituales, hasta que escucho su nombre en un murmullo.

Levanto la mirada, buscando, hasta hallarlo, tan imponente como siempre, ese rubio cabello como rayos del sol y su brillante mirada y la altanera sonrisa en sus labios. Movió la cabeza hacia ambos lados, como negando, sin hacerlo, poniéndose de pie, rodeando a la gente, lo vio moverse con esa agilidad y gracia felina que poseía, entrando al enrejado que protegía la catedral del resto de la plaza, lo vio encaminarse hasta la entrada del ala izquierda del santuario, quedándose de pie un instante antes de volverse y hacerle señales para que lo siguiera.


Entro, a paso lento, un andar demasiado normal, para guardar apariencias, haciendo que sus zapatos chocaran con las lozas del piso de aquel recinto religioso, percibiendo el perfume inconfundible de las veladoras, la tranquilidad que se respiraba dentro era perfecta, un lugar lleno de sombras e imágenes de santos y cristas en distintas posiciones, colocados con majestuosidad cada uno en un altar distinto, tras unas rejas que impedían que el público que asistía a misa o a visitar, pudiera tocarlas y maltratarlas, solo había velas, cirios y veladoras encendidas frente a estos altares.

Siguió caminando, hasta llegar cerca del altar, en la parte trasera de la iglesia, donde Lestat se encontraba de rodillas mirando fijamente una imagen de la virgen María y san Juan Diego, parecía estar rezando, aun que con él nunca se sabía nada a ciencia cierta.

Se inclino ligeramente, tocando su hombro y se hinco a su lado.

-Nunca te creí ser capaz de brindarle devoción a alguien más que no fueras tu.-murmuro el pelirrojo, despegando su mirada del rubio vampiro para observar nuevamente las figuras, en otro lugar, se encontraba un Cristo torturado, la asunción y otras tantas imágenes que recordaba de memoria y que en alguna época de su existencia había devocionado tanto.

Escucho una ligera risa, y volvió la vista a su compañero.

-En cierta forma San Juan Diego y yo tenemos algo en común.-dijo, mirando directo a los ojos de Armand, quien sorprendido había levantado una ceja.

-Si claro.-contesto- Principalmente por los ojos azules y el rubio cabello.-comento en sarcasmo, sin despegar su mirada del otro.

-No me refiero a eso Armand.-se quejo Lestat.-Me refiero a que ambos somos... como se podría decir...

Guardo silencio, desviando la mirada a la imagen del santo indígena, con su ayate extendida a Fray Juan de Zumárraga, mostrándole la imagen plasmada de la Santa Virgen de Guadalupe.

-Ambos venimos de provincias de una ciudad, a ambos nos tacharon de soñadores y mentirosos, y demostramos que había verdad en nuestras palabras, el al creer fervientemente en la Virgen y yo, al creer fervientemente en ser lo que soy...

Armand no dejo de mirarle ni un instante, medio sonriendo, estudiándolo, viendo su entusiasmo al contarle aquella historia que el mismo sabía de memoria.

-Y que eres precisamente, Lestat?-pregunto incrédulo, aun levantando una ceja y con el rostro ladeado en un gesto de curiosidad casi infantil.-Por que hasta donde sé, no eres precisamente un santo.

Dijo de forma irónica, provocando que Lestat volviera la vista hacia él y le sonriera de aquella tan encantadora forma que tenia de hacer.

-Soy Lestat, el vampiro-contesto, con simpleza, dejando en su rostro una sonrisa dividida entre diversión y orgullo.-Es así de simple, me he convertido en una especie de santo o leyenda entre los vampiros más jóvenes, incluso me comparan con esas cosas de los libros de pseudo vampiros que brillan.

Indico, permitiéndose hacer una broma al respecto.

-Pero hablando enserio, realmente ambos nos convertimos por casualidades del destino, en parte importante de nuestras respectivas culturas.-dijo-. El es un Santo ahora y yo soy un Héroe Legendario que bajo al infierno y aun sigue de pie rondando por el mundo en busca de mas aventuras.

-Ah-contesto Armand, levantando un poco el mentón en un simple gesto de falsa incredulidad- ¿Y los libros?

Pregunto entonces.

-Ah eso-murmuro, torciendo ligeramente los labios-. Creo que, la gente de hoy día no disfruta de la buena literatura.

Dijo y sonrió abiertamente mostrando su pulida y blanca dentadura.

-Pareces un chiquillo-dijo Armand, también sonriendo ligeramente, desviando su mirada de Lestat a la imagen del Santo y la Virgen-. Me gusta este lugar.

Dijo entonces Armand, después de haber guardado silencio durante un breve instante, dejando que Lestat lo inspeccionara ahora, lo sentía, esa mirada penetrante sobre él.

*

No podía, de alguna forma, simplemente para Lestat le era imposible quitar sus ojos de enzima del vampiro pelirrojo.

Era tan complicado, la forma en que actuaba y hablaba, nada que ver con aquella apariencia casi inocente, pura y angelical. Le perturbaba.

Desde su primer encuentro se había sentido irremediablemente atraído hacia él, hacia esa crueldad innata, esa belleza que irradiaba pese a la suciedad en la que se encontraba imbuido, y como siempre, el estar frente a él le provocaba mis sensaciones extrañas, combinadas con deseos que a veces se sentía incapaz de reprimir.

Justo como ahora, le recordaba a aquella noche hace casi más de doscientos años, que lo había visto andar entre las sombras de la catedral de Notre Dame, con sus oscuras vestimentas, y sus rojos cabellos enmarañados, tenía ganas de tomarlo y lavarlo, llenarlo de joyas y siempre había sido así cada encuentro, el mismo deseo que reprimía siempre que lo tenía frente a él.

Y ahora ahí estaban los dos, teniendo una extraña conversación sobre un santo y su santa madre, medio sonriéndose sin ofenderse gravemente, sin pelear, simplemente hablando y el reprimiendo sus ganas de tocarlo.

Simplemente le observaba con tranquilidad, sus rojos cabellos cayendo libres al rededor de su eternamente joven y atractivo rostro, sus enormes ojos partos, llenos de expresividad, su fina nariz, sus ligeramente afilados pómulos, su mentón redondeado, carente de cualquier imperfección y sus labios, esos labios que invitaban a ser maltratados hasta enrojecer.

Se sacudió de la cabeza tal pensamiento y sonrió, bajando la mirada al percatarse que Armand se había dado cuenta de su escrutinio, simplemente se quedo así, sonriendo tontamente, recordando como lo había visto antes de entrar a la iglesia, un adolescente mas entre la multitud, siendo asechado por una pequeña niñita que lo encontraba encantadoramente hermoso y triste y lo había visto sonreír como nunca antes, de hecho, nunca le había visto sonreír con aquella sinceridad, carente de ironía o dolor.

-Sí, es un bello lugar.-contesto entonces a las últimas palabras que Armand le había brindado.

-No me refiero solamente a la catedral-dijo el pelirrojo vampiro.-Me refiero a toda la ciudad en si.-comento.-Es un lugar agradable y alegre pese a sus tragedias.

Indico.

-Creo entenderte.-dijo Lestat, volviendo a levantar la mirada- Tiene cierta melancolía y candor, la gente siempre luce alegre, en eso tienes razón, alegre incluso en sus momentos más trágicos, esta gente sabe sacarle lo bueno a tantas cosas malas.

Agrego por ultimo y siguió sonriendo.

Ambos, se quedaron en silencio, estudiando la situación, el lugar y el por qué estaban hablando de cosas tan triviales como esa, ninguno de los dos entendía claramente a que se debía, no sabían si atribuirle eso al momento, o al lugar, o al hecho de que ambos estaban hasta cierto punto conformes con lo que les había sucedido a lo largo de sus existencias.

Armand suspiro, y se llevo sus manos unidas a la frente, agachándose sobre el reclinatorio para rezar.

Lestat a penas podía escuchar murmullos salir de sus labios, pero eran claros, al menos para él, porque él no era cualquier ser humano, el era un vampiro, el vampiro Lestat.

"Santa María llena eres toda de gracia, bendito el fruto de tu vientre y vendito el hijo de dios, perdóname por mis pecados y los pecados de mis semejantes, libérame de este dolor agobiante que he cargado durante más de quinientos años, de la angustia, de la pena, libérame de las culpas, y bendice a aquellos que he dañado en mi constante búsqueda por la verdad y perdona, así como yo he ya perdonado a todos aquellos que me han hecho daño... Bendice por favor a aquellos que se encuentran lejos de mí, a mis seres amados a quienes he perdido a lo largo de mi existencia... líbrame de todo los males y no me dejes caer en la tentación... amén".

Le había escuchado rezar, pedir o mejor dicho, suplicar por el perdón de sus pecados, y sintió un vuelco en el pecho y pudo ver a Armand, que parecía ser realmente el chiquillo que aparentaba ser, ingenuo e inocente, aun que no era más que la simple fachada.

Carraspeo, ante el sentimiento incomodo que se hubiera despertado dentro de él, se atuso el cabello y se puso de pie acomodando sus ropas, sintiendo la curiosa mirada de Armand sobre él.

-¿Ya te vas?-le escucho preguntar, el solo sonrió ligeramente.

- No me he alimentado desde hace dos meses-contesto, volviendo la vista hacia la salida-Creo que eso iré a hacer ahora-dijo y no dejo de sonreír de manera nerviosa.

-Puedo acompañarte, yo tampoco me he alimentado en un largo tiempo-indico Armand, sonriéndole de una forma casi infantil, diabólicamente infantil.

-No veo por qué no.-dijo el rubio y aguardo a que su compañero se pusiera de pie, santiguándose, antes de volver sus enormes ojos pardos hacia él, mirando hacia arriba, como siempre, haciéndolo lucir más pequeño e indefenso y que a él le entraran más ganas de tocarlo.

-Vamos entonces.-dijo Armand y comenzó a encaminarse a paso lento y humano a la salida, aguardando en la entrada a que Lestat le diera alcance-Te has vuelto o muy lento o muy distraído, Lestat.

Dijo de broma, sonriéndole aun esperándolo en la entrada del recinto.

Lestat sonrió y siguió los pasos del más bajo de ambos, siguiendo el vaivén de los cabellos de Armand, movidos por la fresca briza que azotaba la ciudad.

Caminaba lento, pues sabía que debido a su estatura podría rebasar el andar de Armand, pero no quería, simplemente tenía el deseo de seguirle, extrañamente.

Lo escrutaba, de forma discreta, aprovechando la distancia, observaba su forma de andar tranquila, el movimiento de sus oscuras ropas, el pantalón ajustado, de corte recto y entubado, deslavado y roto en algunas partes, sus botas cortas que llegaban hasta sus pantorrillas, sin cubrirlas en un color gris con las cintas en color beige sin atar, el abrigo que portaba, negro, con el cuello levantado y sonrió al verlo vestido de aquella forma moderna, como solían vestir los jóvenes hoy día y todo complementado por la playera con el logotipo de una banda de rock que el desconocía.

El sin embargo, lucia mas como un joven adulto, un ejecutivo de alguna empresa de publicidad, con sus jeans negros, ligeramente ajustados de corte recto, sus botas negras de vestir, perfectamente lustradas, gris Oxford de seda fina sobre su torso, complementando el atuendo con una chaqueta de terciopelo negro, y una delgada chalina de seda negra con bordados rojos que hacía las veces de bufanda, colocada al rededor de su cuello.

Lucian como dos jóvenes extranjeros visitando el lugar, casi hermanos, o amigos, o quizás, ¿amantes?...

-Hay gente que cree que soy tu bonita novia o tu bonito novio.-murmuro Armand, quedándose parado un instante, lo suficiente para seguir el mismo paso de Lestat, y andar juntos por la calle peatonal de Madero. Sonrió ligeramente.

-¿Qué?-pregunto el rubio, totalmente distraído, mirando a su compañero.

-Que la gente que nos ve pasar piensa que soy tu novio o algo así- sonrió- Si novios, creo que esa es la palabra que se usa hoy día para las parejas de jóvenes y sin mucho compromiso en la relación.

Lestat se le quedo mirando extrañado, abriendo su mente, que al parecer estaba demasiado aturdida con sus propios pensamientos, sus ideas y con Armand, y escucho aquellos pensamientos ajenos que venían a él como una oleada, la forma en que la gente local los juzgaba, como algunos los admiraban por su belleza y otros tantos simplemente felicitaban a la bonita pareja de novios o hermanos que paseaban por la ciudad.

Muchos términos, entre ofensas prejuiciosas y halagos de valentía por su aceptación.

Simplemente todo era... en cierta forma refrescante y divertida, y había algo en la forma en que aquella gente les miraba, que los hacía ver a ambos como algo más que amigos o hermanos.

Su forma de moverse, la forma en que ambos se miraban repentinamente sin que el otro se diese cuenta, las sonrisas, y el coqueteo mutuo e inconsciente.

Soltó una risotada, ante lo confusamente divertida de aquella situación y se atrevió a imitar los movimientos de una pareja de jovencitos que iban tomados de la mano. Novios.

Pensó y tomo la mano de Armand, entrelazando sus dedos con los del más pequeño, provocando que le mirara con extrañeza, mientras él seguía riendo divertido.

-Estás loco Lestat -murmuro Armand, apretando un poco la mano que le sostenía.

-Probablemente- contesto el aludido- Pero me gusta el concepto, tú sabes, ser novios y andar por ahí... no sé, ¿Tu qué opinas?

Pregunto, y miro con entusiasmo casi infantil al vampiro mayor.

-Insisto que estás loco-contesto y rio al final, sin soltar su mano, pegandose inconsientemente mas a el, siguiéndole el juego-Aun que no se, creo que estoy más loco yo por seguirte el jueguito este.

-Entonces puedo llamarte oficialmente mi novio-cuestiono Lestat, de forma retorica, aun que era más una confirmación a sus propias palabras.

Armand suspiro y rodo los ojos, terminando por asentir con la cabeza, sonriéndole.

-Digamos que es temporal mientras estemos aquí-dijo Armand, pasando frente a una tienda departamental, donde exhibían llamativamente unos libros en el aparador principal: "La Mejor Saga de Vampiros Jamás Escrita: Crónicas Vampíricas", dictaba el cartel y debajo todos los tomos de dicha saga, diez libros en total, con todos los secretos de su raza y las aventuras de Lestat.

El rubio entusiasmado tiro de la mano de Armand, pegándose como un niño en dulcería al dichoso aparador, observando las nuevas ediciones de sus obras, esas portadas negras con detalles en rojo, que resaltaban a la vista, cada uno con distintos motivos, el suyo, el que llevaba su nombre era una copa rebosante de vino que era vertido lentamente hacia el oscuro fondo y el de Armand, una luna de color rojo sangre.

-Debería comprarlos, no crees?-se pregunto, mirando a Armand que solo se burlaba de él, de forma descarada al sentir que estaba realmente tratando con un chiquillo mimando, demasiado paradójico al ser él el que lucía menor de los dos.

-Y para que, si tu escribiste la mayoría.-dijo, sin dejar de mirar los libros.

-Y tú escribiste el propio, bueno, se lo dictaste a David, ¿no es así?
-Algo así-contesto Armand-, pero no voy a andar por la vida comprando cosas que me sé de memoria-dijo- aun que, que mas me podría esperar de ti, mi egocéntrico novio.

Comento, divertido antes de sentir el tirón de su brazo y el aroma a fresco y objetos nuevos. Ambos vampiros entraron a la tienda, esquivando a los mortales que hacían compras o simplemente observaban los aparatos electrónicos, las películas en DVD y Bluray, compraban dulces o cigarros caros, accesorios, equipos de ejercita miento y belleza femenina, maletas y otras cosas que no alcanzo a ver bien, debido a que Lestat no dejaba de tirar de su delicada mano.

Se detuvieron en el área de libros y revistas, y Lestat se puso a buscar rápidamente el estante que lucía algo desarreglado, donde había un montón de libros mal acomodados, entre ellos, los suyos y los que él y otros como el habían escrito.

Junto a estos había un grupo de jovencitas, sosteniendo en sus manos esos libros que no le agradaban, debía aceptarlo, la publicista de la escritora era muy buena, sin embargo la historia carecía de imaginación, en comparación a Lestat que era una persona demasiado imaginativa.

Volvió a sonreír, esta vez sin disimular y soltó una risotada que logro llamar la atención de las chicas, al ver la cara de confusión en el rostro de Lestat, puesto que las portadas de esos libros y los que podría considerar suyos, eran similares.

-¡Mon Dieu!-Expreso Lestat, ligeramente molesto, y Armand seguía riendo.-Deja de burlarte, no es causa de gracia.

Reclamo, tomando los ejemplares de la llamada "Saga" de las Crónicas Vampíricas, sin quitar su expresión de molestia dramatizada.

-Eres un dramático, e imposible, Lestat.-dijo Armand, remarcando el nombre de su acompañante, mientras tomaba en su mano el ejemplar del libro con el nombre del aludido, mostrándoselo, provocando así que el grupo de niñas volvieran su atención a ambos.

Armand sonrió, y estiro el libro, observando que una de las chicas, la que menos entusiasmada se encontraba, prestaba mayor atención a los vampiros, y le sonreía de forma tímida, pese a su cara de molestia.

Le recordó a la expresión de Lestat, que en ese momento se acercaba y tomaba el libro de su mano, observando en dirección a la joven.

-¿Los has leído?-pregunto el remarcando su acento francés, sin soltar los libros que a penas podía sostener entre sus brazos y Armand, seguía riendo divertido.

La muchacha nerviosa y siendo observada por sus "amigas", sonrió y asintió con un "Sí" lleno de orgullo.

-La mejor saga de vampiros jamás escrita-dijo ella, repitiendo el eslogan del letrero en la tienda. Las demás chicas le miraron con cara de incredulidad, aun sosteniendo el libro que dictaba en la portada "Crepúsculo" y ella entregando un ejemplar de este, a la chica más cercana.

-Los leí hace como diez años y aun vuelvo a ellos.-comento la muchacha, mientas se acercaba a los vampiros.

-Verdad que si, son mejores, es lo mejor.-dijo Lestat entusiasmado, alegre de encontrarse con una fan de sus obras, dando una demostración de su talento histriónico.

Armand simplemente no paraba de reír, deseando tener más soltura y hacer como Lestat hacia, reír a carcajada abierta, sin importarle lo que diría la gente a su rededor.

-Si-volvió a contestar la chica, que no dejaba de ser criticada por sus amigas.

-Sabes, me alegra encontrar más gente que guste de la buena literatura.-dijo Lestat, dejando un momento los libros en la estantería, acercándose a la chica, abrazándola de forma afectuosa, provocando que ella pusiera una cara de confusión y vergüenza combinadas.

Otra joven se acerco al grupo, algo distraída al parecer, llevando en la mano un libro de otra temática distinta a la que las otras estaban discutiendo, se acomodo los lentes, cuando observo a la joven que Lestat sostenía.

-Mi amigo este medio loco- comento Armand, sonriendo, en un muy bien hablado español, sin acentos, ni nada que lo delatara como extranjero-. ¿Cuál es tu nombre?

Pregunto y la chica que aun estaba atrapada en los brazos de Lestat totalmente sonrojada contesto.

-Jocelyn-dijo ella, atreviéndose a contestar al abrazo de Lestat, que pese a que ya había detectado la incomodidad en la chica, no la soltaba, nada más para disfrutar de los pensamientos de envidia de sus "amigas" y las miradas de estas y la confusión en la otra que se había quedado como pasmada al ver a su amiga así.

-¿Y qué haces comprando esos libros?-interrogo Lestat-Habiendo estos que son tan bonitos.

Dijo, soltándola y tomando el libro de La Reina de los Condenados.

-Ah, bueno, yo no compro, vengo acompañando a mis amigas.-dijo señalándolas- Ellas no saben de lo bueno, dicen que son aburridos, aun que les diga que son más aburridos sus libros.

Dijo, y se comenzó a reír de la cara de una de las jóvenes, mientras se acercaba a la chica de las gafas, quien era mucho más alta que ella, tomándola del brazo, halándola, para acercarla.

Las otras simplemente le hacían señas, y ella las ignoraba.

A ella también le gustan estos libros, ¿verdad Sam?-dijo, mirando a su amiga, quien afirmo, sonriendo nerviosa, y confundida.

-Si-contesto- De hecho somos amigas gracias a esa saga.-comento, colocándose mejor al lado de la más bajita de las dos.

-¿Y ustedes como se llaman?-pregunto Jocelyn. Lestat expandió su sonrisa, como la del gato de Cheshire, y se separo totalmente de ella, acomodándose su saco y la bufanda mal colocada.

-Monsieur Lestat d'Lioncourt-se presento, mostrando una sonrisa radiante, provocando que esta vez, tanto Armand como Jocelyn y la chica más alta soltaran una carcajada casi al unisonó.

-Si claro -dijo la chica- Ya enserio...-comento la segunda joven, mirando a ambos vampiros.

-Es enserio, bueno no me apellido Lioncourt, pero si me llamo Lestat- corrigió el rubio, sin dejar de sonreír amable.-Mi madre era muy fan del libro de Entrevista con el Vampiro, y creyó que Lestat era un nombre muy original, así que legalmente me llamo igual que el Legendario Vampiro Lestat.

Dijo alardeando. Para Armand no había nada más divertido en el mundo que mirarlo así, ya no eran los tiempos en que lo había conocido, ya nadie perseguía vampiros con estacas o cruces, ya nadie creía realmente en ellos, en nada realmente y era mas fácil pasa desapercibido en el mundo moderno, especialmente con todas esas sub culturas y modas extrañas, así que imaginaba que para la chica tan amable con la que platicaban, no era extraño ver los colmillos que Lestat no hacia intento alguno de ocultar, especialmente porque la propia chica iba vestida con un ajuar muy gótico, un diminuto vestido negro de terciopelo, medias de red y botas altas llenas de hebillas, las uñas pintadas de negro, el pelo oscuro y rizado cayendo por su espalda, acompañando el look con un sin fin de accesorios con motivos "Góticos", desde la gargantilla de encaje e hilo negro, con un camafeo en marfil pulido, los anillos en sus manos, las pulseras, el maquillaje.

La otra chica iba vestida un poco más informal, con un pantalón negro recto, una playerita de tirantes con el logotipo de una banda, y un saco de terciopelo negro, botas con hebillas, no muy distintas a las que llevaba la otra chica, su pelo lacio y largo, maquillaje menos cargado y sus gafas de pasta negra cubriendo sus ojos.

Todas unas damas de la noche, unas chicas góticas.

-Por cierto, Soy Sammantha-se presento la más alta de las chicas, estirando la mano a ambos "jóvenes" saludándolos con un estrechando sus pálidas manos.


-¿Y entonces, piensan comprar los libros, todos?-pregunto la de pelo rizado, mirando a los vampiros alternativamente.

-Yo no, el sí- contesto Armand, mirando de forma coqueta a Lestat.

-Me gusto la nueva edición, así que, que más da, aun que los tenga repetidos cientos de veces, además nunca los había leído en español.-comento el rubio, y volvió a tomar los libros, con calma, esta vez teniendo la precaución de acomodarlos entre sus brazos.

-Si ya lo creo, yo igual.-comento Sammantha.

-Creo que me dieron melancolía, así que me volveré a leer el de Entrevista.-comento Jocelyn, tomando el libro en cuestión, escuchando como sus amigas las llamaban, porque ya era tarde.-Y bueno, creo que nos tenemos que ir.

Dijo, torciendo los labios en molestia.

-Oh, qué pena-dijo Lestat, que era el que más hablaba- Fue un gusto conocerlas Jocelyn y Sammantha.

-Igualmente Lestat.-dijo la mas bajita, estirando su mano para estrechar la del rubio vampiro, quien la tomo con delicadeza, besando el dorso de la morena mano de la joven, sonriendo.-Y también un gusto novio de Lestat.

Dijo ella, al sentir liberada su mano, estirándola hacia el pelirrojo.

-Armand-dijo Lestat- A poco no creen que es igualito a la descripción de los libros, por eso me gusta-abrazando al más bajito, quien lo miro amenazante.

-Oh vaya, que cosas, ¿no?-dijo la chica más alta y se rio un poco.

-Yo siempre tuve la teoría de que Lestat y Armand terminarían juntos, y helos aquí, Lestat y Armand de carne y hueso son novios, que lindos.- comento Jocelyn quien no dejaba de sonreír, mostrando una dentadura casi perfecta, de no ser por los aparatos de ortodoncia que llevaba en ellos.

-¿Les puedo pedir algo?-pregunto esta antes de retirarse, sacando de su bolsa su celular.-Puedo tomarles una foto, si.

Pidió, sonriéndoles de forma amble y casi inocente.

-Claro-contesto Lestat- adivinando los pensamientos de la chica, tomo su libro y entrego el suyo a Armand, acercándolo a él, mostrando las portadas al lente de la cámara del celular.

La chica disparo el flash de la cámara, directo a los dos vampiros, sin sospechar siquiera que ellos dos eran los verdaderos Lestat y Armand, a los que ella tanto admiraba y adoraba.

Sonrió y guardo el teléfono móvil, despidiéndose de nueva cuenta, dejando un beso en la mejilla de ambos, sin importarle cuan frías eran sus pieles, ni cuan pálidas. Simplemente ella era una persona extraña, de alguna forma, y agradable, Sammantha hiso lo mismo, despidiéndose de igual manera, aun que sin tanto trabajo por estirarse o hacer que Lestat se agachara, ya que no era tan bajita como su amiga.

-Hasta luego.-dijo y se fue de tras de Jocelyn.

Las chicas se fueron a la caja, seguida por sus amigas, pagando por el libro y las otras hacían lo mismo con su mercancía, Lestat se quedo todavía un rato observándolas, sonriendo alagado por la curiosa conversación que había tenido.


-Si quieren contactarnos búsquenos en Facebook, como Gothic Jossy y Kenny Black.-comento la de pelo rizado, antes de ser arrastradas por el grupo de chicas que las acompañaban, fuera de la tienda.

-Facebook?-pregunto Lestat volviendo la vista a Armand, mientras se acercaba a la caja, buscando la forma de sacar su cartera del bolso trasero de su pantalón.

-Es una red social, Lestat-dijo Armand, sacando su cartera, y estirándosela al empleado quien en silencio, la acepto e hiso los tramites, pidiendo una simple firma a Armand, terminando así con la venta.

-¿Y eso que es?-pregunto el rubio, con cara de confusión, mientras tomaba las bolsas con los libros.-Por cierto, gracias.

Dijo y estrecho con su mano libre a Armand, pegándolo el, robándole un beso, apenas un roce de sus labio.

-No te sentirás tan afortunado, me los vas a pagar.-dijo el pelirrojo, y cargo con una de las bolsas, caminando hacia afuera del local.- ¿Y ahora a donde?

Pregunto.

-Yo aun tengo hambre.-dijo, mi levanto la mirada para ver directo al rostro del alegre vampiro rubio.

-¿Y?-pregunto el aludido

-Que se supone íbamos a buscar "comida"-le recordó el pelirrojo.

-Verdad, creo que hay unos bares, cantinas cercanas a este lugar, quizás ahí encontremos algo...

Armand sonio, meneando la cabeza en negativa, sonriendo, y comenzando a andar, dejando que las farolas de la calle le guiaran, mientras veía ir y venir a la gente, pese a ser tarde.

-Y enserio, no sabes que es el Facebook, realmente no te entiendo, vas por ahí, diciendo que eres el súper vampiro y no sé que tanto y no sabes usar el Facebook?



Continuara...


Y espero dejen algún comentario, sugerencia o tomatazo.

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Belial
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